miércoles, 29 de febrero de 2012

Más allá del mar - Capítulo 1

-¿De verdad no quieres que vaya con vosotras? –preguntó la despampanante mujer poniéndole mirada de cachorrito abandonado-. Me quedaría mucho más tranquila si os acompañara hasta la universidad, viera la residencia donde vais a vivir, conociera a vuestras compañeras de habitación…
Sienna forzó una sonrisa a la vez que se mordía la lengua para no comenzar a escupir todas las palabras amargas que se le pasaron en ese momento por la cabeza.
“¿Ahora te preocupas por mí? ¿Después de hacerme creer durante años que habías muerto? ¿Ahora, cuando ya casi rondo los dieciocho, quieres volar conmigo a San Diego, cuando hace un año no te importó que hiciera sola el trayecto de España a Nueva York?”
Su madre, vestida con una hermosa falda dorada y una simple camiseta blanca de tirantes, extendió los brazos para abrazarla. Pese a sus negativos pensamientos, la muchacha no se resistió. Dio un paso al frente, abrazó a su madre y dejó que esta la besara en la frente como si fuera una niña. Aunque no le veía la cara, al oírla sollozar supo que estaba llorando.
Tras el impactante descubrimiento de que su madre seguía viva y había pasado los últimos años paseando por las pasarelas más exclusivas del mundo cumpliendo su sueño mientras ella la añoraba y no la olvidaba ni un solo día, Sienna no había sido capaz de perdonarla.
Los primeros meses los dedicó a odiarla en silencio, preguntándose cómo podía haberle fallado de tal modo, y es que hasta entonces, Keira siempre había sido una madre perfecta: cariñosa, comprensiva, divertida… ¿Cómo podía haberse imaginado que se marcharía de su lado sin decirle adiós?
Con la mediación de su padre en España y el apoyo de Matthew, la joven había acabado por aceptar la idea de que su madre era una persona más, una mujer con sueños e ilusiones que merecía una segunda oportunidad. Le costaba digerir sus sentimientos cuando estaban juntas, por lo que el proceso de adaptación había sido muy lento.
Cuando Sienna se cansó de culparla y decidió permitirle que volviera a entrar en su vida, comenzaron a verse una vez a la semana, durante media hora. Su lugar favorito para aquellos encuentros era la pequeña y discreta cafetería en Brooklyn donde tiempo atrás había compartido un delicioso brownie con Matthew, ya que allí, lejos de turistas y periodistas, las dos pasaban desapercibidas. Nadie las perseguía ni las paraba para sacarles una foto.
Iban por separado. La mujer siempre llegaba antes y debía esperar a su hija durante unos interminables minutos en que temía que la chica la dejara tirada. Sin embargo, Sienna nunca fallaba a su cita. Entraba en el establecimiento haciendo sonar la campanilla de latón que colgaba ante la puerta sin levantar la cabeza del suelo y con el rostro tenso.
Para aquellas reuniones, solía enfundarse unos vaqueros desgastados y una discreta camiseta de American Eagle que la ayudara a camuflarse entre el gentío. Con su preciosa melena recogida en un moño y unas gafas de sol de colores se sentía protegida de los demás. El primer día, al alzar la vista del suelo y encontrarse con la mirada de su madre, no pudo evitar estremecerse al reconocer cuánto se parecían. Esta también vestía ropa discreta y casual con la que pretendía aparentar ser una chica de barrio más. Nadie habría dicho, viéndolas juntas con una taza de café en la mano, que las dos mujeres acaparaban miradas en fiestas y portadas de revistas. La mayor, modelo de éxito. Hermosa e inalcanzable. La menor, la pareja del cantante de moda. Envidiada a la par que vigilada. 
Cuando el curso llegó a su fin, Sienna decidió dar un paso adelante en su relación con su madre.
-Ven a vivir conmigo… si quieres –segundos después de formular aquella frase, al darse cuenta de lo que acababa de decir, se mordió la lengua.
En los últimos tiempos habían logrado tener un trato más cercano y familiar, puesto que habían dejado de hablar de aquellos dos años separadas y habían comenzado por centrarse en el día a día. Sus planes de futuro, sus historias de amor, sus sueños.
Pero, ¿y si salía mal? En el fondo seguía guardándole rencor por engañarla y marcharse de su lado sin previo aviso, por lo que sabía que la convivencia sería dura y complicada. Ahora que al fin volvían a encontrarse, que parecían conectar de nuevo… ¿qué demonios la había llevado a pedirle que se mudara con ella a su apartamento frente a Central Park?
