domingo, 5 de diciembre de 2010

Capítulo 25

De nuevo en la pista de baile, Cindy se esforzó en borrar la tristeza de su rostro y regresó junto al resto del grupo. Las chicas la atacaron con preguntas, aunque menos que a Sienna, ya que Dean y Cindy no eran novedad. Sin embargo, algunas preguntas la hicieron poner mala cara, gesto que no se escapó al ojo atento de Sienna. Con la intención de cortar el interrogatorio, recordando que a su salida del paraíso la rubia la había ayudado a librarse de preguntas indiscretas, Sienna cogió a su amiga de la mano y se puso a bailar con ella, ignorando a las demás. Lauren se mostró indignada, pero no dijo nada y se unió al baile.
            Bailaron largo rato sin cesar de moverse ni un segundo, por lo que Sienna no se sorprendió al notar un cosquilleo en las piernas. El cansancio comenzaba a afectarle y dudaba que pudiera soportar mucho más tiempo sobre los altísimos tacones que acompañaban el uniforme.
            Puesto que Cindy parecía estar entretenida con las demás, Sienna decidió darse un descanso y sentarse con Abby. Con disimulo y sin decir nada se separó del grupo.
            No tardo en llegar junto a Abby, que permanecía en el lugar exacto donde rato antes la viera. La chica jugueteaba con la caña rosa fosforita de su Coca Cola. Su indumentaria, más propia de niña de colegio de monjas que de colegiala sexy, desentonaba un poco con la del resto de las jóvenes del local. Pese a ello, en ese momento Sienna la envidió: la chica estaba muy guapa y  no necesitaba mostrar su cuerpo a los demás para demostrarlo.
            -¡Hola, Abby, la mejor amiga del mundo mundial! –sin darse cuenta de la brusquedad del movimiento, se lanzó sobre ella en un abrazo efusivo.
            La besó con fuerza en las mejillas y después se desplomó en la silla vacía al lado de Abby.
            -¿Qué tal la noche? ¿Te han llamado a la sala de la puerta blanca? –se hizo oír a base de gritos.
            -Qué va. Aunque era de esperar. Cindy no se arriesgaría a dejarme entrar. De todas formas no me pierdo nada.
            -¿Cómo que no? ¡Hay muchísimos chicos guapos en esta discoteca!
            -Sí, bueno… Muchísimos chicos guapos que no me han dirigido la palabra en todo el rato y a los que no les ha importado que llevé horas sentada en esta silla, muerta de aburrimiento.
            El comentario provocó un sentimiento de culpabilidad a Sienna. Pese a que había pensado varias veces esa noche en acercarse a Abby, llevaba horas en la fiesta y no lo había hecho hasta que le había comenzado a doler los pies. Estaba siendo muy mala amiga con ella y era consciente de ello.
            -¡Bah! ¡Pasando de chicos! –volvió a gritar para animarla-. ¿Qué te parece si bailamos un rato y así dejamos que se den cuenta de lo que se han perdido.
            Abby sonrió pero no dijo nada. Como única respuesta, movió la cabeza de un lado a otro en gesto negativo.
            Sienna intentaba encontrar un tema favorable de conversación para demostrar a su amiga que no la había abandonado, aunque le resultaba imposible. Estaba bloqueada. Además, notaba como las palabras salían con dificultad de su boca, apelotonadas unas con otras en ocasiones o demasiado lentas en otra.
            La cabeza le daba vuelta. Cada vez que giraba la cara hacia algún lado, la discoteca se movía de arriba hacia abajo como si estuviera en el epicentro de un terremoto. Apoyó el rostro entre sus dos manos y bajó la vista al suelo.
            -Sienna, ¿estás bien? –preguntó Abby, quien la observaba con atención.
            -Sí, sí, no te preocupes. Sólo ha sido un pequeño mareo –respondió tras levantar la cabeza y forzar una sonrisa.
            Sus intentos por tranquilizar a Abby fueron en vano. Abby procedía de una familia famosa que frecuentaba cócteles y cenas de gala con mucho alcohol de por medio, por lo que no le costó reconocer los síntomas en Sienna: exaltación de la amistad, dificultad para formular frases, tardanza para reaccionar a estímulos, mareos… No cabía duda: Sienna se había pasado con las copas y estaba un poco desfasada. Y, aunque simulara estar bien, su rostro pálido y el olor a alcohol que le llegó cuando se acercó a besarla la delataban.
            Genial. Tenía que volver a hacer de salvadora y guardiana. Llevaba algún tiempo sin saber de ella y sin embargo, sabía que le tocaría acompañarla a casa y tal vez incluso debiera acostarla después de vomitar en el cuarto de baño de su enorme piso.
            Abby se preguntaba cómo se las apañaba para que siempre le pasara lo mismo. Siempre estaba sola, siempre acababa en un rincón sin compañía de una amiga de verdad, pero al final de la noche, tenía que ser ella quien se encargara de que Sienna mantuviera su salud y su reputación, algo incluso más importante que el propio bienestar físico y mental en el St. Patrick.
            Necesitaba sacar a la chica de la fiesta cuanto antes, ya que si se metía una gota más de alcohol en el cuerpo o giraba sobre sí misma mientras bailaba una sola vez más, el recuerdo que los compañeros de clase tendrían de ella a partir de ese momento cambiaría mucho.
