Las nueve y
diez. Comprobó la hora en su carísimo reloj por enésima vez y soltó una
maldición que quedó acallada por el bullicio de turistas y transeúntes que
plagaban Times Square esa tarde de finales de verano. Llevaba más de diez
minutos esperando y la chica seguía sin aparecer.
Se había
planteado en varias ocasiones mientras aguardaba a que Taylor llegara marcharse
sin más. A fin de cuentas, había sido ella quien había insistido en cenar con
él. Dean no tenía ningún interés por compartir con esa chica nada más, por lo
que le resultaría muy fácil desaparecer entre el gentío y no volverla a ver
más. Sin embargo, el recuerdo de la mirada amenazante y sospechosa que le había
lanzado el entrenador lo retenía. No podía poner en juego su futuro como
deportista de elite.
La aguja larga
del reloj de la céntrica plaza acababa de alcanzar el tres dibujado en su
esfera cuando la vio aparecer a lo lejos. Despampanante como ella sola, la
impresionante rubia esquivaba a los curiosos que merodeaban por la famosa
intersección de calles subida a unos altísimos tacones de aguja negros como la
noche. Para esa ocasión, había escogido un look
más discreto que para la fiesta de bienvenida a la universidad, pero ni siquiera
así pasaba desapercibida y levantaba muchas más miradas que ninguna otra chica.
Sus vaqueros blancos le estilizaban las piernas y el corpiño gris con lazos
plata a la espalda realzaban unas curvas en ella que Dean no recordaba de su
noche de pasión.
-Hola, Dean
–dijo ella con una sonrisa en los labios y alargando la última sílaba como si
se deleitara pronunciando el nombre del chico.
Conforme llegó
a su lado, sin esperar a que él reaccionara, se acercó al muchacho y le plantó
un beso en los labios. El deportista, asombrado, se quedó quieto como una
estaca.
-¿Junior’s?
–sugirió la joven.
El chico
asintió de forma tácita. Aquella sería probablemente la primera vez que comiera
en aquella hamburguesería a espaldas de Times Square, aunque había oído hablar
mucho y muy bien de ella, pero siempre había preferido lugares más selectos y
caros. En ese caso, no obstante, no le importaba dónde ir. Lo único que le
interesaba era que la noche llegara a su fin y pudiera despedirse de Taylor,
con suerte para siempre.
* * * * *
Las enormes hamburguesas con bacon y queso que
les sirvieron acompañadas de aritos de cebolla tardaron un buen rato en
desaparecer de los platos, lo que permitió a la rubia disponer de una gran
cantidad de tiempo con el que tentar a Dean. Mientras conversaban, una vez
rompió el hielo sacando a colación el tema del deporte, las cervezas corrieron una
tras otra hasta acabar con más de media docena cada uno a sus espaldas.
Para terminar,
compartieron un brownie de chocolate
con una nuez pecana encima y un montón de nata montada con una guinda decorando
el postre. Cuando el chico rebañó las últimas migajas de pastel con su cuchara
y se las ofreció a Taylor, esta sonrió complacida, ignorando que en realidad la
alegría que se pintaba en los ojos de su acompañante no se debía a la grata
compañía sino a encontrarse en la parte final de la cita.
-Lo he pasado
genial contigo –reconoció la muchacha al mismo tiempo que se levantaba de la
mesa que les habían dado en el exterior del establecimiento.
Frente a ellos,
la gente formaba una interminable cola a la puerta de un teatro para ver la
obra protagonizada por el crecido actor de Harry Potter. Había oscurecido y las
luces de los numerosos edificios brillaban en la oscuridad convirtiendo a la
Gran Manzana en el mágico mundo que cualquiera imaginaba al pensar en el sueño
americano.
-Yo también
–respondió el chico.
No mentía.
Había disfrutado de su encuentro con la guapísima rubia. Habían hablado de
fútbol, de la universidad, de su época de instituto. Incluso mencionaron a
antiguos amores. La joven contó cómo antes del final de curso había roto con su
novio, un tal Hayden. Sin darse cuenta, Dean se encontró describiendo los años
pasados junto a Cindy y su repentino distanciamiento. El nombre de Sienna no
apareció en la conversación, puesto que él no pensó en ella ni un instante, y
aunque Taylor insistió en conocer los motivos por los que terminó su historia
con la ex animadora del St. Patrick’s, él no dijo nada.
-¿Qué tal si
repetimos más a menudo? –propuso ella-. Podríamos quedar un par de veces a la
semana, cenar juntos y dejarnos llevar por la noche.
Le guiñó un
ojo, picarona.
El deportista
continuó caminando, con la chica cogida de su brazo izquierdo, mientras buscaba
las palabras más adecuadas con responder.
No le
importaría nada repetir esa cena ni la noche que pasaron juntos en su casa,
pero tenía que ser consciente de que Taylor no era una chica como las demás.
