martes, 12 de octubre de 2010

Capítulo 14

El tiempo de recreo pasó volando para la mayoría de estudiantes, para quienes treinta minutos eran insuficientes a la hora de dar todos los detalles de los últimos meses. En cambio, para Sienna, que había perdido gran parte de ese tiempo en clase y en los pasillos, el tiempo en el exterior del edificio resultó ser demasiado largo, desesperante.
La relación con las amigas de Cindy era tirante, incómoda. No le había hecho falta mucho tiempo para percatarse de que, cuando Cindy estaba delante, las chicas cambiaban su actitud. La trataban mejor, se interesaban por ella y no la ignoraban. Todas estaban pendientes de las palabras de Cindy, de su ropa, de sus chistes para reírle las gracias. No comprendía por qué pero le parecieron todas una pandilla de falsas e insulsas. Respecto a la rubia, su opinión era muy diferente. La joven era presumida y adoraba ser el centro de atención, pero ante todo podía describirla como divertida y muy amigable.
Sienna se alegraba de no haber cargado con las ideas prefijadas que Abby intentó cultivar en su mente, ya que algo le decía que Cindy y ella podían acabar siendo muy buenas amigas. Ella no sería tan hipócrita ni le reiría todas las bromas, sería una amiga fiel y sincera que no dudaría en apoyarla, estar ahí cuando hiciera falta, ya fuera para consolarla por haber sacado una mala nota o porque su novio la hubiera dejado. Que su novio la dejara. Esa idea resultaba bastante interesante.
Siguió dando vueltas a sus pensamientos. Cindy, Dean, Matthew. Matthew, Dean, Cindy. Dean, Matthew. Matthew, Dean. La aparición por sorpresa del chico del avión había despertado un sentimiento extraño en su interior. El joven no era tan guapo como Dean, ni tan elegante, pero tenía algo especial, un toque desenfadado y simpático que hacía que Sienna pensara en España y su gente. Pese a que su primera encuentro no fuera el más afortunado y pese a que ella había sido muy borde con él, el muchacho no había dejado de sonreírle y de tratarla con cariño. Sienna consideró que sería una buena idea darle una oportunidad. Algo le decía que, igual que podía acabar siendo una buena amiga para Cindy, trabar una amistad con Matthew no resultaría difícil, a la par que le brindaría muchas oportunidades de divertirse. Sí, cuando volviera a clase hablaría con él y se disculparía por haber sido tan antipática con él hasta el momento. Aunque el joven era muy atractivo, eso era innegable, Matthew no era Dean. No se sentía intimidada ni cohibida con él a su lado. No le tenía miedo, ni sentía reparos por “qué pensará de mí”.
De forma involuntaria, el nombre de Dean no paraba de aparecer en sus pensamientos. Esa sonrisa. Esa mirada. Ese amago de beso.
Una de las chicas le preguntó a qué se dedicaban sus padres. Por primera vez desde la muerte de su madre, agradeció que le hicieran esa pregunta, ya que la obligaban a volver a la realidad y dejar de pensar en Dean.
-Mi madre murió hace dos años. Era maquilladora profesional y tenía muchos clientes –las chicas parecían interesadas, aunque una de ellas dejó ver en su rostro, sin pronunciar palabra, que no consideraba que Sienna estuviera a su altura teniendo en cuenta la profesión de su madre-. Mi padre es un hombre de negocios. Dirige una empresa con varias sedes internacionales.
            -¿De qué es esa empresa? –había despertado la curiosidad de las chicas con su última frase.
            -De medicina. Estudió en Harvard en su juventud y allí conoció a un chico. Juntos crearon unos fármacos que permitían la curación de algunas enfermedades en animales de gran tamaño. Durante años intentaron encontrar la medida exacta y la composición adecuada para acabar con esas mismas enfermedades en el ser humano. Los principios fueron duros, pero poco después comenzaron a manejar bastante dinero puesto que pusieron a la venta de agricultores, veterinarios, zoos y circos sus productos para animales. Su amigo no supo llevar el éxito y cayó en las drogas. Ahora mismo está en un centro de desintoxicación. Mi padre decidió tomárselo con calma y marcharse a España una vez que conoció a mi madre, para poder trabajar más tranquilo.
            Las chicas escuchaban con atención la historia.
            Monkey see monkey do. I don’t know why I’d rather be dead than cool. Every line ends in rhyme. Less is more, love is blind”. Nirvana las devolvió a la realidad. Era la hora de volver a clase.
            De nuevo en el aula, el profesor de literatura entró en el aula. Mr Richmond era un hombre mayor, cargando a sus espaldas años y conocimiento. Su barba blanca, corta, le daba un toque de sabio intelectual, loco renacentista. Tras la presentación de rigor, comenzó su clase hablando de su obra favorita, El retrato de Dorian Gray.
            -El retrato de Dorian Gray, además de mostrar la actitud de los hombres de la época y servir a su autor, Oscar Wilde, como medio de crítica, nos muestra algo que podemos ver día a día en el colegio St. Patrick: la belleza sirviendo como escondrijo, como armazón, para la maldad humana. Sé que a fecha actual sólo perciben la belleza, el dinero, la elegancia, pero les aseguro que dentro de unos años muchos de ustedes desearán tener un retrato oculto que les proteja y cargue sobre él los rastros de su maldad.
            Sienna notó una mirada clavada en ella. Giró la cabeza a un lado. Su mirada se cruzó con la de Abby. La chica permanecía seria. Sus ojos parecían estar advirtiéndole algo. Sienna le sonrió y volvió a escuchar al profesor.
            -Este mes van ustedes a leer este libro en casa y lo trabajaremos en clase. No habrá examen, pero sí un trabajo sobre la obra que deberán realizar en parejas.
            Los alumnos ya comenzaban a decir “yo contigo”, “ey, ¿vas conmigo? El profesor les interrumpió.
            -Yo me encargaré de formar las parejas a mi libre albedrío, así que les rogaría que continuaran en silencio.
            Mientras iba nombrando a sus compañeros, a muchos de los cuales aún no conocía, Sienna miraba a su alrededor, nerviosa.
            -Y por último, usted, señorita –el dedo largo y huesudo del profesor apuntaba hacia Sienna-, trabajará con el señor Andrews.
            Con la otra mano, el profesor señaló a Matthew. Sienna sonrió. Parecía que el destino le ofrecía la posibilidad de disculparse con el joven en un entorno tranquilo y sin distracciones. Rasgó un pedazo de papel y escribió en él “esta tarde a las seis en mi casa.” Garabateó abajo su dirección para después doblar la nota en varios pliegues. La pasó al chico que estaba a su izquierda, quien la pasó hacia atrás para que llegara a Matthew. Matthew cogió el papel y leyó su contenido. Segundos después levantó la cabeza y miró a Sienna fijamente a los ojos. La sonrisa en sus labios era más sincera que nunca. Sienna le devolvió la sonrisa. Esa tarde no estaría sola en casa. Tenía una cita.

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