miércoles, 5 de enero de 2011

Capítulo 41

Su amiga estaba estudiando cuando la llamó por teléfono aquel día para quedar. No se vieron ni salieron a dar una vuelta porque la chica del pelo rizado aseguró tener muchos deberes.
En una única sola semana de clase, Sienna había descubierto que Abby, además de tener un corazón de oro y ser la mejor amiga que cualquier chica pudiera desear, era una enciclopedia andante, la chica más estudiosa y centrada del St. Patrick’s.
Sin embargo, el estudio y los deberes no impidieron que se mantuvieran colgadas al teléfono cerca de una hora, hablando y riendo sin parar.
Aunque nunca se había dejado guiar por las primeras impresiones, salvo en casos de amor donde el corazón siempre manda, Sienna estaba asombrada de la versatilidad de la chica: parecía tímida y tenía problemas para relacionarse con otras personas, pero cuando estaban solas, cambiaba totalmente. Poseía una pizca de dulzura e inocencia y ese punto de locura que adoraba de Merche, todo unido a un toque divertido y dicharachero que sólo mostraba a Sienna. Cuanto más la conocía, más afortunada se sentía de haber encontrado a una amiga así.
Lo mismo le ocurría con Matthew. El chico no mostraba ningún interés por relacionarse con el resto de compañeros de clase, por lo que podría creerse que era un muchacho frío y engreído, cuando en realidad se trataba de un chico sensible, divertido y sincero.
Al día siguiente, al ritmo de Carry on my wayward son de Kansas, los alumnos de último curso del St. Patrick School salieron corriendo del aula para aprovechar cada minuto del descanso. Matthew esperaba a Sienna apoyado en uno de los muros junto a la puerta de la clase. Algunos compañeros lo miraron de forma despectiva, pero él los ignoró.
Como si llevaran una eternidad sin verse, el chico besó a Sienna en la mejilla cuando ésta llegó a su lado.
-¿Has podido terminártelo? –fue lo primero que le dijo.
-Sí, anoche leí lo que me faltaba.
Tras finalizar la llamada a Abby, había pasado toda la tarde haciendo deberes. A las nueve hizo un parón con la intención de cenar y coger fuerzas, por lo que hasta cerca de dos horas después no cogió el libro. La luna veló por ella mientras leía y, aunque más de un par de veces estuvo apunto de caer en las redes de Morfeo, logró poner punto y final a la historia.
Se sentaron en la cafetería juntos en la cafetería, en una mesa vacía junto a la ventana.
-¿Qué quieres tomar? ¿Zumo, café?
-Nada, gracias. Ya he traído yo mi propio zumo –respondió al tiempo que lo sacaba del interior del bolso, junto al libro.
Matthew se marchó para volver poco después con otro zumo.
-No me va mucho el café –comentó-. Además, ya soy bastante nervioso como para meterme estimulantes en el cuerpo.
Entre risas y bromas, aprovecharon el tiempo del descanso para concretar los últimos detalles del proyecto. Pasarían el sábado juntos dando vueltas por la ciudad, en busca de sujetos a los que analizar para relacionarlos con la novela de Oscar Wilde. Hicieron una lista de lugares donde probablemente encontraran material útil. También destacaron las ideas principales de la historia: crueldad, envidia, egoísmo, despecho…
-¿Entonces llevas tú la cámara? –inquirió Sienna.
Si quedaba en sus manos, tendrían que acabar grabando con el móvil.       
-Claro, no te preocupes. Yo me encargo de todo.
Regresaron a la clase ante las miradas curiosas de algunas chicas más jóvenes, quienes suspiraban, celosas de Sienna. ¡Cómo desearían ser ellas como esa chica que acaparaba la atención del célebre y guapísimo Matthew Levine!

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