Por lo poco que
conocía a Taylor, Dean había dado por supuesto que a los tres minutos de comenzar
película la chica estaría sentada sobre él y besándolo desesperadamente, pero
se equivocaba. Todavía no se había dado cuenta del verdadero ser de la rubia,
competitivo y manipulador.
Lo que ocurrió
en realidad fue todo lo contrario: la muchacha se tomó muy a pecho la
competición de ver cuánto conseguía soportar lejos de Dean y, puesto que no
estaba dispuesta a desaprovechar la oportunidad de acabar enredada en las
sábanas del deportista, llevó al chico a su terreno.
Al principio
fue todo muy sutil, tan solo lo suficientemente evidente como para que él se
diera cuenta. Suspiros dulces, sus dedos recorriendo el vientre desnudo del
chico, un tirante de su sostén resbalando por sus hombros… Su estrategia
continuó con más alcohol. Con tan solo cuarenta minutos de película, ya había
convencido al deportista para que sirviera unas cuantas copas más y brindaran
con ellas.
Conforme el
tiempo iba avanzando, pudo comprobar como Dean se hallaba más y más tenso. La
miraba de reojo, se mordía el labio con disimulo mientras ella lo acariciaba y
resoplaba sin motivo aparente.
Sin embargo, el
movimiento más arriesgado no llegó hasta pasada la mitad del largometraje.
-Tengo calor
–murmuró con voz seductora la muchacha, al mismo tiempo que se recogía la larga
melena con las manos y dejaba al aire libre su cuello.
-¿Quieres que
baje la temperatura del aire acondicionado? –propuso él, a lo que la chica negó
con la cabeza.
-No, gracias.
Si lo haces, mañana me despertaré con la garganta tomada. Aunque… si no te
importa… -le hizo ojitos y antes de terminar la frase, se quitó la camiseta,
quedando a la vista del chico el sujetador de encaje negro casi transparente
que llevaba puesto.
Dean observó el
torso de la joven y deslizó su mirada sobre su pecho, pero no dijo nada.
Diez minutos
más tarde, la escena volvió a repetirse.
-Buf, sigo
teniendo mucho calor –con cara inocente señaló la falda-. ¿Te importa?
-No, para nada
–respondió Dean antes de tragar saliva.
-¡Tengo miedo!
–chilló la chica poco después, justo antes de abrazar a su compañero de sofá.
El deportista
estaba rígido, y no precisamente porque uno de los malos de la película acabara
de aparecer en escena de forma inesperada. Sentirla tan cerca, por más que no
quisiera, cuando tan solo le tapaba una toalla ya mal enrollada y casi suelta
era una perdición.
Cuando las
letras que indicaban el fin de la película aparecieron en la pantalla de la
enorme televisión, ninguno de los dos se dio cuenta. El chico había sucumbido a
las armas de mujer de Taylor.
Tras una
apasionada lucha de cuerpos en el sofá, medio borrachos y aturdidos por la
mezcla de alcohol y esfuerzo físico, pidieron unas pizzas. A la llegada del
repartidor, la rubia abrió la puerta de la casa del deportista y recibió las
dos cajas de cartón calentitas y desprendiendo un deliciosa aroma sin más ropa
encima que la sábana que había arrancado poco antes de la habitación de Dean.
La cena
transcurrió entre risas y, aunque el chico pretendía parar de beber en ese
momento y pasar al agua de forma que al día siguiente estuviera espabilado y
rindiera a tope en el entrenamiento, terminaron por acompañar las pizzas con
unos vasos de vino tinto que había llevado su padre a casa al volver de un
viñedo en Francia.
-La pizza
estaba deliciosa –señaló la rubia, chupándose los dedos de forma pícara.
-No tanto como el
postre –respondió el joven al tiempo que se ponía en pie y regresaba a la
cocina sin dar más explicaciones.
Poco después,
volvió a aparecer en el salón y lo que llevaba en las manos provocó una sonrisa
en los labios de Taylor.