No le hacía falta responder a esa pregunta, ya que conocía la respuesta. A pesar de todo, pese al dolor, las lágrimas, las mentiras y el rencor, aquella mujer rubia y pizpireta era su madre, la persona a la que había admirado y adorado desde que era una niña. La quería incondicionalmente y la echaba de menos. Cualquier riesgo que debiera correr merecía la pena si al final conseguían limar las diferencias que había entre ellas.
Keira se lo pensó bastante antes de dar una respuesta a semejante oferta. Se moría de ganas de volver a compartir hogar con su hija, su niña, pero reconocía que tal vez no hubiera pasado el tiempo suficiente. La herida que había abierto en Sienna era incurable y todavía dolía. Sin embargo, acabó por aceptar. En caso de decir que no, desconocía si algún día la muchacha volvería a ofrecerle semejante oportunidad.
Se trasladó junto a su hija un par de días después de la fiesta de graduación de la chica, la misma que se celebró en el barco de Cindy con el fin de compartir recuerdos y despedidas hasta bien llegada la madrugada. Desde entonces, los dos meses siguientes se habían visto las caras a diario y había aprendido a tratarse con toda la normalidad que les era posible.
Así pues, aunque Sienna no había olvidado ni perdonado todavía, la relación entre madre e hija se hallaba en un buen momento cuando se despidieron en el apartamento frente a Central Park.
-Te voy a echar mucho de menos –sollozó la rubia, limpiándose discretamente las lágrimas que habían comenzado a humedecerle las mejillas.
Se habían despegado de aquel abrazo pero seguían cogidas de las manos, mirándose a la cara sin despegar la vista de los ojos de la otra.
-Yo también, mamá –respondió la joven, con un nudo en la garganta; era la primera vez que la llamaba mamá desde que vivían de nuevo juntas.
Sí, la echaría de menos, estaba convencida. La había echado de menos en España, cuando creía que jamás volvería a verla, y también en Nueva York al descubrir que seguía viva y la había estado engañando durante mucho tiempo. No podía negarlo, pero al mismo tiempo debía reconocer que le vendría bien estar alejadas un tiempo. Tras vivir sola todo un año en la gran manzana, compartir piso con su madre se le hacía muy raro. Esos meses se había convertido en una verdadera americana y era consciente de qué significaba para ella ese verano: el fin de una etapa, el comienzo del resto de su vida.
-Así que al final San Diego –murmuró la mujer, pensativa, mientras bajaban al recibidor en el ascensor-. Ya me contarás qué tal te adaptas, porque es totalmente diferente a Nueva York.
Sienna asintió en silencio. Había estado documentándose sobre su nuevo destino para calmar los nervios y había llegado a la conclusión de que su vida en San Diego se parecería mucho más a sus días en Javea que a los de Nueva York. Playa, sol, escapadas a la montaña… Naturaleza en estado puro.
Cuando el ascensor llegó a la planta baja, cruzaron el recibidor a paso lento. Con su enorme maleta rosa a rastras, Sienna se despedía de la que hasta entonces había sido su casa. El ascensor donde Matthew le había cantado al oído, la garita del agradable conserje, los escalones frente a la puerta que había subido en tantas ocasiones dándole vueltas a la cabeza y debatiéndose entre Matthew y Dean. Cuanto más lo pensaba, más cuenta se daba de todas las emociones y experiencias que había vivido en un año. ¿Sería también así la universidad?
El taconeo de los pasos de su madre cesó de golpe; ya se encontraban en la calle.
-Buenos días, señorita –saludó Gary, su conductor personal, desde el interior de su enorme vehículo oscuro-. ¿Preparada?
-Para nada –contestó Sienna, entre risas; le asustaba una barbaridad comenzar un nueva vida, una vez más, en un lugar distinto y desconocido, pero al mismo tiempo sentía una gran ilusión.
Se acercó con la maleta hasta el maletero del coche con su madre al lado. Esperó a que el hombre lo abriera y echara su equipaje dentro. Al mirar en el interior, vio otra maleta de similares dimensiones en tonos marrones y rojos. De inmediato imaginó a quién pertenecía.
-¿Ya has recogido las cosas de Abby? –se sorprendió-. ¡Si la he llamado hace un rato y me ha dicho que aún tenía un montón de cosas que organizar!
Gary sonrió y se dirigió a abrir la puerta trasera del coche sin responderle. Al mirar en el interior, Sienna comprendió el por qué de esa sonrisa.
-¡Sienna! –Abby saltó fuera del coche a toda prisa, asustando a su amiga- ¡Por fin está aquí! ¡Por fin!
Entre gritos, la abrazó. La española no pudo evitar que también a ella se le pintara una sonrisa en la cara. A diferencia del abrazo de su madre, del de Matthew un par de meses atrás o del que con tanto cariño le regaló a Cindy en el barco, hundirse entre los brazos de Abby la llenó de felicidad y emoción,  no de tristeza y melancolía.