            Por su parte, Sienna suplicaba en silencio al mundo que dejara de dar vueltas. Quería ralentizar el tiempo, los movimientos, las luces. Los destellos le golpeaban en la cara y le hacían verlo todo a cámara lenta o demasiado rápida. Sintió angustia durante unos segundos que le parecieron interminables. Con los ojos cerrados, rezaba para no ponerse a vomitar en medio de la fiesta. Nunca había sido de ese tipo de chicas y no deseaba que aquel día fuera el primero.
            De repente oyó una voz tras ella gritando su nombre. Pensó en girar el rostro y ver a la persona que la llamaba, pero el pensamiento de mover la cabeza, de abrir los ojos y volver a la realidad, el pensamiento de que el mareo fuera a más la asustó y se quedó tal como estaba.
            La voz volvió a sonar, más fuerte que antes, y esta vez, sin necesidad de levantar la cabeza, supo que se trataba de Cindy.
               -¡Sienna! ¿Qué haces aquí? ¡Te he estado buscando por todas partes! Vamos a tomar unos chupitos para brindar por nosotras y por esta primera fiesta tuya en el colegio y no puedes faltar. ¡Vamos para la barra!
            Cindy estiró del hombro a Sienna para alejarla de Abby. Las primas ni se miraron. Pese al estado de desconexión total de Sienna en ese momento, pudo notar las malas vibraciones en el ambiente.
            Sienna no se movió, ya que su cerebro parecía haber olvidado como comunicarse con el resto del cuerpo, en especial con las piernas. Hizo un esfuerzo por levantarse. No lo consiguió.
            -¡Venga, vamos! –la rubia la tomó de las manos para ayudarla a levantarse.
            Antes de que lo lograra, Abby habló.
            -Déjala en paz, Cindy. No puede beber más por hoy. Debería irse a casa –la mirada de Cindy perdió su dulzor habitual y se convirtió en una llamarada de fuego, de odio.
            -¡Qué sabrás tú de beber! Sienna quiere seguir de fiesta, y está claro que contigo no la va a tener, así que déjala que venga con nosotras –volvió a dar un tirón a Sienna para levantarla.
            Esta vez consiguió que la joven se pusiera en pie.
            Sienna miró a Abby, disculpándose con la mirada y sin poder pronunciar palabra alguna aún. Sabía que había bebido mucho, que estaba muy mareada y que más alcohol no podía traerle nada bueno, pero no se atrevía a interponerse en esa pelea de gatas. Se dejó arrastrar por Cindy.
            Abby se puso de pie y se apresuró a caminar tras de ellas.
            -¡Suéltala, Cindy!
            Cindy no la escuchaba. Oía los gritos y sentía las miradas de los compañeros de clase fijándose en ellas, pero no dejó de andar. No tardó mucho en llegar a la barra donde el resto de chicas la esperaban. Los pequeños vasos de tequila ya estaban dispuestos en la barra.
            Cogió un chupito y lo colocó en la mano de Sienna. Después tomó otro para ella y anunció el brindis:
            -Por esta fiesta de apertura de curso, que augura un año lleno de emociones y diversión. Y sobre todo, por Sienna, que va a hacer que este curso sea el más especial de todos.
            Abby seguía gritando e intentando quitarle el vaso a Sienna de las manos. No lo logró y el ardiente líquido corrió garganta abajo.
Esta vez, el cuerpo de la joven no aguantó más y se dobló sobre sí mismo. Sienna se llevó las manos a la boca para reprimir la arcada. Cuando levantó la cabeza, orgullosa de haberse controlado, vio más vasos sobre la barra y a Cindy ofreciéndole otro.
-¡Sienna! ¡Vámonos! ¡Vas a acabar fatal esta noche si no te vas ya! –Abby la agarró con furia y la sacó fuera del círculo de chicas.
Cindy soltó el vaso y estiró a su prima de la camisa.
-¡Pero quieres dejarla en paz! ¿No ves que se lo está pasando bien y estás aguándole la fiesta?
Las dos chicas se enzarzaron en una discusión cargada de gritos y malas palabras. Sienna estaba mareada, muy mareada, y repentinamente sintió ganar de echarse a llorar. Se metió entre sus dos amigas y las separó.
Hizo un esfuerzo por hablar.
-Me encuentro muy mal. Quiero… quiero irme.
Las primas se quedaron calladas. Abby miró a Cindy con una sonrisa de triunfo y tomó a Sienna de la mano.
-Ven conmigo, te acompañaré a casa. Tengo el número de tu chófer y seguro que está aquí en un minuto.
-No, Sienna, ven conmigo. La limusina ya está en la puerta y estarás antes en casa –añadió Cindy.
-¿Y perderte el resto de tu maravillosa fiesta, Cindy? Porque ahora mismo, Sienna no necesita a alguien que la meta en un coche, cierre la puerta y vuelva a bailar. Necesita que la suban a casa, le abran la puerta y la acompañen hasta la cama. ¿Estás dispuesta a dejar a Dean solo rodeado de todas estas lagartas? –acabó la frase señalando a Claire, Lauren y las demás chicas del grupo, que se mostraron ofendidas pero se mantuvieron en silencio.
            Cindy tampoco contesto. Echó la vista a un lado y vio a Dean, en la barra, coqueteando con una de las camareras. No podía dejarlo solo esa noche, y mucho menos después de lo que había pasado en sus siete minutos en el paraíso. Tenía que descubrir a la chica con la que se había enrollado y ponerla en su sitio.
            Abby aprovechó esos instantes de duda de Cindy para alejarse de las chicas con Sienna.
            Antes de que Cindy abriera la boca para responderle, las dos jóvenes estaban fuera de la fiesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario