Sin saber cómo
había ocurrido, Sienna se encontró sacando fotos bajo la tela negra de aquella
antigua cámara, con su cabeza separada por unos escasos centímetros de la del
chico de gafas de pasta. Cansada de esperar la llegada de Abby, había aceptado
la oferta del muchacho de echarle una mano en su trabajo nocturno, por lo que
cuando su amiga volvió a entrar en el recinto, caminando junto a Nathan,
decidió continuar charlando y haciendo compañía a Zach, el fotógrafo. Ignoraba
qué habría pasado entre los dos durante su paseo por los puestos del mercado
medieval, pero tenía clara una cosa: pensaba darle vía libre toda la noche y
esperar a que fuera Abby quien corriera a buscarla para contárselo todo.
No obstante,
tras un buen rato compartiendo risas y comentarios jocosos con su nuevo amigo,
Sienna miró el reloj. Había transcurrido más de una hora y media desde su
llegada a la fiesta y ninguna de sus compañeras había dado señales de vida.
Respecto a su mejor amiga, confiaba que aquella fuera una buena señal. En
cuanto a Yuri, Brooke y las demás jóvenes de la hermandad sospechaba que ni tan
siquiera la habían echado en falta.
El muchacho
debió de percatarse del vistazo rápido que le había lanzado al reloj, porque
apoyó las manos con calma sobre la parte posterior de la cámara, la miró con
semblante serio y le hizo una pregunta que la descolocó por completo.
-Te aburres
conmigo, ¿verdad?
-¡Qué va, para
nada! ¿Por qué dices eso? –le dedicó una mirada enfadada, como la que una madre
le echa a su hijo cuando este acaba de decir que nadie lo quiere-. ¡Si no he
dejado de reírme contigo ni un minuto?
El fotógrafo
soltó su máquina y se dejó caer sobre la silla que tenía al lado.
-No sé, como
mirabas el reloj, me ha dado la sensación de que querías marcharte.
Sienna le
reprendió.
-¡Pues te
equivocas! Me lo estoy pasando genial. Es solo que hace un montón de rato que
no sé nada de ninguna de mis amigas y no sé…
-¿Estás
preocupada por ellas? –quiso saber el chico.
-En parte sí,
aunque al mismo tiempo pienso que si no ha venido ninguna a buscarme debe ser
por algo. Estarán muy ocupadas conociendo al amor de su vida o bailando hasta
caer rendidas.
La tristeza que
la había embargado tras leer el mensaje de Matthew parecía haber desaparecido
unos minutos antes. Sin embargo, en ese momento atacaba de nuevo, incluso con
más fuerza.
-Si quieres
echamos un vistazo por la zona VIP para ver qué están haciendo –sugirió el
fotógrafo, con una sonrisa pícara en los labios.
-Es que no
quiero molestarlas –repuso ella-. Seguro que…
-¡Venga, no
seas quejica! –le respondió el chico-. Ven conmigo y vamos a ver qué hacen.
Sin esperar a
que Sienna contestara, echó un vistazo alrededor para comprobar que no había
nadie y que su cámara no estaría en peligro durante el tiempo que pasaran lejos
de ella, cogió a la joven de un brazo y la arrastró al interior de la zona VIP.
-Pero…
-¡Nada de
peros! Sígueme.
Pasaron por
detrás de un grupo de altísimos chicos de hombros anchos, probablemente
deportistas, que jugaban al beer pong con sus vasos de cerveza, y junto
a unas chicas de una hermandad que Sienna no conocía y que la miraron de arriba
abajo, como si la reconocieran. La española agachó la cabeza para esquivar
aquellas miradas y se apresuró a seguir al chico, que la guiaba hacia el centro
de la pista de baile.
-Mira, ahí está
Mulán –le escuchó decir.
Dirigió la
vista hacia el punto que señalaba y reconoció en ese mismo lugar a Yuri
bailando sin parar, con las mejillas rojas por la fatiga, y el pelo despeinado
de tanto salto, giro y abrazo.
-Lo dicho, ni
se acuerdan de mí –gritó Sienna para que Zach la escuchara a pesar de caminar a
unos pasos por delante de ella.
-¡Pesada! –le
contestó él-. Vamos a buscar a la otra chica, venga.
-¡Abby! –chilló
ella de nuevo.
-¿Qué? –el
fotógrafo paró en seco y giró la cabeza para escuchar bien que le decía.
-¡Que se llama
Abby! –explicó ella.
Zach sonrió.
-Busquemos a
Abby entonces.
Siguieron
caminando entre la multitud, que había aumentado una barbaridad desde que
Sienna había abandonado la pista de baile para refugiarse en los lavabos y en
la compañía de aquel peculiar muchacho al que parecía conocer de toda la vida.
Era tal el gentío que la chica apenas alcanzaba a verse los pies, además de
sentir un gran agobio al verse rodeada de tantas personas, mucho más altas que
ella en su mayoría, por lo que decidió clavar la vista en el suelo y no volver
a alzarla hasta no salir de aquel desagradable tumulto.
