viernes, 14 de enero de 2011

Capítulo 45

Matthew se derrumbó en el sofá, sin encender la tele siquiera. Apoyó los pies, aún con los zapatos puestos, sobre la mesita de cristal del salón y dejó que su mirada se perdiera en el techo de la habitación.
            La había dejado en la puerta de su casa tras hacerle comerse el trozo de brownie. Como durante la comida, le había lanzado indirectas, mensajes camuflados en bromas, en un intento de hacerle comprender que la palabra amistad se quedaba corta para describir lo que sentía por ella. Aún así, no había logrado hacérselo ver y estaba frustrado. Se despidieron en el coche con dos besos en la mejilla y en las fracciones de segundo que duró cada besó, contempló la opción de tomarle el rostro entre sus manos y besarla en los labios. Quizás así comprendiera cuánto le importaba, cuánto significaba para él.
            Aunque un poco cabreado, sonrió. Esta chica es de lo que no hay. Con todas las señales que le había mandado, con todo lo que le había dicho, aún no se había dado cuenta de nada. Muchas chicas se hubieran montado una historia tremenda con que él las mirara una sola vez. Pero no cabía duda de que Sienna era especial, igual un poco rara, pero esa rareza era la que la hacía distinta a las demás. Esa rareza fue la que le atrajo desde el primer momento.
            La observó en el avión que aterrizaba en Nueva York mucho antes de que ella se quedara dormida. La vio llegar enfurruñada, con su maleta de mano y un cabreo encima de mil demonios. Ella no le miró ni un segundo. Su guardaespaldas en ese vuelo, un peso pesado japonés, la contempló con temor.
La joven giró la cabeza al sentirse observada y volvió a mirar por la ventana, sin reaccionar de ninguna forma extraña. Matthew recordaba como tuvo que tranquilizar al guardaespaldas con una palmadita en el brazo. La chica no lo había reconocido o tal vez no supiera quién era. No era tan raro, ya que a fin de cuentas sólo era conocido en Estados Unidos y Canadá. El boom Matthew Levine no había llegado a España, y ése había sido uno de los motivos por lo que decidió pasar allí las vacaciones, con sus tíos, alejado de la prensa y del trabajo.
            Durante el largo vuelo, ignoró la película y los coqueteos de la azafata más joven. Se entretuvo vigilándola en silencio, examinando cada uno de sus movimientos. Como fruncía el ceño y apretaba el reproductor de música con fuerza cuando había un pequeño salto en el aire. Como se echaba atrás los mechones de pelo que le caían en la cara después de tantas horas recostada en el sillón de pasajero. Como canturreaba algunas frases de las canciones que escuchaba. Sin duda, era una chica muy guapa.
            Quiso comprobar si ella lo conocía, pero no sabía cómo hacerlo. ¿Y si tiraba algo a sus pies y decía que se le había caído? No, no, eso estaba muy visto. Tal vez podía preguntarle cuánto le habían costado los zapatos, que tenía que comprarle unos a su hermana y le gustaban mucho, aunque igual la pregunta era demasiado indiscreta.
             De repente se encontró junto a ella. Mientras pensaba, sin darse cuenta, se había alejado del japonés, que dormía como un tronco, y había llegado junto a su butaca. Ella no se giró a mirarle. Se sentó a su lado y la miró más detenidamente. Estaba dormida. Después se despertó y comenzaron a hablar. Pese a su malhumor, no parecía ser mala chica y no dejaba de ser una preciosidad. Además, era la primera chica en mucho tiempo con la que hablaba con normalidad, siendo Matthew Andrews y no Matthew Levine.
            Por casualidad, volvieron a encontrarse en el colegio. ¿O debería decir que el destino volvió a unir sus caminos? Matthew no lo sabía. De lo único de lo que estaba seguro es de que esa chica le gustaba, le gustaba desde el primer momento en que la vio. Conforme la había ido conociendo, todas sus virtudes y detalles fueron saliendo a la luz. Su simpatía, su toque divertido, su buen humor y su ilusión por las pequeñas cosas la hacían atractiva por dentro a la par que por fuera.
            Cuando la miraba, veía en ella algo que nunca antes había visto: esa persona a la que podría escuchar sin interrumpir jamás, esa persona que le había hecho olvidar que cualquier otra chica existió antes, ésa a la que echaba de menos diez minutos después de despedirse de ella aún habiendo estado todo el día juntos, esa chica con la que podía vivir la vida que él soñaba y no la que los demás esperaban de él. Estar con ella hacía que un día normal fuera el más maravilloso de su vida. Y al caer la noche, imaginaba cómo sería salir con ella, saber que ella sentía lo mismo que él al mirarle. Hablaría de ella hasta desgastarle el nombre, hasta que los demás se cansaran de escuchar. Sí, por ella, haría lo imposible, lo inimaginable, y lucharía para conseguir que en su vida no hubiera un solo día triste. No entendía cómo había pasado pero se había enamorado locamente de ella.
            A la vuelta de España, y especialmente después de la aparición de Sienna en su vida, Matthew había decidido acabar con las mentiras de su discografía: cortó con aquella otra famosa con la que lo relacionaban, pese a que nunca habían tenido nada, sólo roces de manos y falsos besos para las cámaras. Sin embargo, no pudo dejar de mentir, por miedo. Temía que Sienna dejara de tratarlo de la forma en que lo hacía si descubría que era cantante. Le preocupaba involucrarla en el mundo del famoseo, de los paparazzi y de las fans. Deseaba preservar la inocencia, la sencillez con que todo ocurría cuando estaban juntos. Deseaba enamorarla por él mismo y no por ser Matthew Levine, el cantante.
            Cada día se le hacía más difícil mantener la mentira y conseguir que ella no le descubriera. ¿Qué pasaría si ella se enteraba de quién era? Seguramente se enfadara con él por no habérselo contado. O igual le daba igual. Puede que se alegrara e intentara utilizarlo para hacerse famosa, como ya habían intentado antes otras chicas. Mil ideas corrían por su cabeza y le impedían tomar una decisión. Por eso, día tras día, rezaba para que nadie dijera nada en el colegio, para que la chica no lo viera en la televisión ni lo reconociera en alguna revista. Y, ante todo, rezaba que no se le acercara nadie por la calle a pedirle un autógrafo o una foto. Hasta entonces lo había conseguido, pero… ¿podría hacerlo mucho tiempo más?

2 comentarios:

  1. Ohhh! Matthew admitiendo sus verdaderos sentimientos hacia Sienna, fue precioso, adoro la manera de pensar de él hacia Sienna.
    Un capítulo precioso que revela muchas cosas, como la indecisión de Matthew a la hora de acercarse a Sienna en el avión, algo que quedaba como algo "narutal" bajo la versión de Sienna. Y por otra parte el porque no quería que supiera que él era cantante.
    Espero con ansia a que llegue el domingo para seguir leyendo más porque estoy muy enganchada a la historia ^^
    Un beso y hasta la próxima! =D

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  2. Me esta encantando!!!!!!!!!!!!!!!
    es un libro genial y muy interesante, espero que te lo publiquen!

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