lunes, 3 de enero de 2011

Capítulo 40

-Tía, no te desanimes. Ya verás como con el paso del tiempo mejoras –la consoló Cindy el miércoles, a la salida de la segunda sesión de entrenamiento-. El domingo podemos quedar en mi casa para practicar y así la semana que viene ya te saldrá a la perfección.
Con el brazo de su amiga por encima de los hombros, Sienna caminaba a ritmo pausado. Agradecía la actitud de Cindy, pero nada le subía los ánimos. Aceptó la invitación con la esperanza de que ese domingo ocurriera un milagro. De ninguna otra forma conseguiría saliera de la casa de la rubia con una fuerza mayor y las destrezas de una animadora experta.
En la puerta del edificio, Dean las esperaba, apoyado en una de las columnas del pórtico.
-Hola, chicas –las contempló con picardía.
Cindy llegó a su altura. Al contrario que los últimos días, en que no había mirado a su chico a la cara ni una sola vez, esta vez se puso de puntillas junto a él y lo besó en los labios. El beso, largo y ardiente, impactó a Sienna. Desconocía que la pareja se había reconciliado.
-Hola, Dean –forzó un gesto alegre, confusa.
-Nos vemos mañana en clase, guapa –se despidió Cindy, abrazada a Dean, con una sonrisa en los labios-. ¡Y no te olvides de lo del domingo!
-Sí, claro. Que os lo paséis bien esta tarde. ¡Adiós! –añadió Sienna antes de echar a andar hacia casa.
Cuando se hubo alejado un poco de ellos, echó la vista atrás, con disimulo. Los dos seguían abrazados, unidos por los labios, hambrientos de deseo. Notó un fuego quemándole por dentro. Se le tiñeron las mejillas de rojo. Los celos la atacaban como nunca antes. Era lógico, ya que se trataba de la primera vez que veía a sus dos amigos tan cerca el uno del otro, y no únicamente en el sentido físico.
Deseo tener a Abby a su lado, esperándola en la esquina de la manzana o en la puerta del colegio. Cuando estaban juntas, descubría muchas cosas de sus compañeros y conseguía sacarse de la cabeza todos sus miedos y preocupaciones. Sin embargo, desde que empezó los entrenamientos, apenas habían podido verse. La chica tenía dos horas de club de lectura los martes, mientras que ella practicaba una hora los martes, miércoles y jueves al acabar las clases.
Pensó que la llamaría más tarde, al llegar a casa. Necesitaba desahogarse y, aunque apreciaba a Cindy, sólo con Abby podía hablar sin temor a ser juzgada o a tener que ocultar hechos.
Continuó avanzando hacia el apartamento mientras meditaba acerca de su vida: sus problemas para ser una buena animadora, la enorme cantidad de tareas pendientes para clase, la distancia que cada día era más palpable entre sus amigas de siempre y ella, el embrollo de sentimientos que la embargaban cada vez que dejaba de pensar.
Definitivamente, tenía que hablar con Abby. Tal vez la invitara a ir a su casa a charlar un rato. O mejor, si estaba libre, podrían dar una vuelta por la ciudad y olvidarse de todo y de todos. Ya tendría tiempo para los deberes.
* * * * *
Sus labios paseaban, ansiosos, por el cuello de Dean. Adoraba esa frescura que le envolvía al acabar de entrenar con los chicos, el olor de la colonia que utilizaba desde que comenzaron a salir. Era su aroma, un perfume preparado para él a petición de Cindy. Los contactos de su madre servían para esas cosas.
Los dedos del chico se movían descontrolados bajo la blusa de la jefa de animadoras.
-Cariño, espera, que estamos en la puerta del colegio.
-No puedo esperar. Estar a tu lado me pone nervioso –contestó él.
“Claro, estar a mi lado o al de cualquier otra”, juzgó Cindy. No respondió. Tan sólo siguió besándolo, cada vez de forma más apasionada.
Dean la pegó contra el pilar y le levantó los brazos. Ansiaba poseerla, hacerla suya ahí, en ese mismo momento. Sus cuerpos se rozaban y con cada caricia su excitación aumentaba.
-¿Nos vamos? –le susurró al oído.
Después le mordisqueó la oreja de esa forma que los años le habían enseñado a perfeccionar.
-Sí, vamos a mi casa –concluyó Dean-. Pero esto no va a quedar así, ¿eh?
Al formular esa pregunta, sonrió de forma franca. Cindy le devolvió la sonrisa.
Había decidido no darle más oportunidades a Dean, acabar con sus escarceos tan pronto como le resultara posible y descubrir la identidad de la última conquista de su novio. Descargaría toda su ira en esa chica. Sí, esa joven sería la diana de la rabia de tantos años de engaños e infidelidades. Nadie se entrometía en las relación de Cindy y Dean. Nadie.
-No, esto no va a quedar así –repitió ella.
Ya se encargaría de que las cosas acabaran como ella pretendía.

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