domingo, 24 de octubre de 2010

Capítulo 16

Esa noche Sienna no pudo dejar de pensar en el cambio radical que había sufrido su vida y en todas las emociones que le quedaban por vivir en la Gran Manzana, esa ciudad a la que empezaba a adorar.
            Matthew se había marchado y de nuevo se había quedado sola, con mil dudas en la cabeza. Necesitaba hablar, sonreír y gritar a los cuatro vientos que era feliz, pero volvía a estar sola. Añoró no poder descolgar el teléfono a cualquier hora y llamar a Merche para contarle todo lo que le había pasado. Pese a que era tarde y era poco probable que su amiga estuviera en el ordenador, volvió a encender el portátil y la buscó en su lista de contactos. La cara se le iluminó cuando la vio conectada. Debían ser más de las tres de la madrugada pero Merche estaba ahí, para ella, como siempre que la había necesitado.
            -¡Ey, loca! ¡Qué haces en el ordenador a estas horas! ¡Mañana te vas a dormir en clase! –escribió como saludo Sienna.
-¡Pero qué dices, si aquí estamos de vacaciones! –Merche tardó un poco más que de costumbre en contestar.
            Sienna recordó que, aunque ella tuviera ya clases, en España el instituto no comenzaba hasta septiembre. En otras circunstancias se hubiera sentido desdichada por no poder disfrutar de unas vacaciones tan largas, pero incorporarse a las clases le estaba permitiendo conocer a mucha gente.
            Invitó a su amiga a una videoconferencia y las dos conectaron la webcam. Mientras el ordenador realizaba la conexión, Sienna vio su propio rostro en una pequeña ventanita a la derecha de la pantalla. Los ojos le brillaban y su sonrisa era imposible de ocultar. No tardó mucho en ver la cara de su amiga.
            -¡Sienna! ¡Qué guapa estás! ¿Has encontrado un novio rico o qué? Porque no me creo que esa sonrisa pueda deberse a algo que no sea un chico.
            Sienna se rió. Merche la conocía bien. Mientras hablaba, miró la cara de la chica. Estaba en su habitación, con poca luz.
            -No se trata de un chico. ¡Es todo! Ha sido mi primer día de clase y ha sido genial. Tengo algunos profesores muy aburridos, pero otros son estupendos y tienen unas ideas buenísimas de cosas que podemos hacer en clase. Además, he conocido a la chica más popular de la escuela y parece que le he caído bien.
            -Ten cuidado con esas chicas, Sienna, ya sabes que las comedias americanas nunca mienten, y las populares son las malas –Merche tardó en contestarle.
Había estado escribiendo a alguien durante un buen rato antes de que teclear la respuesta. Sienna quiso preguntarle por qué no le hablaba, pero pronto recordó las horas que eran en España y que los padres y el hermano de Merche tenían que estar durmiendo.
            -¿Y tú qué haces conectada? Todavía no me has contestado. ¿Estás hablando con algún chico?
            Merche no miró a la pantalla ni hizo atisbo de contestar.
            -Quien calla otorga. ¿Lo conozco? –continuó insistiendo Sienna.
            -No hay ningún chico. Sólo que en unas semanas tengo que recuperar inglés y estaba estudiando con unos enlaces que me ha pasado mi profesor particular.
            -¿Profesor particular? ¡No me digas que le estás pagando a alguien cuando podría haberte ayudado yo antes de venirme a Nueva York! –se indignó –Espero que tengas una buena explicación –añadió, en broma pero con un trasfondo de realidad.
            -Bueno… estoy quedando con un estudiante de Filología Inglesa de la Universidad de Alicante y creo que con su ayuda podré quitarme de encima ese coñazo de asignatura.
            -¿Coñazo? Si sabes que inglés era una clase muy divertida. Siempre hacíamos juegos y hablábamos más que escribíamos.
            Merche se levantó de la silla a la vez que decía:
            -Sí, genial, si no fuera porque las pocas palabras que sé en inglés sólo me sirven para ligar con guiris y pedir cerveza en todos los bares.
            La chica se había dirigido al armario, en el fondo de la habitación, a sacar la ropa que se pondría el día siguiente por la mañana. Sienna pensó que su amiga era una coqueta empedernida. Ni aunque fuera media noche podía dejar de buscar complementos que conjuntar con los pantalones, los zapatos y si era necesario, con la ropa interior.
