domingo, 24 de junio de 2012

Más allá del mar - Capítulo 21


Al día siguiente, el entrenamiento fue tan duro, o incluso más, como el de la jornada anterior. Además, como si sospechara quién había ocupado las sábanas de la cama doble del apartamento de su hija, el entrenador lo trató aún con más seriedad y dureza; lo mató a correr y a hacer flexiones para castigarlo por no conseguir el mejor tiempo, lo reventó a abdominales por quejarse y le gritó una vez más delante de todos por despistarse unos segundos mirando el reloj.
Ni tan siquiera la larga ducha que tomó al superar las tres horas que duró la práctica le ayudó a relajar los músculos y recuperar fuerzas, por lo que no se unió a la conversación que mantenían sus compañeros de equipo y rechazó con excusas la invitación que le hicieron de ir a tomar unas cervezas y poderse conocer mejor antes del primer partido de la temporada. Necesitaba descansar.
Por desgracia, sus planes se vieron truncados en el mismo instante en que accedió al interior de su casa, cerró de un portazo y dejó caer la bolsa de deporte en el recibidor. Lo supo incluso antes de sacar el teléfono del bolsillo, y es que ese pitido que acababa de escuchar solo podía significar dos cosas: su padre, reclamándolo para que se acercara a la empresa, o alguien proponiéndole quedar. Alguien que resultó ser Taylor.
Hola guapo, ¿cine y cena esta tarde? Un beso.
Sonrió un poco antes de resoplar. ¿Cómo podía apetecerle tanto quedar con la chica y compartir con ella otra noche perfecta más y que al mismo tiempo le agobiara tenerla siempre detrás?
Lo siento, pero no puedo. He quedado con los chicos del equipo para unas cervezas y terminaremos tarde. Otro beso para ti.
La chica debía esperar su respuesta, puesto que no tardó demasiado en contestarle.
De eso nada, señorito Thomson. Yo sí estoy con los chicos del equipo y me han dicho que no ibas a venir. Para que veas, yo que solo me he acercado a la cervecería para verte a ti… ¿Es que no quieres estar conmigo? ¿No te gustó lo de anoche? :(
Conforme se soltó los lazos que anudaban sus zapatillas de deporte, Dean se apoyó en el borde de su cama y leyó el mensaje. Poco después contestó.
¿Pero estás loca? Claro que me gustó, y no solo eso, me encantó, como todo lo que hago contigo. Es solo que estoy muy cansado y necesito relajarme, nada más. Lo entiendes, ¿verdad?
Tres segundos después abrió otro nuevo sobre que apareció en la pantalla.
Por eso proponía cine y cena, porque ya me habían contado que has acabado hecho polvo.
El joven frunció el ceño al leer esas palabras. Imaginó al tal Alec y al resto de compañeros de equipo riéndose en la cervecería a su costa y dejándolo como un blando ante la chica. La idea no le agradó en absoluto.
De eso nada, bombón. Estoy fuerte como una roca. ¿Quieres comprobarlo? Mi casa en dos horas. Así te lo demuestro. No tardes en llegar.
No recibió ningún mensaje más, ni tampoco una llamada por parte de la chica, por lo que imaginó que su oferta había sido aceptada. Genial. Sin comerlo ni beberlo, Taylor había conseguido convencerlo una vez más para quedar con ella. Se daba cuenta de que sus palabras, sonrisas y miradas no eran más que parte de una treta para entretenerlo y conseguir tenerlo rendido a sus pies, pero aun así no lograba dejar de caer en las trampas de la rubia una y otra vez.
Dejó el teléfono sobre la mesita de cristal del salón principal y, tras comprobar que estaba solo en casa, como siempre, se dirigió al enorme cuarto de baño.
Contempló su imagen en el espejo durante unos segundos, aún con la ropa de deporte puesta, y forzó una sonrisa arrogante. Para su sorpresa, sus labios tan solo dibujaron una extraña mueca carente de significado, un garabato cansado. Impresionado, abrió el grifo y se echó un poco de agua por la cara con intención de refrescarse y encontrarse mejor, siendo el mismo Dean de siempre, aunque cuando volvió a reflejarse en el cristal la imagen que halló fue la misma, a diferencia de unas cuantas gotas que recorrían su frente, sus prominentes pómulos y se escurrían barbilla abajo.
