La pluma que
había comprado en una pequeña librería del Barrio Latino rasgaba el folio en
blanco a gran velocidad, imprimiendo en él palabras en un extraño idioma mezcla
de inglés y francés. En el centro del gran anfiteatro, de cúpulas doradas y
decoración clásica por medio de estatuas de mármol de antiguos rectores y
artistas que pasaron por la universidad, el profesor de economía charlaba
despreocupado, sin importarle que la mayoría de los alumnos miraran los altos
techos medio adormilados mientras que el resto sudaba a mares para intentar
tomar nota de todas sus palabras. Como
gran parte del claustro de la prestigiosa universidad francesa de la Sorbona,
aquel hombre se dedicaba a soltar interminables peroratas para llenar la hora
de clase y a pedir cuantos más deberes mejor para el día siguiente, como si de
esa manera, los alumnos pudiesen compensar haber pasado toda la sesión en el
aula escuchándole hablar de fórmulas matemáticas que jamás llegaban a utilizar.
Tras más de
media hora anotando sin descanso, la mano de Cindy comenzó a resentirse. Sus
dedos, enrojecidos, pedían a gritos un parón, una pausa de unos minutos para no
entumecerse o terminar sangrando. Pese a no querer dejar de copiar, consciente
de que la información que no escribiera se perdería para siempre en la gran
sala, debió obedecer a su cerebro y parar. Dejó la pluma en la mesa, sobre la
madera para no manchar los apuntes que con tanto esfuerzo estaba tomando, y
dirigió la mirada al ventanal que tenía enfrente, a la altura de un segundo
piso tras la mesa del profesor.
Microeconomía, macroeconomía, déficit, gasto
público, producción. ¡Qué tostón! ¿En qué momento se le había pasado por la
cabeza inscribirse en esa asignatura? ¿Para qué perder el tiempo con problemas,
ecuaciones y reflexiones sobre temas tan irrelevantes para ellas cuando contaba
con tantos problemas propios?
A ojos de sus
nuevos compañeros de clase, Cindy podía parecer feliz y sosegada. Como le había
recomendado el psicólogo, se esforzaba por sonreír cada día y por relacionarse
con la gente con la que coincidía en las aulas y en los pasillos, pero ni
siquiera con toda su fuerza de voluntad conseguía estar totalmente bien.
Tenía días
buenos, en los que paseaba con calma por el bosque de Bolonia o por los campos
Elíseos y el sol que le quemaba los brazos la cargaba de energía. Tenía noches
buenas, sobre todo si Lucas hacía acto de presencia y hacía temblar su mundo.
No obstante, los momentos menos buenos comenzaban a amontonarse. Con el
comienzo de las clases, los paseos por el Sena y los desayunos entre risa con
el francés habían llegado a su fin. Además, por las tardes no podía verlo tanto
como desearía, puesto que desde el primer día les había cargado de deberes y
tareas para casa que se había propuesto llevar al día, así que con frecuencia
se encontraba llamando al chico y disculpándose por no poder ir a la cafetería
a verle. En otras ocasiones, como el día posterior a la misteriosa ausencia del
pintor en la Rendez-vous des Amis, era este quien la dejaba plantada, y en
varios casos sin tan siquiera avisarla.
La segunda vez
que Lucas faltó a su encuentro en el tranquilo café donde siempre quedaban,
Cindy volvió a caer en el error de bombardearlo a llamadas al móvil,
desesperada y angustiada por saber de él. Sin embargo, ni con esas logró que él
diera señales de vida. De nuevo salió del local, dándole vueltas a la cabeza y
sintiendo como el corazón le latía presuroso y asustado. Caminó hasta el piso
del chico y lo encontró vacío. A diferencia del primer día, en esa ocasión
Lucas no respondió a sus llamadas desde el portal, pero ella no desistió en el
intento y siguió marcando el mismo número sentada en el escalón del portal. Lo
hizo hasta que cayó la noche y los vecinos del pintor comenzaron a mirarla con
mala cara. Cuando el joven apareció, ya había pasado la medianoche y ella continuaba
allí, con la vista fija en la punta de sus bailarinas plateadas y los ojos
empapados de lágrimas. “¿Dónde estabas?”, preguntó sin gestos cariñosos,
abrazos o sonrisas. El francés reconoció en su rostro el enfado y se acercó a
besarla, pero ella rechazó el beso. “He quedado con el cliente que me llamó
ayer para enseñarle el cuadro?”, fue su excusa. “¿Y dónde lo llevas?”, le
interrogó Cindy, señalando a sus manos vacías. “Ya me lo ha comprado. Ahora
mismo debe de estar en la casa de aquel ricachón, colgado de una hermosa pared
repleta de obras de arte”. La sonrisa murió en sus labios al ver que la chica
no le correspondía. “Me iba a dar un cheque. Ya lo tenía firmado y todo, pero
cuando ha echado mano a la cartera se ha dado cuenta de que lo había olvidado
en casa y he tenido que acompañarlo a recogerlo, por eso se me ha hecho tan
tarde”, explicó. La rubia seguía molesta, aunque intentó confiar en las
palabras del chico. No obstante, su sospecha volvió a aparecer cuando el
artista la abrazó y le dijo que agradecía que hubiera estado esperándolo, pero
que estaba destrozado tras un día tan largo y quería descansar. Ni siquiera la
invitó a subir al piso, por lo que se tragó las ganas de estar con él y se
marchó, defraudada. ¿Qué les estaba pasando? ¿A qué se debía el distanciamiento
que había comenzado aquella tarde y que no hacía sino agravarse con el paso de
los días?
