martes, 5 de octubre de 2010

Capítulo 6

Lo primero que hizo nada más alejarse de la escuela fue dar la orden a Gary, su conductor, de llevarla a la tienda de Zara en la Quinta Avenida. Sabía que en la Gran Manzana había cantidad de negocios donde vestirse como una princesa o una actriz de Hollywood, pero ella se sentía más cómoda en la tienda donde solía perderse los sábados por la tarde con sus amigas.
Tras vagar durante largo tiempo entre vestidos y chaquetas con hombreras sin encontrar nada de su agrado, compró una camisa blanca de botones y se dirigió al mostrador. Mientras introducía el número personal de su tarjeta en la máquina, Sienna le preguntó a la chica que la estaba atendiendo si podía recomendarle alguna tienda donde comprar ropa juvenil y sencilla. La joven le sopló por lo bajini unos nombres y direcciones, a la vez que vigilaba que ninguna de sus encargadas la viera promocionando a la competencia. Sienna le agradeció la ayuda y salió con su pequeña bolsa marrón camino al coche.
De allí fue a Forever21, American Eagle y alguna otra tienda donde quemó la tarjeta de crédito. Estaba emocionada con tanta ropa nueva, diferente a la que acostumbraba a ver. Había sido una buena idea pedir consejo y alejarse de lo conocido.
En vez de volver a casa a dejar las compras, echó mano a su mapa de Nueva York y solicitó a Gary que se encargara de dejar las bolsas en su apartamento mientras ella salía a recorrer las calles de la ciudad.
En primer lugar buscó un lugar donde comer, ya que había pasado toda la mañana y parte de la tarde ocupada, sin tiempo para llevarse un trozo de pan a la boca. Ya eran las cuatro de la tarde.
“No te infles a hamburguesas y comida basura, Sienna, que sino vas a acabar hecha una foca”, le había advertido el día antes Merche. Con ese pensamiento en mente pasó por la puerta de un enorme McDonald’s de dos plantas y, unas cuantas manzanas después de cruzar Times Square, entró en un restaurante italiano atestado de gente.
Pidió y se sentó en una larga mesa en el fondo del establecimiento. A su lado había tres chicas un poco más jóvenes que ella, que hablaban más que comían. Estaban totalmente emocionadas. Sienna, presa del aburrimiento, se dedicó a escuchar su conversación a la vez que comprobaba si su nivel de inglés era lo bastante avanzado como para seguir una charla entre adolescentes sin perder información.
- ¡Es increíble! Dicen que ya ha vuelto a Nueva York y que lo han visto solo en GAP –comentó una chica, con las uñas pintadas con un precioso barniz de uñas azul celeste.
- ¿Solo? Ojalá esa quiera decir que ha cortado con la innombrable. No entiendo cómo un chico como él podía estar saliendo con una persona tan falsa y artificial como ella. Seguro que era un montaje –respondió la chica sentada al lado de Sienna.
- Lo mejor de todo es que la semana que viene comienzan a rodar y seguro que pasan por el Rockefeller. ¿Qué os parece si nos pasamos por allí a ver si lo vemos? –volvió a hablar la primera.
Sienna no perdía dato de la conversación. Era tal la alegría y emoción de las chicas que el gusanillo de la curiosidad comenzó a picarle. Sintió la tentación de preguntarles de quién hablaban, aunque se mantuvo callada.
Poco después las chicas se levantaron de la mesa. Sin recoger los restos de su pizza, caminaron hacia la puerta. Entre los platos se habían dejado una revista con una franja rosa y unas enormes letras que cubrían las fotos. “El abrazo que lo cambió todo”. “Descubre el último Bad Romance de Lady Gaga”. “¿Estáis hechos el uno para el otro?”
 Sienna arrastró la revista hasta ponerla a su lado y le echó un vistazo por encima. Tal vez esa sería una buena idea de ponerse al día con los gustos de los adolescentes americanos.
