Los labios de
Sophia se separaron de los de su chico y formaron una hermosa sonrisa.
-¿Dónde te
habías metido? He estado buscándote por todas partes, príncipe azul.
Nathan le
acarició con ternura la mejilla antes de responderle.
-Me he
encontrado con una amiga y hemos decidido salir a dar una vuelta por los
puestos de la feria renacentista.
-¿Una amiga?
–preguntó la joven al mismo tiempo que giraba el rostro y permitía que sus ojos
se encontraran con los de su hermana pequeña en la hermandad-. ¡Pero Abby, si
eres tú! No me había dado cuenta, y eso que estaba presente cuando te comprabas
este vestido.
La rubia la
agarró de la mano y la hizo girar un par de veces sobre sí misma para poder
contemplarla más detalladamente.
-Madre mía,
estás preciosa con el pelo así. Después de tanto rato de tiendas, parece que no
nos hemos equivocado en nuestra selección.
Abby intentó
con todas sus fuerzas agradecerle el cumplido, pero el beso del que acababa de
ser testigo la había derrumbado por completo, por lo que apenas logró
devolverle la sonrisa.
-Así que os ya
conocíais -reflexionó la presidenta de la hermandad, mirando con suma atención
a los dos muchachos-… no tenía ni idea.
-Sí –respondió
al fin la neoyorquina-. Sienna y yo coincidimos con él el primer día que
pasamos en la universidad, en la cola de registro.
Omitió que las
ayudó a evitar la interminable espera colándolas por delante de tantos
estudiantes del mismo modo que prefirió no decir que las había acompañado hasta
el mismo pasillo de sus habitaciones. Pero, sobre todo, se cuidó de no
descubrirle los sentimientos que albergaba hacia él. Nathan era el chico del
que Yuri les había hablado aquel día en el columpio, el único que la había
hecho acostarse a dormir pensando en algo distinto a los estudios, el que la
había animado en primer lugar a plantearse la idea de unirse a una hermandad.
-¿Y vosotras de
que os conocéis? –quiso saber él, curioso; en ningún momento se le había pasado
por la cabeza que aquellas dos chicas tuvieran algo que ver.
-Abby es mi
hermana pequeña en Alfa Delta Pi –respondió Sophia unos segundos antes de
acercarse a ella, pasarle el brazo por los hombros, y darle un cariñoso
achuchón.
-Vaya, qué
sorpresa –señaló Nathan.
-Y que lo digas
–murmuró muy bajito Abby, que seguía sin comprender nada de lo que estaba
pasando-. Entonces, ¿estáis juntos?
Al notar que
sus últimas palabras sonaron entrecortadas, intentó explicarse.
-Es decir,
¿sois pareja? –miró a la otra chica con el semblante sorprendido y cierto miedo
en los ojos-. Nunca me habías hablado de él.
-¿Recuerdas la
noche del rito de iniciación, cuando nos sentamos en el jardín con Brooke y las
otras chicas? –le recordó su hermana mayor; ella asintió-. Estaba apunto de
hablarte de él cuando escuchamos el grito en la cocina.
Abby recordaba
perfectamente ese momento, porque también ella había estado apunto de reconocer
ante sus nuevas amigas que había conocido a un guapísimo universitario de Alpha
Omega que había provocado un vuelco en su corazón. ¡Menos mal que no había
dicho nada!
-Sophia y yo
llevamos juntos casi nueve meses –intervino el muchacho, cogiendo de la mano a
su novia.
Un nudo se
formó en la garganta de la más joven de los tres. Hacía unos minutos, esa mano
masculina y fuerte había tocado la suya y le había dado alas. El tacto de su
piel la había subido a las nubes. Y… ¿para qué? La historia se repetía. Maldita
era su suerte. Después de tantos años sin fijarse en ningún chico, evitándolos
a todos para no volver a pasarlo mal, sus sentimientos habían acabado por
despertar con otro joven emparejado.