            Al pensar en ropa interior,  sus ojos se fijaron en las braguitas negras que sobresalían por encima del pantalón corto de su amiga. Las habían ido a comprar juntas al principio del verano y Merche no había parado de repetir que esas serían sus bragas de la suerte con los chicos. Llevaban un lacito plateado precioso que se entreveía por la parte delantera y… en ese momento, Sienna lo estaba viendo con toda claridad. Algo no cuadraba: Merche estaba de espaldas.
            -Merche, ¡a mí no me engañas! –gritó cuando la chica volvió a sentarse frente al ordenador y se colocó los auriculares- ¡has estado con un chico, porque llevas las bragas de la suerte!
            Merche se sonrojó e inventó una excusa.
            -Pero no ha sido para ver a ningún chico. Tenía ganas de ponérmelas, ya que últimamente no he tenido mucha oportunidad de usarlas.
            -¿Ah, no? Pues cualquiera lo diría, porque las llevas del revés.
            Su amiga palideció y dejó de escribir a la otra persona con la que quisiera que estuviera hablando. Se había quedado sin palabras para ocultar lo evidente. Las carcajadas de Sienna retumbaban en su cabeza y no le permitían pensar.
            -¿A quién estás viendo, Merche? ¿Te estás acostando con tu profesor de inglés? ¿Lo conozco?
            -Sienna, yo…
            -¡No estés tan seria! ¡Ni que me hubieras quitado el novio! –esas palabras fueron el detonante para que la otra chica estallara a llorar al otro lado de la pantalla y a decir palabras sin sentido.
            Tras un rato intentando consolarla y comprender lo que pasaba, Sienna se quedó callada y por fin dilucidó lo que había ocurrido. Sólo le hizo falta oír un nombre: Álex.
            -¿Te has acostado con Álex, Merche? –entre ellas siempre había existido un respeto total en cuanto a chicos, y aunque Sienna no tenía ya nada con el chico, el código de amigas prohibía que una chica saliera con el ex de su mejor amiga.
Ese era el motivo de que su amiga hubiera estado un poco rara y ausente en sus últimas conversaciones, y también la causa de que horas antes no la hubiera encontrado conectada a Internet.
Quiso decirle que no pasaba nada, que no sentía nada por Álex más allá de un recuerdo maravilloso de un verano dulce, pero no tuvo tiempo para hacerlo, ya que su amiga apagó la webcam y el ordenador sin despedirse de ella.
Permaneció unos minutos frente al ordenador mirando la pantalla sin parpadear ni moverse siquiera. ¿Le molestaba que su mejor amiga estuviera con el chico al que había estado besando todo el verano? Su mente no dejaba de repetirle que no sentía nada por él, por lo que en cuanto reaccionó le escribió un mensaje al móvil a Merche para intentar tranquilizarla y hacerle saber que no estaba enfadada ni molesta, que tenía vía libre.
Sin embargo, sabía que en ese instante de la confesión, algo se había roto entre ellas. La confianza inquebrantable, las promesas de lealtad, los secretos… nunca volverían a ser los mismos. Merche sabía que no estaba enamorada de Álex, pero Sienna había estado todo el verano hablando de él, alardeando de universitario alocado y divertido. ¿Cómo podía haberle fallado, a ella, que siempre la había apoyado y defendido?
            Intentó quitarse el asunto de la cabeza. Se había conectado a Internet muy ilusionada con todos los avances que estaba haciendo en la gran ciudad y no quería que nada le destrozara la emoción. Entró a Facebook para ver si había novedades y así de paso agregar a sus nuevos amigos. Tenía tres peticiones de solicitudes de amistad: Cindy, Abby y Dean.
Dean. Entre Matthew, Abby y todo lo de Merche, se había olvidado de su beso frustrado. Al aceptar la solicitud, volvió a pensar en ello y, aunque Cindy le caía muy bien y acababa de experimentar un desengaño con Merche por un asunto parecido, no pudo evitar que llegara la hora de dormir y la oscuridad la encontrara deleitándose con las muchísimas fotos del adinerado joven en mil lugares y decenas de países distintos, siempre elegante y atractivo. Cuando se acostó en la cama, otro día más, en lo último que pensó antes de caer dormida, fue en Dean.

1 comentario:

  1. hola!! me encanta tu forma de scribir felicedades por tu blog y por favor sigue colgando mas capitulos que me tienen muy enganchada!!

    ResponderEliminar