Su mirada se
perdió al otro lado del ventanal del acogedor Rendez-vous des Amis. El cristal,
recubierto de gotas de lluvia recién caídas del cielo, parecía una pista de
carreras donde estas se apresuraban a dibujar formas extrañas y sin ningún
sentido a la par que hermosas. Acababa de caer la noche en París, una tarde de
septiembre, uno de esos días en que nos damos cuenta de que oscurece antes de
lo habitual y nos lamentamos al comprobar que el verano toca a su fin.
Sentada en el
cómodo sofá rojo en el que tantas personas desconocidas habían postrado sus
traseros, mientras el bullicio de un grupo de jóvenes al otro lado de la sala
se entremezclaba con la acalorada discusión sobre política que mantenían un par
de ancianos y los cotilleos diarios de un grupo de empresarios que comentaban
la jornada de trabajo, Cindy alternaba las miradas angustiadas al móvil, que
permanecía sobre la mesa de madera, con los vistazos rápidos que echaba al
exterior en busca de Lucas.
Pulsó una tecla
del teléfono para comprobar la hora, jurándose a sí misma que aquella era la
última vez que lo hacía. Habían transcurrido más de veinte minutos de la hora
en que el pintor debería haber llegado al bar en el que llevaban encontrándose
a diario desde hacía un mes y aún no había dado señales de vida. Ni un mensaje,
ni una llamada. Nada, aunque tampoco le extrañaba. Desde el primer momento había
aprendido a respetar el espíritu indomable del francés, que actuaba más guiado
por impulsos y el “qué siento aquí y ahora” que por ninguna regla de cortesía o
etiqueta, uno de los motivos que tal vez la hicieron comenzar a sentir cosas
por él más allá de atracción física, admiración por su arte o un sentimiento de
gratitud por ser su primer amigo en París.
Al volver la
vista a la ventana, vio como la lluvia apretaba fuera y cómo unos niños de doce
o trece años se refugiaban bajo los toldos rojos de la terraza del local. Le
tapaban la vista, por lo que resopló enfurruñada. Genial, un obstáculo más para
ver aparecer a su ángel.
Lucas. Tan
tierno y alocado, tan seductor y divertido. Un torbellino de emociones y
pensamientos, fuente inagotable de risas y reflexiones. Durante las semanas que
transcurrieron tras aquel primer encuentro en la casa del chico, habían seguido
viéndose cada mañana en la orilla del Sena, donde el pintor continuaba trabajando
con su caballete con la esperanza de sacar unos euros a los turistas. Además,
cada noche habían acabado regresando al apartamento donde la imagen de Cindy
iba avanzando poco a poco, a paso lento pero seguro. Y es que, con tanta
tensión entre los dos, no pasaba día en que el muchacho lograra trabajar en su
pintura más de veinte minutos. Antes de que ninguno de los dos se diera cuenta,
se encontraban atrapados en los brazos del otro, desvistiéndose con la
respiración contenida y cayendo de golpe en la cama, donde hacían el amor
apasionadamente mientras la luna y las estrellas los observaban celosas.
Al recordar
todos esos momentos, la americana suspiró mientras sonreía con cara de tonta.
¡Había tenido tanta suerte con Lucas! En apenas un mes, el joven le había
enviado el doble de mensajes al móvil de los que le había mandado Dean en todo
el tiempo que pasaron juntos. Las noches en que volvía a dormir a su
apartamento, Cindy se acostaba leyendo las palabras que el artista le dedicaba
desde la distancia y que conseguían hacerla sentirse tan amada.
“Cuando estoy
contigo, siento que subo a las nubes”. “No sé cómo lo haces pero no puedo dejar
de pensar en ti. Me tienes conquistado”. “Adoro tu risa, el brillo de tus ojos,
tu cuerpo… eres mi musa, mi inspiración y la mujer que da luz a mi arte. No te
vayas nunca de mi lado, por favor”.
