domingo, 12 de diciembre de 2010

Capítulo 29

Tuvo suerte ya que todas las chicas estaban conectadas en el Messenger cuando encendió el ordenador. Una a una las fue invitando a una conversación múltiple y todas ellas aceptaron la propuesta. Pocos minutos después, siete nombres de diferentes colores y diversos dibujitos aparecían en su pantalla.
Sus amigas estaban ansiosas por saber a qué se debía esa reunión tan urgente y no dejaban de especular al respecto.
            “¡Dios, has visto a Robert Pattinson por la calle y tienes que enseñarnos la foto que os habéis hecho!”. “¡No, estoy segura de que es más que eso, se han besado apasionadamente en Central Park y los han pillado los paparazzi y necesita que le encontremos un vuelo para escapar con él a una isla desierta sin que se entere la prensa”.
            Conforme iba leyendo las palabras de sus amigas, Sienna sentía como la sonrisa iba apareciendo en su rostro en señal de confirmación de que su padre le había dado la clave para liberar la tensión que la invadía.
            Permitió que se devanaran los sesos especulando e imaginando situaciones a cual más inverosímil. Cuando las chicas ya no aguantaban más, comenzó a escribir qué la preocupaba. Ya todas conocían a rasgos generales a su nuevo grupo de amigos y conocidos, por lo que no tuvo que perder el tiempo haciendo tontas presentaciones. A diferencia de lo ocurrido con su padre, a las chicas no les ocultó ni un solo detalle. Es más, en alguna ocasión debía explicar más de lo que hubiera deseado ya que todas querían saber con pelos y señales lo que la preocupaba de tal forma.       
            Compartió con ella sus temores e ilusiones respecto a Dean, su malestar por lo sucedido con sus dos amigas. Las chicas la leyeron y la animaron diciéndole todo lo que necesitaba oír. Le restaron importancia a los siete minutos en el paraíso asegurando que, sin fotos ni pruebas materiales, nadie más que ella sabría jamás hasta que punto se le fue todo de las manos.
            -Si era Dean o no el chico del cuarto oscuro, algún día lo sabrás. Ahora quítate todos esos malos rollos de la cabeza y descansa tu resaca, que por la forma en que escribes es más que evidente que no se te ha pasado todavía –escribió Merche, que parecía haber recuperado su jovialidad y energía habitual.
            Las demás chicas se echaron a reír.
            -Oye, ¿y cómo llegaste al piso al final? No has llegado a contárnoslo –preguntó, curiosa, Ana.
            -Digamos que Matthew apareció en el momento adecuado en el lugar más inesperado –empezó a contar Sienna, indecisa a la hora de escoger las palabras precisas.
            Todas se asombraron al leer la aparición espectacular de la limusina del chico y como éste la llevó al hotel sin intentar aprovecharse de la situación.
            -Vaya, Sienna, con menuda gente te estás codeando. Ahora nos escribes para contarnos tus penas, pero me juego el cuello a que dentro de dos meses ya ni te acuerdas de nosotras de lo ocupada que vas a estar con tus nuevos amigos ricos –comentó una de las chicas.
            Poco a poco, las jóvenes fueron abandonando la conversación para dedicarse a estudiar, arreglarse o salir a tomar algo con más gente. Al final sólo quedaron Sienna y Merche.
            Una vez solas, Sienna le explicó cómo Matthew le había cantado al oído en el ascensor y lo maravilloso que era tenerle como amigo.
            -¿Cómo amigo? Tía, a mi mis amigos no me suelen cantar, salvo que estén intentando reírse de mí con alguna canción famosa. Yo creo que ese chico quiere algo más, lo pienso desde el primer momento.
            -Qué va. Estoy segura de que no. Es un chico muy majo y nos llevamos genial, eso es todo.
            -Bueno, tú verás.
            -¡Ay! No le busques tres pies al gato que entre él y yo no hay nada. Me encanta estar con él, me parece muy interesante y es muy guapo, pero es demasiado príncipe azul y yo no soy ninguna princesa –al decir eso, recordó cómo se dirigió él a ella en el mensaje que leyó en la discoteca y se sonrojó.
Agradeció que la cámara web estuviera apagada porque sino su amiga no se creería ni una sola de sus palabras.
-Eso sí, no voy a negar que si no fuera por él y por Abby, no sé que habría sido de mí anoche. Voy a enviarle un mensaje para darles las gracias –añadió.
-¿Un mensaje? Tía, te cuidaron como a un bebé y el chaval hasta te acostó. Por mucha vergüenza que te de, deberías darle las gracias en persona. ¿Por qué no le dices de quedar esta tarde y os tomáis algo? –sugirió Merche.
-Sí, no estaría mal. Podría quedar los tres y charlar. Cuanto antes hablemos de lo que pasó ayer, antes podremos cambiar de tema y olvidarnos de todo –consideró Sienna-. Antes de nada, voy a ver en Facebook si Abby tiene algún plan para estar tarde que, con todo el ajetreo de ayer, no dejé que la pobre me hablase de ella en ningún momento.
Abrió el navegador y tecleó el nombre de la red social. Inició sesión automáticamente y buscó el perfil de su amiga. Abby “preparando el trabajo de literatura con Mike”. Vaya, la chica estaba ocupada. Tendría que dejar el encuentro para otro día.
En el buscador de amigos escribió el nombre de Matthew. Conforme presionó el botón de intro, se percató de que no lo tenía agregado. Bueno, lo buscaría y lo agregaría. No debía haber demasiados Matthews en Facebook listados en el último curso del Saint Patrick’s, ¿no?
Sienna creía que la búsqueda sería rápida y clara. Un único resultado. ¡Qué equivocada estaba! Frente a sus ojos, apareció un larguísimo listado de personas. Sienna no daba crédito a lo que veía. No era una lista interminable de cientos de páginas de diferentes personas, sino miles de perfiles de una misma: Matthew. Su Matthew.

2 comentarios:

  1. estoy súper enganchada!! estoy impaciente de que subas el siguiente!! y me encanta la foto del empire!

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