-¡Chocolate!
Dean se acercó
a ella, dejó el bote de Nutella sobre la mesita y pidió a su acompañante que se
tumbara en el sofá. Esta no se hizo de rogar.
-Voy a darte un
masaje con el que vas a alucinar.
-¿Con Nutella?
–preguntó la muchacha mientras giraba la cabeza asustada.
-Claro, para
endulzar un poco el asunto, ¿no? –le guiñó el ojo el chico.
Taylor se
incorporó en el sofá con gran rapidez.
-¿Y por qué no
jugamos a un juego?
El deportista,
que creía que aquella se trataba de una insinuación para volver a enredarse
entre la piel de la joven, le lanzó una mirada de superioridad.
-Bueno, eso
puede esperar un poco. Primero el masaje, luego lo que surja –al percatarse de
que ella no parecía muy conforme, añadió algo más-. No ofrezco mis magníficos
servicios de masajista todos los días, así que deberías aprovecharlos.
La rubia
resopló.
-Es que no me
apetece mucho que me cubras de arriba abajo en chocolate, que si no me limpias
bien me voy a quedar pringosa. En cambio, con el juego que te propongo
endulzamos el ambiente pero sin pasarnos.
Como el chico
no respondía, se pegó contra su pecho con mirada inocente y tras ponerle
morritos suplicó.
-Por favor…
-Venga… vale –terminó
por aceptar él.
Se sentía
decepcionado por no haber conseguido convencerla para descansar un poco, que
era lo que necesitaba para calmar los ánimos y asegurarse dormir las horas de
sueño necesarias esa noche, pero debía reconocer que desde el momento en que la
atrevida estudiante de la universidad de Columbia había entrado en su vida no
había logrado persuadirla para hacer de nada que ella no quisiera de antemano.
-Verás, el
juego es muy sencillo –comenzó a explicar la joven al mismo tiempo que empujaba
con delicadeza a Dean y lo tumbaba en el sofá boca arriba-. Voy a escribir
letras en algunas partes de tu cuerpo y tienes que adivinarlas. Si aciertas, te
doy un beso, pero si te equivocas… sufrirás las consecuencias.
El deportista
soltó una carcajada al contemplar el intento de gesto aterrador de la chica que
se había sentado a horcajadas sobre él.
-De acuerdo,
acepto –respondió, ofreciéndole la mano derecha y estrechándola con la de la
joven.
Con una enorme
sonrisa de satisfacción en los labios, Taylor se echó hacia delante y comenzó a
trazar una letra en el cuello del muchacho.
-Esa era muy
fácil; la T –resolvió Dean segundos antes de ser premiado con un corto beso en
los labios.
El dedo índice
de la rubia se hundió en el bote de chocolate para untar y después se dirigió
hacia el final del cuello, casi a la altura de los hombros.
-La D –otro
beso cariñoso demostró que había acertado.
El siguiente
dibujo fue un poco más abajo, en el pectoral izquierdo.
-Eso no era una
letra, ¿verdad?
-¡Ah! –contestó
ella, que no pensaba dar ni una sola pista con la que el chico pudiera robarle
un beso.
-Juraría que
era un corazón.
-Y así era
–reconoció, depositando el chocolate que había quedado en su dedo sobre sus
labios y dándole un beso muy dulce al neoyorquino- Ahora vamos a hacerlo un
poco más difícil, ¡que si no me ganas siempre!
El chico aceptó
la propuesta, dispuesto a adivinar siempre lo que Taylor escribiera.
-Esta vez en
vez de una letra, voy a poner una palabra. En caso de acertarla una vez he
terminado de escribirla, recibirás un beso, pero si la adivinas antes, tu
premio será aún mayor.
Dean alzó el
cuello y la miró con los ojos muy abiertos.
-¿Cómo de
mayor?
-Todo lo que tú
quieras.
La tensión
entre los dos se palpaba en el aire.