Mientras se sacaba la camiseta y la lanzaba a un rincón del cuarto, probó a convencerse de que no le ocurría nada, se esforzó por hacerse creer a sí mismo que no sonreía como antes ni sus ojos brillaban como solían hacerlo a causa del cansancio de aquel entrenamiento y de las últimas noches locas que había pasado con Taylor.
Una vez despojado de toda ropa, con la ducha abierta soltando vapor y empañando el espejo, se metió bajo el chorro de agua y notó como el ardiente líquido le quemaba la piel. Conforme sus brazos se iban enrojeciendo, contuvo un grito de dolor, aunque no encendió el agua fría. Quería sentir, y al menos así lo conseguía.
Pasó un buen rato en la ducha, desconectando del mundo y sintiendo como sus músculos, doloridos por el entrenamiento, se destensaban y relajaban. Se enjabonó cuerpo y cabello, se afeitó unos pelillos rebeldes que le habían comenzado a salir en las piernas con la maquinilla de afeitar que tenía en la ducha y nada más darse un último enjuague, cerró el grifo. En ese momento escuchó el timbre.
-¿Quién…? –comenzó a murmurar.
Cortó sus palabras a media frase puesto que sospechaba cuál era la respuesta. Sin molestarte en secarse y vestirte, se enrolló de cintura para abajo en la toalla blanca que le había esperado todo el tiempo mientras se duchaba y se apresuró a mirar en la imagen de la cámara de la entrada quién había llamado a su puerta. Al hacerlo, comprobó su hipótesis.
-¡Ya voy! –gritó al mismo tiempo que caminaba hacia la puerta de la calle.
Pese a continuar medio desnudo, no parecía preocupado. No tenía nada que esconder, ¿verdad? Él era Dean, el increíble y guapísimo Dean Thomson. Sin embargo, por algún extraño motivo, ese alegato que tantas veces había conseguido calmarlo no lo hizo sentirse mucho mejor y conforme empuñaba el pomo de la puerta y lo giraba, se arrepintió de no haberse puesta encima cualquier cosa antes de recibirla.
-Taylor –esperándolo sentada en uno de los escalones de la entrada, la chica se mordisqueaba una uña a la vez que jugueteaba con su pelo, nerviosa-. No te esperaba tan pronto.
La rubia sonrió mostrando sus blancos dientes y se alzó del suelo a toda velocidad para lanzarse a abrazarle.
-Perdona que haya venido tan pronto, pero es que te echaba de menos –explicó ella mientras pegaba su abdomen, tapado por una bonita camisa azul marino de encaje, al pecho aún húmedo del deportista.
Dean frunció el ceño al escuchar esas palabras, aunque no dijo nada. Simplemente se limitó a empujarla con delicadeza al interior de la casa y cerrar la puerta con un pie para que los vecinos no lo vieran enrollado en una toalla.
-¿Tú no tenías ganas de verme? –preguntó ella, separándose un poco de él y acariciándole el pecho muy despacito con el dedo índice; el chico se estremeció.
-Claro que sí, aunque no me hubieran venido mal diez minutos más para recibirte en condiciones –indicó, señalando a la toalla.
Taylor se rió.
-¿En condiciones? Tal cual vas estás en buenísimas condiciones. ¿Para qué necesitas nada más?
El muchacho la atrajo hacia él y se fundió en un nuevo abrazo con ella mientras su visitante comenzaba a prodigarle unos cuantos besitos en el cuello. Al notar como se le erizaba el vello de la nuca, Dean volvió a separarse de ella.
Sí, era cierto que la explosiva Taylor le volvía loco y le hacía disfrutar de una forma extraordinaria, pero no le gustaba nada que parecía haberse empeñado en llevar ella las riendas de su vida. Le hacía quedar con ella a diario, se presentaba en su casa sin previo aviso, lo controlaba por medio de sus compañeros de equipo… Nunca ninguna chica le había estado tan encima, ni tan siquiera Cindy, y no pensaba permitirlo. Él era un joven indomable y libre, conquistador nato, pirata de una mujer en cada puerto y no cambiaría nunca. Fuera como fuese, necesitaba hacérselo comprender a su nueva amiga y amante antes de que resultara demasiado tarde.