No obstante,
debía reconocer que en los últimos días, desde que el cuadro estuvo acabado, el
chico se había mostrado más distante con ella. Solía llegar más tarde a las
citas, le pedía cortésmente que no se quedara sentada a su lado por las mañanas
junto al Sena para no espantarle la clientela y más de una vez habían acabado
por enzarzarse en discusiones tontas por la tontería más estúpida. Aun así, los
mensajes seguían llenando su móvil cada noche, y las palabras eran tan
románticas y especiales, que Cindy terminaba por descartar la loca idea de que
él se hubiese cansado de ella.
Bajo el sonido
de voces y risas de su lugar de encuentro, la música que había estado sonando
de fondo pasó del célebre Jail Rock de Elvis Presley a una canción en inglés
que la rubia nunca había escuchado. Al principio no prestó atención, hasta que
las palabras de la cantante se abrieron paso hasta sus oídos y resonaron en su
mente como perfecta banda sonora de la escena lluviosa que contemplaba.
“I had hoped you’d see my face, and that you’d be
reminded that for me it isn’t over… Never
mind, I’ll find someone like you”.
Al escuchar
esas palabras que hablaban de melancolía, recuerdos de un amor que se desvaneció
en el aire y esperanza por encontrar un nuevo amor, su mente vagó en el tiempo
y en el espacio y escapó de aquel pequeño café de París para cruzar el océano a
toda velocidad, sobrevolando nubes y estrellas hasta alcanzar Nueva York,
Central Park y los escalones del Saint Patrick’s… La canción la llevó a él, al
nombre que había evitado pronunciar durante todo ese tiempo, a la cara que
intentaba borrar de su mente pero que inevitable volvía aparecer en sus sueños.
En la calle
empapada, más allá de los niños, le pareció ver un cuerpo masculino vestido con
traje y corbata que corría para escapar de la lluvia, maletín en mano y por un
instante, un instante que apenas duró una millonésima de segundo, lo confundió
con él. Con Dean. Porque… no podía ser él, ¿verdad?
El hombre
siguió corriendo y desapareció de su marco de visión, dejándola con la duda y
el corazón sangrando. ¿Por qué, por qué, por qué? ¿Por qué demonios no podía
dejarla tranquila? ¿Por qué se empeñaban los recuerdos en martirizarla con
alguien que nunca, nunca, podría hacerla feliz?
Adele seguía
cantando en aquel CD pirata que sonaba en le Rendez-vous des Amis, o le
Rendez-vous des Amants, como le gustaba a ellos llamarla, cuando decidió
actuar. No pensaba esperar ni un minuto más sentada en aquel canapé esperando a
Lucas mientras los momentos compartidos con Dean comenzaban a devorarla. Iba a
ir al apartamento del pintor y no se marcharía de allí hasta que él no
apareciera, con una enorme sonrisa en los labios y los brazos abiertos para
acogerla entre ellos y hacerle olvidar.
Sí, eso iba a
hacer. Iba a salir a buscarlo, a pesar de la lluvia y de los relámpagos que
rompían la oscuridad de la ciudad. Iría a buscarlo a su casa, a la orilla del
Sena, a todos y cada uno de los sitios donde se habían visto en los últimos
tiempos, hasta encontrarlo y recordarle que había olvidado su cita. Iría al fin
del mundo por él si hacía falta, porque lo quería, aunque nunca se lo dijera.
Porque no estaba con él para olvidar a Dean, realmente lo quería.
¿Verdad?
Me ha gustado, que le ha pasado a Lucas para no ir a la cita¿? Quiero saber que pasa con Cindy, en verdad esta por Lucas para olvidar a Dean¿? Quiero saber todo esto y mas.
ResponderEliminarMe encanta tu historia y lo sabes, jejejeje. Tienes madera, me gustaria verla publicada
¿PORQUÉ LUCAS NO HA IDO,EH? ¡Cómo vaya a hacerle daño a Cindy! -.-´´ Jo,quiero más,con lo majoso que es Lucas,tiene que tener una muy buena excusa :3 Estoy deseando leer más ^^
ResponderEliminar¡Un beso! :D