-Nos conocimos
en un evento conjunto de nuestras hermandades. El primer curso, novatos los
dos, comenzamos una amistad y cada vez nos llevábamos mejor, pero en ningún
momento pensé que pudiera tener con ella ninguna posibilidad. ¡Sophia siempre
estaba rodeada de chicos! Por eso, cuando durante una fiesta en el siguiente
curso ella me dijo que le gustaba, no pude creerme mi suerte. Desde ese día, no
nos hemos separado.
La pareja se
dedicó una carantoña y se dirigieron una mirada indudablemente enamorada.
Paralizada todavía por el descubrimiento y con el corazón hecho añicos, Abby se
descubrió odiándolos. ¿Por qué demonios le había contado Nathan su historia?
¿Es que creía acaso que le importaba? Se mordió el labio con disimulo para
calmar sus nervios. Por supuesto que le importaba, a quién quería engañar.
Desde que vio a Sophia corriendo hacia el chico, había querido saber qué les
unía, qué había entre ellos. Y ahora al fin lo sabía, aunque la respuesta no le
gustara nada.
-¿Verdad, Abby?
–por lo visto, mientras ella le daba vueltas a la cabeza, la rubia había dicho
algo.
-¿Perdona? –se
disculpó-. Con esta música tan fuerte, no he oído nada.
-Le estaba
diciendo a Nathan que tal vez la historia se repita pronto entre nuestras
hermandades, porque te gusta un chico de Alpha Omega y no vamos a rendirnos
hasta que consigamos llamar su atención.
¿Qué? La boca
de Abby se abrió de par en par como muestra de su sorpresa.
-Bueno, yo…
-buscó las palabras más adecuadas para responderle, pero no se le ocurría nada;
solo podía pensar en que, pese a su buena voluntad, Sophia acababa de meter la
pata hasta el fondo.
Como a Nathan
se le ocurriera preguntarle quién era aquel chico misterioso, acabarían por
descubrirla. No conocía a ningún otro miembro de esa fraternidad, por lo que no
podía arriesgarse a decir un nombre al tuntún. Hiciera lo que hiciese, estaba
en un aprieto.
Por fortuna, el
joven no se interesó por su vida amorosa, sino que al verla tan cortada y con
las mejillas pintadas de rubor, decidió echarle un cable.
-Seguro que
tiene mucha suerte con él. Aún así, de todas formas, no todas las personas
somos lo que parecemos a simple vista. Te recomiendo que esperes un poco y lo
conozcas mejor antes de lanzarte. No debería decirte esto, ya que mi deber es
defender a mis hermanos, pero algunos de ellos son unos cafres de cuidado.
Sophia soltó
una carcajada, mientras que Abby no pudo menos que esbozar una tímida sonrisa.
-Te tomaré la
palabra. No me acercaré a él ni a ningún otro chico hasta estar segura de que
es el adecuado.
Tanto Nathan
como su novia volvieron a dedicarle una sonrisa.
-Ahora, si no
os importa, voy a darme una vuelta por la fiesta a buscar a Sienna. La he visto
antes con el fotógrafo en la puerta y no tenía muy buena cara, así que voy a
ver cómo se encuentra.
-Claro,
señorita Middleton –respondió el muchacho-. Ten mucho cuidado y disfruta de la
fiesta.
-Vosotros
también –dijo ella mientras miraba a la otra chica y se sentía terriblemente
mal por los horribles pensamientos que tenía en ese momento en la cabeza.
-Nos vemos
luego, princesa –se despidió Sophia, acercándose a ella y dándole un beso en la
mejilla-. Pásalo bien y arrasa como tú sabes.
¿Arrasar? Sí,
claro que arrasaría. Con los canapés que ofrecían en la barra al otro lado de
la pista de baile, tan lejos de la parejita como le fuera posible. Y con los
chupitos de tequila y de whisky de melocotón, porque esa noche necesitaba
ahogar sus penas.