-Creía que jamás llegaría este día y mira, aquí está –continuó gritando la chica del pelo rizado mientras daba saltos de alegría en la acera; cualquiera que las viera pensaría que estaban locas-. ¿No te mueres de ilusión?
-Claro que sí, pero estoy muy nerviosa. ¿Y si no conseguimos adaptarnos a la vida en San Diego? ¿Y si no consigo seguir las clases allí y empiezo a suspender? No quiero pasarme el resto de mi vida estudiando una carrera. No sé, en el fondo me da un poquillo de miedo todo esto…
El último “y si” se lo guardó para ella sola. ¿Y si el estar tan lejos de Matthew destrozaba su relación y perdía al chico de su vida? De haberse quedado a estudiar la carrera en Nueva York, habrían podido verse con frecuencia. Llevaban dos meses sin verse, pero en un par de semanas tendría unos días de descanso antes de dar el salto al charco e iniciar su gira europea, por lo que habrían podido compartir esos días en la gran manzana. Sin embargo, con Sienna en California, las cosas se ponían más difíciles.
-No tengas miedo, todo va a salir genial –apuntó Abby, que podía imaginar perfectamente en qué pensaba su amiga-. Bueno, me rectifico. ¡Todo nos irá genial si no perdemos el avión porque te has quedado parada como una tonta en el medio de la calle! Despídete de tu madre y vamos corriendo al aeropuerto.
Sienna no se hizo de rogar. Tras apartarse un par de mechones sueltos de la cara, se volvió hacia la mujer y le dio un beso en la mejilla.
-Cuídate mucho –pidió Keira, con el ceño fruncido en muestra de preocupación.
-Tú también. Nos vemos pronto –prometió, antes de abrazarla por última vez.
Poco después, las dos muchachas se hallaban sentadas en el interior del vehículo, una sonrisa tatuada en sus labios y el corazón latiendo a mil por hora.
Bajaron en el aeropuerto, embarcaron sus maletas y, una vez libres de equipaje, cruzaron los arcos de seguridad. Nada más verse en el interior, sin nada que hacer hasta que el avión despegara, miraron el reloj: faltaban poco menos de cuarenta minutos. Entre el trayecto de ida hasta el aeropuerto de La Guardia, las colas y los múltiples controles a los que fueron sometidas habían perdido mucho tiempo.
-¿Nos tomamos algo hasta que nos llamen para subir al avión? –preguntó Sienna a su compañera, que aún seguía dando saltos de acá para allá.
-Vale, vamos –respondió la otra chica-. Pero ni se te ocurra acercarme un café o una Coca Cola, que si no va a darme un infarto.
Las dos se echaron a reír mientras caminaban por los largos pasillos de la terminal en busca de una cafetería. Lo primero que vieron fue un Starbucks.
-¿Frappucino doble de chocolate? –propuso Abby.
-Frappucino doble de chocolate –aceptó su amiga.
Se pusieron a la cola para pedir sin dejar de observar a la gente que paseaba por el aeropuerto. Para su sorpresa, la mayoría de viajeros eran jóvenes de su edad con camisetas y sudaderas bordadas con el nombre de diferentes universidades. Naranjas y lilas de Clemson University, amarillas de la universidad de Missouri, rojas de Harvard...
-Dentro de poco nosotras seremos como ellos –señaló Abby-. Fans incondicionales de nuestro equipo de fútbol, siempre engalanadas con la ropa de la escuela. 
-Antes también lo éramos –la corrigió Sienna-. Al menos yo me pasé casi todo el curso con el uniforme azul marino del Saint Patrick’s.
-Claro, porque eras animadora, pero ahora será diferente. Todos iremos así, todos seremos iguales.
Para no destrozar la ilusión de su compañera, no dijo nada, aunque la americana no tenía razón. En el colegio, todos llevaban camisetas iguales en las tardes de partido, solo que ella nunca había querido ir y por lo tanto no lo había comprobado.
Pagaron a la cajera y se marcharon lejos del local con su enorme vaso en la mano. Querían encontrar pronto la puerta de embarque para poder estar más tranquilas.
-¡Anda, mira! –exclamó Abby emocionada-. ¡Universidad de San Diego!
Sienna levantó la cabeza de la pajita que había estado moviendo dentro del vaso para mezclar la nata con el batido y vio a una chica un par de años mayor que ellas con una camiseta de manga corta con el nombre de su nuevo centro de estudio escrito en el pecho.
-Vaya, parece que el azul marino nos persigue –comentó la española, refiriéndose al color de la camiseta de la desconocida.
-Espero que eso no sea un mal augurio –bromeó Abby-. Ojalá que los colores sean lo único que la USD y el colegio Saint Patrick’s comparten, porque este año voy a comenzar mi vida de cero y quiero que el resultado sea inolvidable.