Al otro lado de
la ventana del aula, una paloma blanca sobrevoló el edificio, libre y
despreocupada, devolviéndola a la realidad. Cindy suspiró, dolida. Por más que
le doliera, la ilusión y la magia del principio empezaban a desaparecer.
Demasiado pronto, cuando más falta le hacía para terminar de recuperarse de su
enfermedad y de la tristeza y soledad que sentía al hallarse tan lejos de su madre
y de sus amigas.
Se había
precipitado. No había más. Debería haber esperado un poco antes de embarcarse
en una nueva historia de amor. Tendría que haberse asegurado de que lo que
sentía por Lucas era amor y de que ese sentimiento era recíproco.
Mordisqueó la
parte trasera de la pluma y volvió a mirar sus apuntes a medio tomar en aquel
trozo de papel. No le apetecía seguir copiando, y más ahora que había perdido
el hilo de la explicación anterior del profesor. Suspiró otra vez, desanimada.
-¿Sabes por
dónde vamos? –susurró la chica que había sentada a su lado.
Cindy giró la
cara para fijarse por primera vez en ella y se encontró con dos límpidos y
agradables ojos marrones enormes.
-No –confesó.
-Si quieres te
dejo mis notas –se ofreció su compañera.
La americana
sonrió.
-Gracias
–murmuró, al mismo tiempo que tomaba entre sus manos los folios que aquella
desconocida de ojos chocolate y corto cabello moreno.
Conforme hubo
guardado las hojas de su compañera en una cuidada carpeta rosa para
fotocopiarlos nada más acabar la clase, volvió a coger la pluma e intentó
anotar lo que el huraño y aburrido profesor decía en ese momento. Sin embargo,
sus pensamientos seguían actuando con libertad, llevándola a pensar en Lucas,
en la distancia que había últimamente entre los dos y buscando una forma de
romper ese hielo entre ellos para hacerles tener tantas ganas de estar juntos
como unas semanas atrás.
¿Y si, sin
avisar, se presentaba en la casa del pintor y le sorprendía con un atuendo
picante? Con Dean esas cosas funcionaban. Aunque Dean y Lucas eran tan
diferentes…
Bueno, al menos
lo intentaría. Pensaba poner toda la carne en el asador para hacer salir
adelante esa relación. Le habían roto el corazón una vez y no pensaba volver a
repetir esa experiencia.
Sí, iba a hacer
una locura, una idea que llevó a cabo un par de años atrás para otro chico
distinto y con la que obtuvo buenísimos resultados. Un plan que requería pocos
materiales: un conjunto de ropa interior bonito, como todos los que tenía, una
gabardina larga, unos tacones de vértigo y la llave de repuesto que había visto
esconder al chico en la parte superior de la puerta. Con eso, tenía el éxito
asegurado.
Despues de tiempo me ha gustado leer capitulo, me ha gustado saber sobre Cindy. Aunque cada vez son mas sosos, cada vez los capitulos de Paris son menos romanticos y ahora con las clases menos.
ResponderEliminarNo quiero ser borde, pero no se de dónde te tomas tantas confianzas para decir lo que dices. Creo que tú también escribes, y dudo mucho que te guste que te digan las cosas que tú dices. Es su historia y la contará como la quiera contar. No es todo amor perfecto y situaciones románticas... En fin. Un beso, Lu.
EliminarMe ha gustado leer este capitulo, ha sido interesante saber que alomejor Cindy tiene una nueva amiga y tambien me ha puesto curiosa para el siguiente capitulo de Paris!
ResponderEliminarEspero que te queden unos cuantos capitulos por subir.
Un abrazo muy fuerte!!!!
Hola! Estamos grabando una película y nos gustaría que te pasaras por nuestro twitter @SummerParadiseF y canal de youtube http://www.youtube.com/user/summerparadisefilm?feature=mhee
ResponderEliminarAquí te dejo la sinopsis: Este verano, las vacaciones traerán muchas sorpresas.. 5 amigas. 1 destino. Y una serie de acontecimientos que cambiará sus vidas.
Muchas gracias, hasta pronto :)