-Muy bien, pues
empieza cuando estés preparada.
La muchacha
dejó que su dedo recorriera el abdomen del chico en varios trazos hasta
terminar una palabra.
-¿”Luna”?
–probó él a suertes, poco convencido.
-No, nada de
“luna”. Era “luz”.
Puesto que no
había descubierto el mensaje, Taylor lamió el chocolate de aquella zona y
volvió a escribir encima.
-¿”Sol”? –creyó
identificar Dean.
-¿Cómo que
“sol”? ¡Si pone “siempre”! Vaya, vaya… parece que no das una.
Picado, el
joven se prometió no fallar ni una vez más, aunque para conseguirlo debiera
hacer trampas.
-¡Esta no puedo
equivocarme! –exclamó Dean emocionado después de haber subido un poco el cuello
para poder leer qué escribía la chica-. ¡Pone “estrellas”!
Taylor, que se
había dado cuenta de que su compañero estaba incumpliendo las normas del juego,
le regañó empujándole de nuevo contra el sofá.
-¡Eh! ¡No
puedes leerlo! Si vuelves a intentarlo, perderás definitivamente y tendrás que
cumplir todos mis deseos y caprichos, y ya te aviso de que tengo muchos, así
que cuidado con lo que haces.
-Venga, no te
enfades –intentó excusarse él, atrayéndola hacia su cuerpo con sus musculosos
brazos-. Te prometo que no volveré a hacer trampas. Pero ahora dame mi beso,
que sea como sea he acertado.
Esta vez fue
ella quien se rió a carcajada limpio.
-¿Dices que has
acertado? ¡Para nada! No ponía “estrellas”, sino “estrella”. Lo siento,
pequeño.
Enfurruñado
porque ya hacia mucho rato que no daba una, Dean dejó caer su cabeza de nuevo
sobre el sofá y cerró los ojos para concentrarse al máximo en lo siguiente que
escribiera sobre él. Esta vez pensaba adivinarlo, y no cuando hubiera terminado
de formar la palabra, sino antes. De ese modo se aseguraba tenerla bajo su
control y poder pedirle que durmieran un rato para que la cogorza de tanto
cóctel y vino se le pasara del todo.
C… I…
-“Cindy”
–murmuró ensimismado, mecido por el suave roce de los dedos de Taylor sobre su
piel.
-¿Qué?
–preguntó esta, con la voz rota; el nombre que había escuchado la había dejado
paralizada.
-“Cinco”
–corrigió él en cuanto abrió los ojos y vio el rostro impávido de la muchacha.
-No, no has
dicho eso. Repite lo que has dicho.
-He dicho
“cinco”.
-Eso no, lo que
has dicho antes.
-No he dicho nada,
solo “cinco”.
-No intentes
tomarme el pelo, Dean. Sé perfectamente lo que he escuchado.
El deportista
se llevó una mano a la cara y se cubrió con ella los ojos, deseando que cuando
la apartara aquel desagradable momento hubiera terminado. Sin embargo, cuando
lo hizo Taylor continuaba sentada sobre él, mirándolo con cara de odio y
esperando una respuesta. Y, lo peor de todo, es que el nombre y el rostro de su
ex novia seguían sin haberse borrado de su mente. ¿Por qué demonios le pasaba
eso?
-Si lo sabes,
¿para qué preguntas? –atinó a decir al fin, con poco acierto.
Impresionada
por el poco tacto del chico, la joven se levantó de un salto y le golpeó con
uno de los cojines en la cara.
-¿Cómo puedes
tener tanto morro? Has dicho “Cindy”, el nombre de tu ex novia, y no te atrevas
a negarlo –las palabras escapaban de su boca envenenadas de odio.
-No lo niego.
Lo he hecho, o más bien mi subconsciente lo ha hecho. Ya está. No es para
tanto.
-¡Sí es para
tanto! Me dijiste que la habías olvidado y no es cierto. Sigues colado hasta
las trancas de esa niñata.
