domingo, 5 de diciembre de 2010

Capítulo 27

La limusina de Matthew hizo su primera parada frente a la casa de Abby. La muchacha dio dos besos a Matthew y le dio las gracias por todo. Sienna se quedó dentro del vehículo mientras los dos hablaban fuera de cómo llevarla a casa.
            Abby estaba obcecada en llevarla ella misma al apartamento, puesto que no le hacía mucha gracia dejar sola a su amiga en el coche con un chico. Sin embargo, al final debió ceder. Se sentía mal por hacerlo, por lo que se justificaba pensando que el chico era de fiar y que si le hacía algo a su amiga, quien más saldría perdiendo era él.
            Matthew volvió a entrar en el coche y se sentó en un lado del vehículo para no molestar a Sienna. Colocó la cabeza de la chica, que estaba acostada en el asiento, sobre su regazo. Mientras el vehículo cruzaba la ciudad, los dedos del joven acariciaban el pelo mojado y despeinado de Sienna.
            Sienna simulaba estar dormida, aunque en realidad era más consciente de lo que ocurría a su alrededor que durante toda la noche. El chapuzón de la fuente le había sentado de maravilla para despejar la mente.
            Con discreción, olió el pecho del chico. Olía a limpio, a fresco. Se preguntó cómo olería ella después de haberse bebido un bar entero y de pegarse un baño en una fuente de agua sucia y verde.
            Notó que sus piernas estaban muy descubiertas, desprotegidas por esa falda tan corta. Tuvo la tentación de colocarse mejor la falda aunque se reprimió para que Matthew no supiera que estaba despierta. No tenía miedo de que el chico intentara propasarse con ella, todo lo contrario, sabía que podía fiarse de él. Esa tentación no se debía al miedo, sino a la vergüenza. ¿Cómo podía sentir vergüenza de mostrar su cuerpo cuando todo el colegio acababa de verla? Tal vez fuera porque no le importaba nada lo que pensara el resto del colegio o porque el alcohol la hubiera hecho desinhibirse en demasía, pero se sentía mal porque Matthew, un chico tan dulce y tierno, tan misterioso, la viera convertida en una cualquiera, en una chica más.
            Mientras reflexionaba con los ojos cerrados y disfrutaba del olor y las caricias del chico, el vehículo llegó a su destino. Sintió a Matthew moverse bajo ella para abrir la puerta. Una vez hecho, con cuidado, el chico la zarandeó. Sienna abrió los ojos con lentitud.
            -Buenas noches, sirenita –sonrió.
            Sienna lo miró en silencio y le respondió con una sonrisa tímida.
            -Ya hemos llegado a casa.
            El chico salió del coche y la ayudó a ella también. Le quitó el bolso del brazo y buscó dentro las llaves del edificio. Sin decir más, caminó hacia la puerta principal. El portero le saludó con una sonrisa, medio dormido, y le dejó pasar. Se acordaba de él.
            Sienna lo miró andar. Todo parecía tratarse de un sueño. El cabello dorado de Matthew, mojado y peinado con cuidado, no se ocultaba esta vez bajo ninguna gorra. Sienna pensó en lo guapo que era cuando dejaba que el mundo lo viera. Llevaba una camisa azul de cuadros y unos vaqueros oscuros que le favorecían mucho. No era la ropa que una princesa esperaría para su príncipe, pero a Sienna no le cabía duda de que Matthew acababa de convertirse en su príncipe azul.
            El chico la esperaba dentro del edificio, con una sonrisa. Sienna caminó despacio hacia el interior, tambaleándose sobre sus tacones. Cuando llegó a la altura del chico, éste le tendió un brazo y ella se agarró a él. Entraron en el ascensor en silencio.
            En un impulso irreprimible, Sienna lo abrazó y volvió a apoyarse en su pecho. Agradeció que el chico fuera más alto que ella porque le encantaba ese torso fuerte que le daba paz y serenidad. Con él se sentía protegida, se sentía segura. Al principio, sintió el cuerpo del joven paralizado, sin saber que hacer, pero éste no tardó en reaccionar. Sus dedos volvieron a perderse en su pelo y a acariciarle la cabeza con ternura. Sienna cerró los ojos y respiró profundamente.
            El ascensor subía los pisos, uno tras otro, sin prisa pero sin pausa.
            Matthew agachó la cabeza y buscó el oído de Sienna. Lo acarició con la punta de la nariz, tranquilo. Sienna sintió un nuevo escalofrío, aunque esta vez no se debía al agua ni al susto. Esta vez fueron sus labios los que le rozaron la cabeza. Matthew le acababa de besar con cariño la cabeza aunque tenía el pelo hecho un lío y un asco, aunque estaba segura de oler a fuente.
            Su corazón comenzó a latir a mil por hora, sin control.
            Y entonces la oyó. La voz de Matthew, suave, dejó de hablarle en castellano, como llevaba haciendo desde que la encontrara en la calle empapada. La voz se tornó un susurro, una caricia en palabras, una melodía. Matthew le cantaba al oído y le decía cosas preciosas en esa canción.    
            You are what I was looking for, a piece of peace into my broken world. The calm and love into all my wars, you are and you’ll be what I’ve been looking for.
            No se movió para no destrozar el momento, para no romper la magia. Estaba perdida en las palabras, descifrando cada sílaba de la canción, soñando.
El ascensor se encargó de devolverla a la realidad. La puerta se abrió y se encontró de vuelta a casa frente a la puerta de su piso.
Matthew le sonrió de nuevo y, con la llave en la mano, abrió la puerta del piso. Sienna caminó tras él, como si fuera de visita a esa enorme casa, como si toda perteneciera a él y a nadie más.
El chico entró al cuarto de baño y volvió con unas toallas. Le secó el pelo en silencio y le dijo que se quitara la ropa. Se giró y le prometió que no miraría. Sin rechistar, Sienna le hizo caso y, una vez desnuda, se envolvió en la toalla seca.
Matthew la tomó de la mano y la llevó a su habitación. Abrió la cama y le dijo que se tapara con el edredón. Así lo hizo.
-¿Estás bien? –le preguntó.
Sienna respondió meneando la cabeza afirmativamente.
-Entonces puedo marcharme ya –agachó la cabeza sobre la de Sienna y le besó la frente-. Buenas noches, Sienna.
De nuevo, silencio. Solo dos sonrisas cansadas y felices.
Dejó la llave en la mesita de noche y salió de la habitación. Sienna oyó una puerta cerrarse. Se había ido. No tuvo tiempo a pensar en nada porque instantes después cayó rendida y se durmió.

2 comentarios:

  1. me encanta este capitulo!!! adoro a Matthew!! sigue asi!! estoy super viciada!!!

    ResponderEliminar
  2. Me encanta, me encanta, me encanta!!!!

    ResponderEliminar