-Vaya… -musitó
Cindy conforme sus labios se separaron de los de Lucas y la magia de ese beso
quedó flotando en el aire.
A escasa
distancia de ella, el francés sonrió.
-Lo que
sospechaba… -murmuró él.
Curiosa, la
joven se levantó lentamente de la mesa en la que estaba sentada y se acercó de
nuevo a él.
-¿Qué
sospechabas? –preguntó.
-No, nada
–contestó el muchacho mientras regresaba frente al caballete y mojaba por
primera vez la brocha en pintura.
-Dímelo
–insistió la americana-. No puedes tirar la piedra y esconder la mano.
Lucas había
comenzado a pintar sobre el lienzo y parecía estar prestando atención
únicamente al cuadro, pero ella supo que solo estaba fingiéndolo, puesto que
vio como los labios de este se estiraban para formar otra sonrisa.
-Venga, dime
qué sospechabas –pidió de nuevo al tiempo que caminaba hacia él y se paraba a
su lado.
Como no
conseguía ninguna respuesta por parte del artista, llevo a cabo un arriesgado
movimiento: alargó la mano a la paleta de colores, tocó la pintura con los
dedos de forma discreta y tocó la cara del chico.
Sobresaltado al
notar la humedad de la pintura en su mejilla, el francés dio un paso atrás y
dejó caer el pincel al suelo para poder atrapar los brazos de Cindy. Ella, sin
embargo, parecía decidida a embadurnarle todo el rostro de pintura con tal de
sonsacarle qué había querido decir con esas tres palabras.
-¡Dímelo!
–chilló mientras forcejeaban y se manchaban de pintura el uno al otro.
-¡No!
Juguetearon un
rato hasta que la rubia quedó sin aliento y debió aceptar que el chico había
ganado. Con un manchurrón rosa en un moflete y la barbilla y la frente de color
azul turquesa, dejó que los brazos de su rival en aquella lucha la atraparan
por completo.
-Sabía que
debías besar bien –señaló Lucas al fin, sin soltar a la chica de ese extraño y
colorido abrazo.
-¿Ah, sí?
–bromeó ella-. ¿Qué ha sido esto, un experimento? ¿Querías comprobar tu teoría?
El pintor
asintió con la cabeza aunque el brillo juguetón de sus ojos delató la mentira.
-Vale, vale
–continuó diciendo Cindy, indignada, mientras rompía el abrazo-… Pues me parece
que te has quedado sin modelo.
Aún con las
manos manchadas de pintura, se acercó a la silla donde el chico había dejado su
pañuelo para el cuello y se agachó a cogerlo. Antes de que tuviera tiempo de
tocarlo si quiera, el muchacho la agarró por detrás y la retuvo.
Sonriendo,
consciente de que Lucas no la veía y convencida de que el francés se había
tragado su actuación, se giró hacia él con semblante serio. El joven le siguió
el juego.
-Desde el
primer día en que te vi, no he podido dejar de pensar en esos labios. Cada
noche, cuando me acostaba a dormir, me preguntaba cómo debía ser besarlos, y
nunca dudé que debías ser una gran besadora, una auténtica maestra. Hoy me lo
has demostrado y me has enamorado.
Cindy se sonrojó.
Bajó la cabeza para que el artista no supiera lo avergonzada que se encontraba
y se llevó la mano al pecho de forma instintiva. El corazón le latía tan fuerte
y tan acelerado que sintió la necesidad de comprobar que no se le había salido
del pecho.
-No seas
adulador –dijo, sin levantar la mirada.
Lucas le
acarició la mejilla pintada de rosa y después acercó su boca a la oreja de la
chica.
-No lo estoy
siendo; solo soy sincero. Te quiero.
Le mordió el
lóbulo de la oreja despacio, jugueteando con él mientras sentía cómo la chica
se derretía en sus brazos. Esperaba un “yo también te quiero” o algo similar,
pero Cindy no respondió. Siempre le había costado expresar sus sentimientos
cara a cara con palabras, y es que con Dean había aprendido a dejarse llevar
por las emociones y actuar. Nada de discursos ni diálogos: acción directa.
Por ello,
cuando no pudo soportar ni un segundo más los mordiscos de Lucas en su oreja y
cuello, no se controló y lo volvió a besar en los labios.
A diferencia
del anterior, ese beso no fue comedido y calmado, sino pasional y frenético. Un
beso que había deseado como agua de mayo desde que llegó a París y que por fin
se había convertido en una realidad.
Lucas no se
amilanó ante la fuerza de Cindy. Todo lo contrario; cuando esta se lanzó sobre
él y lo besó siguiendo sus instintos más primarios, bajo sus labios cubiertos
por los de ella apareció una sonrisa.
Tras unos
instantes de confusión, manos enganchadas en la ropa y pequeños gemidos
apagados, también él hizo lo que el cuerpo le pedía. Cogió a la americana en
brazos, la levantó del suelo y con las piernas de ella rodeándole la cintura,
sin dejar de devorarse, la arrastró hasta el destartalado sofá del diminuto
salón.
No hizo ninguna
pregunta. Cindy tampoco se sorprendió, aunque en el fondo había esperado un
“¿estás segura?” o alguna promesa de amor.
Tumbados en el
pequeño canapé en que apenas les cabían las piernas, se abrieron paso bajo la
ropa del otro y recorrieron sus cuerpos como viajeros que exploran un nuevo
mundo. Él, firme y decidido, experto aventurero. Ella, temblorosa y emocionada.
Aquel era el
primer chico al que besaba después de Dean, el primer cuerpo de hombre que
acariciaba después de Dean y, en cuestión de minutos, Lucas sería el primer
chico que la amara sin limitaciones después de Dean. El primero y el último,
porque desde el deportista, la vida de Cindy se había venido abajo y ningún
otro chico había logrado abrirse camino en su corazón. Ninguno hasta ese
momento.
Ahora tenía a
Lucas el bohemio, el artista, el amante apasionado y divertido. El pelo largo
en el que colar sus dedos y con el que juguetear durante horas tumbados en la
cama roja de la pequeña habitación con vistas al río. El mismo que iba a
retratarla y a convertirla en su musa, en su gran inspiración.
De forma
inesperada, aunque no por ello menos deseada, Lucas había pasado de ser su
entretenimiento cada mañana a convertirse en su sueño y su ilusión.
Mientras se
desnudaban y se despojaban de las últimas prendas que los cubrían, Cindy tuvo
la certeza de que su camino de sufrimiento y de recuerdos dolorosos había
llegado a su fin.
El destino
había acabado por compensarle tanta tristeza y tantos años aguantando
infidelidades y traiciones de la persona a la que amaba con aquel francesito
pizpireto y atractivo.
Lo besó aún con
más fuerza. Necesitaba acelerarlo todo y dejar de pensar si no quería romper a
llorar.
-Lucas…
-susurró, mirándolo a los ojos y notando como un escalofrío le recorría el
cuerpo al verlo completamente desnudo por primera vez.
Sí, el destino
tenía un extraño sentido del humor, pero había terminado por entregarle una
recompensa.
Lucas, su polo
opuesto, su antagonista. Su tabla de salvación.
QUÉ BONIIIIIIIIIIITO :'D
ResponderEliminarMe alegro tantísimo por ella... :)
Me encanta, sabes que adoro los capitulos de Paris. Ellos hacen una gran pareja y lo sabes. Quiero mas capitulos de Paris. Porque son los mejores y los que mas me gustan. Tus capitulos son geniales, sigue asi q llegaras muy lejos ;)
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