Apenas había pasado la primera página cuando la chica de las uñas perfectas llegó corriendo a su lado. Sin decirle nada le arrebató la revista de las manos y se marchó quejándose a sus amigas, que la esperaban en la puerta.
Sienna siguió comiendo en silencio, esta vez más aburrida. Al terminar su pedazo de lasaña, recogió la mesa y salió a la calle.
Paseó un rato por Times Square y entró a la tienda gigante de M&M. Compró algunos dulces y continuó deambulando por la ciudad. Llegó a una librería y recordó que tenía la lista de los libros del colegio en el bolso, así que entró y compró todos los que encontró. Sólo le faltaba el libro de ciencias naturales. También compró un par de libros de lectura para entretenerse en casa.
El tiempo había pasado volando y ya comenzaba a oscurecer. Sienna decidió que podía volver a casa andando, ya que no estaba excesivamente lejos del centro y así tendría la oportunidad de conocer un poco más su nuevo mundo.
Volvió a la Quinta Avenida y siguió caminando adelante. Al frente podía divisar Central Park. Su casa no estaba muy lejos, o al menos esa era la sensación que había tenido desde el coche, porque ese parque era enorme y por mucho que andaba de forma paralela a él, no parecía estar más cerca de su destino.
Caminó y caminó y por fin vio frente a ella los escalones del Museo. Algunas familias salían de él, apresuradas, llegada la hora de cierre. Algunos turistas posaban en los escalones con una gran sonrisa. Y ahí, en el escalón más alto de todos, justo en el centro de las escaleras, vio una cara conocida. La chica del café.
La joven estaba concentrada en la lectura de un libro que desde abajo Sienna no podía reconocer. El escándalo a su alrededor, las carreras de los niños, los flashes… todo parecía estar en su contra, todo su ambiente intentaba distraerla de la lectura, pero la muchacha no despegaba la vista de las páginas que tenía delante.
Sienna había disminuido el paso y miraba con atención a la chica. No entendía por qué, pero ver una cara conocida le había dado un vuelco al corazón. ¿Cómo podía ser tan grande Nueva York y encontrar a la chica de las gafas justo al lado de su casa?
Debió ser muy descarada con su forma de mirar, puesto que la otra joven se sintió observada y levantó la cabeza para observarla fijamente. Sienna miró a otro lado con disimulo, pero la joven ya la había visto. Ésta cerró el libro, se puso de pie y bajó con paso rápido las escaleras hasta colocarse al lado de Sienna.
- ¡Hola otra vez! –saludó con una sonrisa-. No sé si te acuerdas de mí; nos hemos visto en la puerta del colegio St. Patrick.
Sienna la miró y le devolvió el saludo, fingiendo no haberla visto antes.
- ¡Ah, sí! Es verdad.
- Vas a estudiar allí, ¿verdad? –preguntó la desconocida.
- Sí. Es mi primer año allí, y también el último. Acabo de mudarme a la ciudad –respondió Sienna.
- ¿Estás en el último curso? Quizás vayamos juntas a clase; yo también voy a empezar mi último año allí. Por cierto, me llamó Abby –mientras decía estas palabras, la chica tendió su mano a Sienna, que respondió con un apretón de manos.
- Yo soy Sienna. Encantada de conocerte.
No sabía cómo, pero en algún momento desde que se encontraron habían dejado de andar.
- Así que vienes de España… qué lejos, ¿no? ¿Qué te trae aquí? –preguntó, curiosa, Abby.
- Bueno, mi padre quería que estudiara aquí. Mi madre es americana y siempre decía que le gustaría ver cómo me graduaba en su misma escuela.
- Eso explica tu acento. Hablas muy bien inglés para no ser tu lengua nativa –remarcó Abby-. Tu madre debe estar muy contenta de que hayas venido a estudiar aquí.
- La verdad es que no lo sé –respondió Sienna-. Mi madre murió hace dos años.

1 comentario: