lunes, 25 de junio de 2012

Más allá del mar - Capítulo 22


Los preparativos les llevaron más tiempo del esperado, puesto que trenzar, rizar y despeinar un poco sus melenas para darles un aspecto medieval resultó ser un trabajo laborioso.
A pesar de todo, media hora después del inicio de la fiesta, como Sophia les había recomendado, las tres novatas hicieron su aparición en la amplia pradera de césped de Valley Field.
Para sorpresa de las chicas, el campo se había transformado por completo hasta el punto que las hizo olvidar por un momento dónde se encontraban, y es que parecía extraído de un cuento de hadas. En el lugar donde el día antes habían visto unas porterías de fútbol vieron unos pequeñitos y graciosos puestos de bisutería, juguetes de madera, objetos de decoración inspirados en la época que había dado nombre a la fiesta y una gran variedad de artículos a precios reducidos. Además, también había algunos puestos de comida arrinconados en una esquina del valle, con parrilladas de carne, crepes de chocolate, kebabs y dulces árabes.
-Dios mío, esto es genial –exclamó Yuri desde lo alto de la colina que les separaba de las casetas.
A sus pies, un poco más alejada del mercadillo medieval, podían ver una verja de madera pintada de un blanco inmaculado que separaba esa zona de la pista de baile y una carpa no demasiado grande bajo la cual unos cuantos jóvenes servían bebidas a los invitados a la fiesta, junto con un gracioso laberinto formado por arbustos de metro y medio de alto. A esa área, a diferencia del mercado, solo se permitía el acceso con invitación o demostrando la pertenencia a una hermandad.
La música que sonaba en la pista de baile sonaba aún lejana pero audible para cualquiera. De una canción desconocida que evocaba a la Edad Media tocada con el piano pasaron a 41 Guns de Green Day, lo que provocó que la coreana diera un brinco de alegría.
-¡Guau! ¡Si hasta la música es perfecta! ¡Vamos a bajar ya!
A toda prisa y sin prestar atención a la parte inferior del vestido, que rozaba el suelo, la muchacha echó a correr cuesta abajo con los ojos brillantes de emoción y la trenza de raíz rebotando sobre la espalda del vestido color lavanda.
-Parece Mulán, ¿a que sí? –comentó su compañera de cuarto mientras echaba a caminar tras ella.
Sienna se rió.
-La verdad es que sí. Aunque juraría que su vestido es más bonito que el de la película. Sobre todo me gusta el detalle del lacito rosa sobre el fajín morado.
-Va preciosa –suspiró Abby, y aquel suspiro dijo mucho más de lo que la joven podría haber querido desvelar.
-Tú también lo estás. Esta noche estás maravillosa –intentó convencerla la española-. Cuando Nathan te vea, se le va a caer la baba.
Su amiga se sonrojó ante semejante idea y agachó la cabeza. Sin embargo, en vez de ver unos vaqueros oscuros y sus pies en unas bailarinas, se encontró con un hermoso vestido blanco roto que llegaba hasta el suelo y recordó dónde se hallaban.
Tras la interminable sesión de compras con su recién asignada hermana mayor, habían escogido ese vestido porque según Sophia, era el que más mostraba la verdadera esencia de Abby, y la chica no podía sino darle la razón. Se trataba de un vestido sencillo, de corte liso con unas capas de tul un poco más cortas por delante y una cenefa dorada que lo cortaba en el torso, un poco más abajo del pecho, del mismo color que el fruncido de alrededor del cuello. Las mangas, acampanadas a partir del codo,  eran transparentes y contaban con pequeños bordados de florecillas, a diferencia del resto de la tela, opaca.
Sienna contempló a su mejor amiga, con su melena rizada al viento cuidadosamente peinada y decorada con una cinta también dorada en la frente y se dio cuenta del gran esfuerzo que la chica estaba haciendo para cambiar y dejar atrás a la Abby reflexiva y a menudo triste que había conocido un año antes. Una ligera sonrisa se le escapó entre los labios mientras deseaba que las cosas le fueran bien a su amiga y que por fin esta pudiera ser feliz, tan feliz como había sido ella al encontrar a Matthew, tan feliz como era por poder tenerlo en su vida.
-¿Crees que Sophia estará ya dentro? –la pregunta de su compañera interrumpió los pensamientos que acababan de borrarle la sonrisa.
Y es que lo echaba tanto de menos…
-Ni idea. Supongo que sí, porque ella y Brooke formaban parte del comité organizador del evento, pero esas dos están tan locas que me espero cualquier cosa -las dos se rieron.
La voz de la coreana llamándolas a gritos las devolvió a la realidad.
-¡Venga, lentas! ¡Poneos a la cola!
La chica ya había dejado atrás todos los puestecillos del mercadillo renacentista y las esperaba en la fila de gente ansiosa por acceder a la zona VIP, donde amigos y desconocidos de otras hermandades bailaban y reían sin parar.
Al ver que la cola se movía bastante rápido, se apresuraron en recorrer los metros que las separaban de aquel lugar para reunirse con Yuri y pronto cruzaron la puerta de entrada. Tras ella les esperaba una agradable sorpresa.
-¡Un photocall! –señaló Abby, con una sonrisa de oreja a oreja.
Pese a llevar gran parte de su vida asistiendo a fiestas de postín en casa de su tía y a inauguraciones de galerías de arte repletas de famosos junto a sus padres, aquella sería la primera vez que pasara por uno siendo tan solo ella, Abby Middleton, alumna de primer curso de la Universidad de San Diego.