Había llegado a
aquella fiesta como una princesa, ataviada con un precioso vestido y el corazón
ilusionado, pero como todas las princesas, al llegar la medianoche se había
acabado la magia y había vuelto a ser la misma Cenicienta de siempre. Triste,
sola y con el corazón destrozado.
*****
Sienna había
permanecido encerrada en el diminuto baño portátil tanto tiempo como había
podido, pero cuando alguien fuera se puso a aporrear las paredes de plástico de
forma reiterada, debió tomar la decisión de salir.
Nada más
hacerlo, se encontró frente a frente con la chica de la pareja que había
esperado tras ellas en la cola del photocall, que la miró con gesto disgustado
al mismo tiempo que decía:
-Tenías que ser
tú…
La española
pasó de largo sin prestar atención a esas palabras. No tenía ganas de discutir
con nadie, y menos esa noche, que tenía las defensas por los suelos tras leer
el mensaje de Matthew en Twitter. De enzarzarse verbalmente con alguien, era
consciente de que acabaría llorando.
Buscó a Abby y
Yuri con la mirada, pero no consiguió ver a ninguna de las dos. ¿Dónde se
habían metido? Si hace un momento estaban ahí, charlando y bailando con algunas
de las otras chicas de Alpha Delta Pi… Bueno, tal vez no había sido hacía un
momento, pero seguía pareciéndole tan raro que las dos se hubieran marchado sin
decirle nada ni esperarla…
Mientras
levantaba el cuello y escrutaba a un lado y a otro de la pista de baile en
busca de sus dos amigas, notó como su teléfono vibraba de nuevo. Una llamada.
¿Una llamada? ¡Sí, una llamada! Y, después de leer las preciosas palabras de
Matthew, estaba segura de que era él.
Se apresuró a
buscar el móvil y a apretar el botón que aceptaba la llamada. Lo hizo tan
rápido que ni siquiera leyó el nombre que rezaba la pantalla, por lo que la voz
que escuchó al otro lado del terminal la sorprendió.
-¿Cariño?
Una voz
femenina y dulce. La de su madre.
-¿Mamá?
-¡Hola,
preciosa! ¿Cómo estás?
Sienna abrió la
boca para responderle, pero la mujer se adelantó.
-Madre mía,
cuánto ruido hay por detrás. ¿Estás en una fiesta?
-Sí, mamá. Hoy
era la primera fiesta oficial de las hermandades, un evento medieval.
-¡Anda, qué
bien! Me alegro mucho de saber que has comenzado la vida universitaria con tan
buen pie.
-Bueno, sí… -su
voz sonó triste, y la modelo se percató de inmediato.
-¿Qué pasa,
cariño? ¿Algo no va bien?
-No, mamá, no
es eso. Es… bueno, ya sabes… lo de siempre. Es por Matthew.
-¿Por Matthew?
–preguntó la mujer extrañada-. ¡Si acabo de leer lo que ha colgado en Twitter y
me ha encantado! ¿Qué pasa, que ha hecho algo malo y ha escrito eso para que lo
vea todo el mundo y tengas que perdonarlo?
Sienna se
asombró ante la disparatada idea de su madre. ¿Hacer algo malo y colgar una
declaración de amor en una red social para que lo disculpara? Matthew no era
ese tipo de chico.
-Qué va, nada
de eso. Toda va muy bien entre los dos… Es solo que yo también he leído ese
mensaje y… no sé, se me ha venido el mundo encima. Lo echo mucho de menos, y
aunque sé que en Navidades volveremos a vernos y a pasar juntos más tiempo, me
resulta insoportable esta espera –calló unos instantes antes de continuar-. La
distancia es horrible.
Al otro lado de
la línea, su madre sonrió.
-No sabes
cuánto te entiendo, pequeña. Es muy difícil mantener una relación a distancia,
sí, pero siempre merece la pena intentarlo en vez de cortar por lo sano antes
de haber hecho lo imposible para mantenerla a flote, ¿no crees?