De haberse
encontrado en pleno uso de sus facultades mentales, Dean habría visto el cielo
abierto con aquella discusión: aquel nombre pronunciado en el momento más
inesperado, con una guapísima pero infatigable rubia desnuda sobre él, era la
excusa perfecta para quitarse de encima, y nunca mejor dicho, a la hija del
entrenador. Sin Taylor, recuperaría sus horas de sueño. Se acabarían las noches
locas de fiesta y alcohol sin ningún control. Podría cambiar las interminables
horas de sexo por encuentros esporádicos con distintas chicas con las que no
tuviera ningún tipo de relación. No obstante, verla tan enfadada y molesta le
hizo recordar a Cindy y le pareció revivir una de tantas discusiones de pareja
en las que ella le echaba en cara que no la quería, él le juraba que sí y
acababan arreglándolo. Por ello, aunque en ese momento fuera lo que menos
deseara, se vio irremediablemente enredado en aquella pelea.
-¡No es ninguna
niñata! Cindy fue mi pareja durante mucho tiempo y la única persona que me ha
querido de verdad. Se merece un respeto.
-¿Respeto?
¡Pero de que hablas! ¿Llevas varias noches acostándote conmigo sin importarte
nada ni nadie y ahora te acuerdas de ella?
-No te enfades,
anda, que no ha sido para tanto. Solo ha sido un desliz, nada más. Ni me
acuerdo de ella, ni los recuerdos del tiempo que pasamos juntos me quitan el
sueño. Desde que lo dejamos, no he pensado en ella ni una sola vez, así que no
entiendo qué me ha pasado –mintió, consciente de sus actos.
-Pues que
sigues queriéndola, eso es lo que te pasa –espetó la muchacha.
-¿Cómo voy a
seguir queriéndola? Si hace muchísimo tiempo que ya no la tengo aquí –se señaló
el corazón en un dramático gesto que, junto a lo ridículo de la escena, los dos
desnudos, borrachos y manchados de chocolate, logró arrancar una sonrisa a
Taylor.
-¿Entonces ya
no la quieres? –preguntó, poniendo vocecita de cordero degollado.
-Claro que no,
tonta. Ahora solo me importas tú.
En cuanto hubo
dicho esas palabras, Dean se arrepintió. ¿Pero qué estaba haciendo? Había
mantenido tantas veces conversaciones como aquella en las que tenía que
convencer a Cindy de que ella era la única mujer de su vida que no se había
parado a pensar que aquella chica no era Cindy y que no le debía nada.
Taylor sonrió
al fin.
-Gracias,
pequeño. Necesitaba oírte decir que te importo.
Lo abrazó con
cariño y él la apretó fuerte contra su pecho, de forma que la joven pudo notar
el rápido latir de su corazón.
-¿Entonces me
perdonas? –atinó a decirle él al oído.
-Por supuesto.
Además, ¡si lo mejor de las discusiones son las reconciliaciones! –bromeó ella
mordiéndole el lóbulo de la oreja muy despacio.
Llevado por
aquel alud de emociones que le habían venido encima sin aviso alguno, el
deportista no pudo soportarlo más y se dejó caer en el sofá con la chica
atrapada entre sus brazos.
-Sí, vamos a
reconciliarnos –susurró.
Sin necesidad
de más palabras, los dos sabían qué buscaban y qué iban a encontrar. Más besos
hambrientos, más sábanas empapadas y uñas marcadas en la espalda.
Otra noche más
de sexo sin sentimiento que no podía ser sino el preludio de otro terrible
entrenamiento en el que Dean no rendiría como debía.
No puede ser, Dean sigue enamorado de Cindy y creo que Cindy sigue enamorada de el. Quiero ya el siguiente. Me ha gustado, largo como me gustan los capitulos.
ResponderEliminar¿Que tendria pensado hacer Taylor? Como Dean no ha acertado ninguna palabra no se que tenia pensado hacer.
Espero el siguiente yaaaaaa