Era la hija de su entrenador, la persona más decisiva en ese momento de su
vida. Si las cosas salían mal entre los dos (y tenía la total convicción de que
antes o después todo se destrozaría), aquella situación le afectaría a nivel
profesional.
Y es que,
aunque en ese momento le diera la impresión de que la rubia solo quería pasar
un par de noches de pasión y nada más… ¿cómo podía estar seguro de que dentro
de unas semanas o un par de meses no le pediría fidelidad y una relación
estable? Por mucho que le atrajera la cara de muñeca y el impresionante cuerpo
de la joven, sabía que no podía prometerle eso. En varias ocasiones mientras
estuvo con Cindy intentó ser el novio perfecto, no engañarle con otras ni
hacerla sufrir, pero antes o después acababa pecando y traicionándola. Si con
Cindy, a la que a su pesar había considerado en algún momento la mujer de su
vida, no había funcionado… ¿sería capaz de guardar celibato por una mujer a la
que acababa de conocer?
No,
definitivamente sus encuentros debían terminar allí.
-No sé –se
excusó, andando sin dirección ninguna-… no creo que sea una buena idea.
La joven paró
en medio de la calle y le obligó a hacerlo también él.
-¿Por qué no?
–preguntó, fingiendo indignación, aunque muy divertida en el fondo; adoraba
aquellos juegos, cortejar y ser cortejada, poner a los chicos en aprietos y
jugar con ellos sin piedad-. Tú y yo nos complementamos genial en todos los
sentidos y conectamos como pocas personas en la cama. ¿Qué tiene de malo que
sigamos pasándolo bien juntos?
Dean echó mano
a una vieja excusa que había utilizado en anteriores momentos pero que sabía
que con Taylor no iba a funcionar.
-Tú acabas de
salir de una relación hace relativamente poco y, por mucho que pienses lo
contrario, probablemente no hayas superado lo que pasó con Hayden. Y yo… bueno,
hace más tiempo que lo dejé con mi novia, pero hemos pasado muchos años juntos…
A veces pienso en ella y… no sé, no puedo prometerte que la haya olvidado.
La chica lo
miró con ojos tristes.
-Pero no es por
ti, ¡eh! No eres tú, soy yo, que soy un idiota y no puedo superar el primer
amor ni siquiera con un bombón como tú.
Ante esa
alabanza, Taylor sonrió de nuevo y se aproximó más a él.
Le rodeó el
cuello con los brazos y pegó sus labios a los del chico, con una separación
entre ambos de escasos milímetros.
-No te
preocupes, Dean, yo te haré olvidar –su voz sonó seductora y confiada-. Además,
me encanta esa faceta tuya romántica que tanto te empeñas en ocultar con tus
aires de machito orgulloso. ¿Ahora que me la has enseñado me la piensas
arrebatar sin que la pueda disfrutar?
Le besó un par
de veces en el cuello y fue subiendo su boca hasta mordisquearle el lóbulo de
la oreja. Estaban en el medio de la calle y algunas personas les miraban, pero
no le preocupaba. Quería divertirse y el resto del mundo sobraba.
-Para –pidió
él, con los ojos cerrados y la voz rota.
Ella no hizo
caso a la petición y le acarició la nuca despacito con la punta de los dedos.
-Para –repitió
Dean, a lo que ella se negó dándole un suave beso en los labios.
Tras eso, el
deportista no se controló. En cuanto sus labios rozaron los de Taylor, la apretó
contra su cuerpo y comenzó a besarla con furia, como si quisiera devorarla y
hacerla suya para siempre.
Se besaron
durante un buen rato hasta que un grupo de niños de unos doce o trece años pasó
por su lado y les silbaron mientras aplaudían y le daban ánimos.
Taylor se
separó del chico y sonrió.
-Vamos a llevar
esto a un lugar más íntimo, ¿no? –ofreció, mientras sacaba las llaves de su
apartamento del bolso.
Dean asintió y
la cogió de la mano.
Así, cuando el
día siguiente amaneció, el sol lo encontró en una casa distinta, en una cama
distinta, pero con la misma chica.
Esa noche, el
joven no durmió. Durante su segundo encuentro con Taylor, intentó olvidarse de
todo y disfrutar, pero cada vez que la besaba y la acariciaba, veía en su mente
la cara del entrenador mirándolo iracundo.
Por más que se
esforzara por conseguirlo, estaba seguro de que jamás dejaría de ver a Taylor
como un obstáculo en su carrera.
No ha estado mal el capitulo, pero no me gustan los capitulos de Dean. Es un poco tonto. Me encantan los capitulos de Paris, son los mejores. La parejita de Paris es la mejor. No dejes de escribir sobre Paris. Me gustaria solo un libro sobre Paris y la parejita ;)
ResponderEliminarCreo que la autora tiene un poco de libertad para escribir lo que quiera, no? Cierto es que los capítulos de París son muy bonitos, pero en la vida hay más cosas que el amor perfecto y súper romántico! Lu, nos vemos pronto, eh?!
ResponderEliminar