De pronto, notó
cómo chocaba contra algo. Pese a que no le hacía falta mirar adelante para
saber que había golpeado a Zach, levantó la cabeza para ver el motivo por el
que el muchacho había parado en seco de caminar.
Frente a ella,
el número de personas que festejaban aquella primera fiesta del curso escolar
había decrecido, por lo que no tardó en detectar qué miraba el chico con la
boca abierta.
-¡Abby! –gritó,
aunque su chillido quedó ahogado por la canción que sonaba, estridente, por los
altavoces que rodeaban aquel recinto.
Su amiga, a
unos dos metros de ella, no se giró a ver quién la llamaba. No la había oído.
Ahogó el
siguiente grito que amenazaba con escapar de su garganta al ver cómo el fotógrafo
la miraba con mala cara.
-No le cortes
el rollo –señaló, mientras señalaba a la otra chica, vestida tan dulcemente con
el hermoso vestido blanco, que besaba empujada por una pasión irreprimible a un
chico alto y de pelo rubio.
La española no
supo qué hacer ni qué decir. ¿Quién era aquel chico al que Abby besaba como si
no hubiera mañana? Desde donde estaba, no alcanzaba a verlo bien. ¿Era Nathan?
Su amiga se
separó de su pareja un poco, quien giró hacia el lado contrario al que se
encontraban ellos dos, impidiéndoles reconocerlo. El muchacho cogió a la
neoyorquina de la mano y, sin decirle nada, la arrastró hacia el interior de
una puerta que tenían a su lado: el cuarto de baño de chicos.
-Vaya, cuando
la vi hace un rato no tenía pinta de ser tan lanzada –se burló Zach, suponiendo
qué se disponían a hacer esos dos dentro de los aseos.
-¡Es que no lo
es! –rechistó Sienna-. Abby es una niña muy buena y nunca la he visto hacer
algo así. No me puedo creer que de verdad quiera hacer lo que estoy pensando…
Su gesto de agobio
y malestar no pasó desapercibido al chico, que dejó de bromear de inmediato.
-Entonces, tal
vez no quiera…
-¿Cómo que tal
vez no quiera? –preguntó ella, algo perdida con toda aquella asombrosa
situación.
-Pues eso, que
igual no quiere hacerlo. A lo mejor no es consciente de que acaba de meterse en
los baños de una fiesta con el frat boy de turno y que este espera más
de dos besitos de ella. Puede que se le haya ido la mano con los chupitos y
esté un poco borracha.
-¡Pero si Abby
nunca bebe!
-Bueno, tampoco
se mete en aseos con desconocidos y acaba de hacerlo. No deberíamos descartar
nada ahora mismo, ¿no crees?
Sienna se quedó
blanca como una sábana. Pese a ser un bromista nato, el chico le había dicho
muy enserio aquellas últimas palabras y en cierto modo tenían sentido. ¿Y si su
amiga estaba bajo los efectos del alcohol o de alguna droga y dejaba que
hicieran con ella algo que no deseaba?
-¿Qué hacemos?
–preguntó, con un nudo de angustia en la garganta.
-Lo que tú
quieras –contestó el chico al mismo tiempo que se encogía de hombros-. Aunque
si Abby es tal y como la describes, si ella fuera mi amiga, no la dejaría
acabar lo que está comenzando ahí dentro.
* * * * *
-Bésame,
preciosa –le pidió el muchacho mientras le lamía el cuello y jugueteaba con el
escote de su vestido.
Estaba mareada,
muy mareada. Apenas podía mantener los ojos abiertos. De vez en cuando
conseguía centrarse y abrirlos durante unos segundos, pero todo se movía tanto
a su alrededor que nunca lograba ver la cara del chico al que estaba besando.
Al sentir los
labios de este bajando hacia su pecho, sus manos se dejaron guiar por un
impulso irracional: el de apretarle la cabeza contra su cuerpo para que no se
separa de ella jamás y disfrutar del momento.
-¡Eh, tú, fuera
de ahí! –escuchó decir poco después de oír abrirse la puerta de aquella
habitación de golpe.
A pesar de no
ver quién había formulado esas palabras, la reconoció de inmediato por la voz.
-¿Sienna?
–balbuceó.
Al subir la
cabeza deprisa, sintió cómo se mareaba aún más.
-No la toques –dijo una voz masculina.
-¿Quién eres tú
para impedírmelo? –respondió otra vez de hombre.
Un empujón la
tambaleó y la hizo caer en los brazos salvadores de Sienna.
-¡Zach,
vámonos, por favor! –la oyó gritar, con un claro tono de temor en sus palabras.
Más golpes y
ruidos que no supo cómo interpretar a su alrededor. Al otro lado de sus ojos
abiertos, solo oscuridad.
-¡Vamos!
–chilló la española, empujándola fuera del aseo y agarrando a alguien del
brazo.
Después de eso,
música en la lejanía. Una voz que podría ser la Rihanna, Beyoncé o Shakira,
distante, meciéndola en una nana interminable. Y tras ello, silencio.