7 comentarios:

  1. Me encanta *____________* Es tan perfecto como Al Otro lado del mar :D

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  2. No tienes ni idea de lo feliz que acabas de hacer a esta chica(yo)
    Te importaría decirme como obtener Al otro lado del mar?
    Amo esta historia, mucho mejor que algunos profesionales :D
    Tienes mis más grandes felicitaciones por habaer hecho realidad tu sueño, porque no todo el mundo lo consigue, mucha suerte, espero que sigas escribiendo así de bien.
    PD: te dejo mi blog http://elmundodelilii.blogspot.com/
    Y si te apetece agregarme al tuenti es: Denisa Denii

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    1. Hola Lilii!
      Al otro lado del mar se puede pedir por encargo en el Corte Inglés. Te van a decir que no tienen ese libro, porque no lo tienen en la tienda, pero lo tienen que pedir. La otra opción es pedírmelo a mí personalmente para que te lo envíe por correos.
      Muchas gracias por leerme :)

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  3. Me encanta, me encanta, me encanta!!:D :D
    Me he llevado una grata sorpresa al ver que lo habías subido por fin :)
    Me alegro mucho el otro día que te pasarás por El secreto de Alex jaja
    Un beso y publica prontito, eh? (L)

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    1. He sido rápida y ya hay dos capítulos más ;) Un beso!!

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  4. A Double Chocolaty Chip, please!! Qué rico que estaba el del domingo!!! Entre ése y el Banana Shake... Mmm! Por cierto, cómo que San Diego? No las mandas al sur profundo?! :P

    Lorena

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  5. jaja Me he puesto hasta nerviosa leyendo que se iban a San Diego.. ME ENCANTA!

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