Sienna, en cambio, se sintió un poco cohibida ante el enorme cartel de vistosos colorines que anunciaba a los patrocinadores del Medieval Weekend y a las hermandades y fraternidades participantes.  No era su primera vez, puesto que después de hacerse pública su relación con Matthew se había visto obligada en más de una ocasión a acudir a galas, entregas de premio y distintas reuniones sociales donde había debido posar para los fotógrafos, pero estaba acostumbrada a hacerlo del brazo de su chico, sonriendo a las cámaras tímidamente con la certeza absoluta de que para la prensa ella no era más que un complemento del cantante, una forma de mejorar la foto. En realidad, estaba convencida de que nadie se fijaba en ella. Esa vez, sin embargo, él no estaría allí para hacerla girar y girar entre risas frente a los fotógrafos, como en la última fiesta de la discográfica, ni tampoco para darle un tierno beso y hacerla olvidar todas las cámaras. Estaba sola y, como tantas otras veces en los últimos días, se sintió especialmente triste y cansada.
-¡Vamos, Sienna, ponte aquí! –la llamaron sus dos amigas, que ya estaban frente al panel de publicidad decidiendo la pose más adecuada.
La española se acercó a ellas y se unió a su toma de decisiones. Sin embargo, después de un buen rato discutiendo sobre la mejor postura, seguían sin haber llegado a ningún acuerdo. Por ello, Yuri pegó un chillido que asustó al fotógrafo.
-¡Oye, chico! ¿Cuántas fotos podemos hacernos?
De debajo de la tela negra que cubría la parte trasera de la antigua cámara de fuelle apareció un muchacho de su misma edad, con gafas de pasta negra y melenita despeinada.
-Las que quieras, chica –respondió él, burlón-, pero tienen que ser ya.
-¡Que es para hoy! –gritó una voz varonil, probablemente la del chico de la pareja que esperaba tras ellas.
-¡Ya va, ya va! –jaleó la coreana, haciéndole un disimulado corte de mangas antes de volverse al fotógrafo-. Pues prepara bien el dedo, que el botón de tu cámara va a temblar.
Y así fue. Aunque al principio les costó arrancar, después de la segunda foto se les habían ocurrido tantas opciones de posado diferentes que la cámara no dejó de iluminarlas con sus flashes durante casi cinco minutos. Sacaron fotos de las tres juntas, de dos en dos, solas, serias, riendo, haciendo tonterías… incluso le robaron un rato las gafas al muchacho que con tanta paciencia las estaba fotografiando y se sacaron una foto con ellas.
Al acabar su sesión de fotos, las personas que esperaban en la cola del photocall rompieron en aplausos, a lo que ellas respondieron con sonrisas. Yuri, por su parte, les sacó la lengua. 
Cuando ya se marchaban, el fotógrafo las llamó y las hizo regresar, lo que provocó más de una queja en la pareja que iba a continuación de ellos.
-Esperad, chicas, os dejáis la tarjeta con la clave para poder ver las imágenes en Internet.
Abby, que era la que más cerca estaba, regresó junto al muchacho y cogió la tarjetita que le ofrecía. Le sonrió un poco sonrojada antes de darle las gracias, mientras sus dedos se tocaban, y después fue dando pequeños saltitos al lugar donde la esperaban sus amigas.
-Qué mono era el fotógrafo –comentó Yuri, leyendo con atención las indicaciones de la tarjeta que acababa de darle su compañera de habitación.
-Sí –reconoció Abby, aunque ya tenía la mente y los ojos en otra parte: buscando a Nathan por toda la habitación.
-Haríais muy buena pareja, ya que parece ser que a los dos os gusta la fotografía, ¿no? –intervino Sienna, a lo que la coreana soltó una carcajada.
-Qué va, para nada. Yo soy de las que cree que los polos opuestos se atraen y de que con una persona tan similar a mí me aburriría. A mí me van más los chicos guerreros, esos que te meten en problemas, te hacen darle mil vueltas a la cabeza pero te acaban demostrando que por más duros que sean de cara a los demás, cuando están contigo son ositos de peluche y unos pedacitos de cielo.
Las tres se rieron.
-Bueno, vamos a mezclarnos con la gente a ver si encontramos a las chicas de Alfa Delta Pi –propuso la española.
Sus compañeras asintieron, cada una pensando en una cosa distinta. Yuri en disfrutar de la noche y demostrar a sus nuevas hermanas que, además de ser legado, tenía alma y personalidad de Alfa. Abby en encontrar a Nathan y dar el primer paso hacia él, por más imposible que le pareciese que un chico como ese pudiese fijarse alguna vez en alguien como ella. Y Sienna en lo mismo de siempre, en lo que le robaba el sueño desde que cogió el avión que la alejó de Nueva York, en la persona que más amaba del mundo, la que había estado con ella en lo malo y lo había vuelto todo bueno.
Matthew, el amor de su vida.
El mismo que, según un pitido de su móvil, acababa de actualizar su cuenta de Twitter con una foto de ella sonriendo a la cámara frente al Mediterráneo, con el siguiente mensaje:
@MatthewLevine Mi musa, mi vida, mi inspiración. Ella: mi princesa.

1 comentario:

  1. Me han encantado, pero este sin duda aun mas. Quiero mas como este. Dean no me cae bien. Quiero saber que pasa con ellas en la fiesta. Cuado regrese a España os subire algun nuevo micro relato. Pero mientras leere aqui tus capitulos

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