* * * * *
-No me puedo
creer que ese sinvergüenza intentara propasarse con ella teniendo en cuenta el
estado en que se encontraba –dijo Sienna, con el cuerpo apoyado contra la
puerta del dormitorio de su amiga, donde esta descansaba, gimiendo de vez en
cuando que se mareaba y llorando en sueños.
-Al menos no
pasó nada. Los interrumpimos antes de que fuera demasiado tarde –señaló Zach,
con una tímida sonrisa.
-¿Tú crees?
–preguntó ella, evocando el momento en que abrieron la puerta del cuarto de
baño y vieron al chico, con la cremallera bajada, remangando el vestido de su
amiga.
-Sí, estoy
seguro. Hemos llegado justo a tiempo.
La muchacha
suspiró, esforzándose por creer en las palabras del fotógrafo.
-¿Estás segura
de que no necesitas nada más? –se ofreció él, servicial.
-No, gracias.
Ya has hecho bastante por hoy. Ahora sólo me queda esperar a que despierte para
echarle una bronca por acabar como ha terminado. Pero eso vendrá mañana, y
mañana será otro día –sonrió también con timidez.
-Buenas noches
entonces –dijo el chico al mismo tiempo que daba un paso al frente y besaba la
mejilla de la española.
-Buenas noches
y gracias de nuevo –repitió ella, mientras una lágrima escapaba de sus ojos.
Para que no la
viera llorar, giró sobre sí misma, entró en la habitación y cerró de un
portazo. Al otro lado de la puerta, escuchó los pasos del chico de las gafas
alejarse a paso lento por el largo camino de la zona femenina de Camino &
Founders. En la escalera, probablemente, se encontraría con la vigilante de la
planta, que lo acompañaría hasta la calle para cerciorarse que se cumpliera el
tope de tiempo de cinco minutos que le había permitido pasar dentro de aquel
ala de la residencia de estudiantes.
-¿Qué he hecho,
Sienna? –oyó sollozar a su amiga, tumbada en la cama y con los ojos anegados en
lágrimas.
-Tranquila,
Abby, no has hecho nada –se forzó a mentir, puesto que desconocía qué se había perdido
de toda aquella historia.
-Salí a pasear
con Nathan y apareció Sophia y -rompió a llorar desconsoladamente-… Son pareja.
No pude soportarlo y me derrumbé en la barra. Ese chico me invitó a algo.
Parecía muy simpático al principio, tanto que me animé a jugar a “beso,
atrevido, verdad” con él. De pronto, aquella copa se convirtió en otro, y otra
más, y tras eso no recuerdo nada más, sólo que me besaba, me tocaba y…
Se sobrecogió.
-¡Dios, cómo he
podido dejar que me tocara así! Menos mal que estabas ahí tú para rescatarme.
-No te
preocupes, cariño, no ha sido nada –la consoló Sienna, acostándose sobre su
amiga y fundiéndose con ella en un tierno abrazo-. Además, te lo debía después
de cómo me protegiste tras mi primera fiesta en Nueva York y el desmadre
posterior a mis siete minutos en el paraíso.
Al decir las
últimas palabras, sonrió.
-Me piropeó. Me
dijo que mi vestido era precioso, pero que no tanto como yo –siguió explicando
la americana-. Después del disgusto al descubrir lo de Sophia y Nathan, necesitaba
escuchar algo bueno y le creí. Confié en que no lo decía con dobles
intenciones, en que lo pensaba de verdad y lo decía sin maldad.
-Olvídalo,
Abby, de verdad. Ese tío no merece que sigas pensando en él.
-Solo quería
darle envidia a Nathan y demostrarle a Sophia que yo también podía conquistar a
un chico guapo. Solo quería… -murmuró, aún entre los brazos de la española.
-Ya pasó, Abby.
Si tú estás bien, todo está bien. Olvida a ese tío. Es más, cierra los ojos y
duérmete. Mañana cuando te despiertes lo verás todo de otra manera. Te lo
prometo.
Ufff pobre Abby, menos mal que ha llegado Sienna a tiempo!!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el capítulo, esperaré el siguiente ansiosa :)
Verónica C.Z
Me has dejado de piedra, no creia que Abby fuera asi. Sienna ha sido muy maja al ayudarla, quiero ver como se encuentra Abby al dia siguiente. Es que no me puedo creer que se besara con un desconocido solo por saber que Nathan tenia novia. Bueno, espero el siguiente ;)
ResponderEliminarCapitulo emocionante!
ResponderEliminarPobre Abby, espero que Nathan se entere y cuide de ella o algo asi!
En cuanto a Sienna, creo que Zach y ella podrian tener algo, no como lo de Matthew y Sienna pero algo!
Esperare el tiempo que haga falta para otro capitulo!
XOXO
OMG! Pobre Abby :( Menos mal que ahí estaba Sienna y la ha salvado, sino...
ResponderEliminarMuy buen capítulo, como siempre.
Besos (L)
Sube un nuevo capitulooooooo!
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