La joven
suspiró. Sí, decirlo era muy fácil, pero hacerlo no tanto. ¿O es que acaso se
le había olvidado ya que había dejado a su marido y había engañado a su hija
para marcharse a cumplir un sueño sin intentar siquiera salvar su familia?
-No tienes que
desanimarte, Sienna. Aunque ahora parezca que diciembre queda muy lejos y no va
a llegar nunca, no puedes tirar la toalla ni hundirte por tenerlo tan lejos.
Debes mantener la ilusión del primer día, tachar con una cruz un día más en el
calendario y sonreír porque la espera se va acortando. Si no lo haces, te
vendrás abajo y entonces, por muchos mensajes y llamadas que recibas, nada
conseguirá animarte.
-Ya, si tienes
razón, pero no sé… No quiero tener que esperar tanto tiempo. Quiero verlo ya.
-Pero no puedes
y lo sabes. Sin embargo, sí puedes llamarlo y decirle que lo quieres y que lo
echas de menos. Seguro que escuchar su voz te hará mucho bien.
La joven
asintió. Se le hacía extrañísimo compartir a corazón abierto esas confidencias
con su madre, a la que había llorado durante años y odiado, sin poder
comprender su marcha, durante meses, aunque había que aceptar que la mujer
acababa de darle un buen consejo.
-Tienes razón,
mamá. En cuanto cuelgue la llamada lo llamaré para darle las gracias por el
mensaje y saber qué tal está él.
-Claro que sí,
pequeña, esa es la actitud. Optimista hasta cuando no tengas ganas de serlo.
A pesar de no
poder verla, por la forma en que la modelo pronunció estas últimas palabras,
Sienna supo que estaba sonriendo.
-Por cierto,
¿querías algo? –preguntó, curiosa ante la inesperada llamada de la mujer.
Si bien era
cierto que intentaban mantenerse en contacto con e-mails casi diarios y
llamándose a menudo, que la llamase a esas horas de la noche sin previo aviso
se salía de lo normal.
-No, ¿por qué
lo preguntas?
-Como me has
llamado, creías que querrías decirme algo.
-¡Ah, sí!
–exclamó Keira-. Realmente es una tontería, pero me hacía ilusión contártelo.
La mujer sonaba
emocionada, tan feliz como una niña.
-Voy a volver a
España en breve.
La noticia la
cogió por sorpresa.
-¿A España?
¿Para qué?
-Las chicas y
yo vamos a hacer una campaña en colaboración con una empresa de calzado
alicantino y las fotos van a tomarse en las costas del Mediterráneo, así que
probablemente alguno de esos días me deje caer por Javea.
-¿De verdad
crees que es una buena idea? –preguntó la muchacha, que no pudo evitar
imaginarse lo tenso y desagradable que sería el reencuentro de sus padres; eso
sin contar con qué papel jugaría Marga, la pareja de su padre, si coincidieran
en algún momento.
-¡Claro que sí!
Me muero de ganas por pisar España. Además, no puedo desaprovechar esta
oportunidad con la empresa.
-¿Seguro que
solo es por eso? –inquirió Sienna-. ¿Papá no tiene nada que ver en todo esto?
Silencio.
-Mamá…
-No te
preocupes, pequeña. No pienso hacer ninguna tontería.
Pese a no
confiar demasiado en la promesa de su madre, la española decidió no inmiscuirse
más en la vida de sus padres. Los dos eran lo bastante mayorcitos para saber
qué hacían. Eso sin contar con que ya tenía bastantes problemas con echar de
menos en la distancia a Matthew como para preocuparse por ellos.
Tras descubrir
el motivo de la llamada, madre e hija continuar charlando un rato por teléfono
hasta que la mayor de las dos se despidió de la otra animándola a disfrutar de
la fiesta y pidiéndole disculpas por haberla interrumpido.
Nada más colgar
el teléfono, Sienna marcó un número de memoria y esperó a que la otra persona
descolgara su móvil y aceptara la llamada. Tenía ganas de hablar con él, darle
las gracias por lo que había escrito de ella, y confesarle cuánto lo echaba de
menos.
Por desgracia,
el primer tono de llamada dio paso al segundo, y el segundo al tercero. El
zumbido al otro lado del auricular se repitió unas cuantas veces hasta que al
final una voz robótica le indicó que el teléfono que intentaba localizar no se
encontraba disponible en ese momento.
¿Por qué no
cogía Matthew la llamada? ¿Qué estaría haciendo? Se esforzó por hacer memoria y
recordar si aquel día tenía concierto, pero había prevista tal gira de actuaciones
y entrevistas en los siguientes meses que le resultó imposible saberlo con
certeza.
Guardó el
aparato en el lugar del que lo había sacado y entonces se fijó por primera vez en
donde estaba. Sus pasos la habían hecho deambular por distintas partes de la
fiesta sin rumbo fijo, sin apenas mirar por donde pisaba. Había esquivado a
gente que bebía, gente que bailaba y gente que reía y charlaba animada hasta
llegar al punto más remoto de la zona de baile: la puerta de acceso. En ese
momento, concretamente, estaba frente al photocall, justo al lado del chico que
les había tomado las fotos y les había dado la clave para poder verlas por
Internet, quien permanecía sentado en una silla plegable de madera junto a la
imponente cámara de fotos.
-¿Te has
perdido? –preguntó el muchacho al observar a través de sus gafas de pasta el
rostro confuso y triste de Sienna.
-No –respondió
rápidamente ella-. Estoy buscando a una amiga.
-¿A cuál de las
dos? ¿A Mulán o a la del vestido blanco?
La joven se
sorprendió de que el chico las recordara con tal lujo de detalles.
-A la de blanco
–se descubrió contestando, sin saber bien por qué.
-La vi salir
hace ya un rato con un chico rubio –comentó el fotógrafo.
-Vaya, qué buen
ojo tienes –señaló la española.
-Por algo soy
fotógrafo –bromeó él.
-¿Eres
fotógrafo de verdad? –se interesó por saber Sienna-. Pareces muy joven para
dedicarte a ello profesionalmente…
-En realidad
no. La fotografía solo es una afición más, un modo de llenar mis ratos libres.
Algunos se apuntan a fraternidades y otros nos pasamos las horas muertas
revelando fotos.
-No parece mal
plan, aunque tiene que ser solitario, ¿no?
El muchacho
sonrió.
-Mejor solo que
mal acompañado.
También Sienna
sonrió.
-Bueno,
entonces me voy. No quiero ser mala compañía.
El chico se
apresuró a responderle.
-¿Mala compañía
tú? ¿Para nada? ¡Si eres la primera persona de esta fiesta que parece darse
cuenta de que tras este armatoste –señaló la vieja cámara- hay una persona!
-¿De verdad que
no molesto? Es que si te parece bien, me gustaría quedarme aquí un rato hasta
que vuelva mi amiga. No tengo ganas de entrar sola a la fiesta.
-Claro que no,
mujer. La verdad es que me viene muy bien algo de compañía.
-Trato hecho,
entonces. Nos hacemos compañía mutua hasta que venga Abby. Eso sí, me gustaría pedirte un favor.
-Claro, mujer.
Lo que quieras.
-Es uno muy
pequeñito pero muy importante –señaló ella muy seria-. Me llamo Sienna, así que
no vuelvas a llamarme mujer.
Me ha gustado, pero no puedo decirte una cosa. Te odio. Quiero otro ya, necesito saber del cantante, ¿Por que no da señales de vida? ¿Donde se mete Yuri? Lo de Abby es una gran putada, que mal que su caballero este pillado por otro y esa otra sea su Hermana Mayor
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