-Bueno, ¿qué tal si preparo unas palomitas mientras tú eliges la película que quieres ver? Puedes seleccionar cualquiera en el pay per view.
Le dio la espalda y echó a caminar hacia la cocina, pero la joven se apresuró a colocársele delante e impedirle el paso.
-¿Palomitas? ¿Qué palomitas? ¿No podrías prepararnos unos cócteles? Un margarita, un mojito, un sex on the beach… -enfatizó la última bebida al tiempo que le guiñaba un ojo.
-No creo que sea una buena idea –dijo él-. Mañana tenemos el último entrenamiento antes del primer partido de la temporada y tengo que estar a tope para demostrarle al mister que merezco ser el capitán.
-¿Y? –se limitó a preguntar ella.
-¿Cómo que y? –Dean no la entendió.
-Pues que no veo que tiene que ver que quieras impresionar a mi padre con que no puedas tomarte un par de cubatas conmigo –contestó Taylor, sentada con las piernas estiradas cómodamente en el sofá del salón.
El muchacho se desconcentró mirando esas interminables piernas morenas que se asomaban bajo la minifalda vaquera.
-No es impresionarle, sino hacerle ver de una vez por todas que soy el mejor del equipo. Para eso, además de estar descansado, tengo que estar en un perfecto estado físico y el alcohol no me va a ayudar a conseguirlo.
Taylor puso morritos mientras movía las piernas sobre el sofá.
-Venga, Dean… solo una copa, por favor. Hoy he tenido un día horrible y me vendría muy bien ahogar las penas. Por favor –repitió.
El deportista consideró que también a él le vendría bien, por lo que al final acabó cediendo.
-De acuerdo. Prepararé algo para el principio de la película, pero en cuanto vayamos por la mitad te toca levantarte a ti a preparar las palomitas para rebajar la bebida, ¿vale?
-Trato hecho –juró Taylor, ofreciéndole el dedo meñique y entrelazándolo con el del chico en señal de promesa inquebrantable-. Eso sí, con una condición.
-¿Qué condición? –quiso saber él.
-Que no te cambies de ropa hasta que termine la película –sonrió picaronamente-. Vas muy sexy así, con la toalla solo.
Dean sonrió por primera vez en todo el tiempo que llevaban juntos esa tarde.
-Claro que sí, acepto la condición. Ahora dame un momento para preparar las bebidas.
El chico desapareció del salón, donde permaneció su nueva compañera de universidad. Preparó unos cócteles en la cocina, echó en un pequeño plato unas gominolas de las que tanto le gustaba tomar a Cindy y regresó al sofá para encontrarse con Taylor, que ya tenía la película preparada.
-¿Cuál has elegido al final? ¿Una de amor? –a su ex novia le encantaban ese tipo de filmes con sus prototípicas historias: chica conoce a chico, chico se enamora, mil tonterías les separan pero por fortuna al final el destino les acaba uniendo.
-Qué va. No me gusta mucho ese género. Me va más la acción, la intriga, el suspense… Así que de entre todas las opciones que había, he seleccionado Freddy contra Jason.
-¿Freddy contra Jason? Pues ahí no creo que haya ni suspense ni demasiada acción porque miedo, lo que se dice miedo, esas películas no dan. Es como Paranormal Activity, que fue nombrada la película más terrorífica del año cuando se estrenó la primera parte y más bien debería haber sido catalogada como comedia romántica.
Taylor soltó una carcajada.
-Bah, ya sé que no debe ser muy buena, pero eso es lo de menos. Lo que importa es la compañía, y con este pedazo de cuerpo al lado, lo que me intriga es saber cuánto rato aguantaré sin tirarme encima de ti –respondió.
-Bueno, pues habrá que probarlo, ¿no? –bromeó él-. Enciende el cronómetro y la película, a ver hasta donde aguantamos.
-¿Esto es una competición? –preguntó curiosa la joven.
-No pensaba llamarla así, pero sí; es una competición.
-Entonces no hay más que hablar –la rubia se sentó bien en el sofá, separándose un poco de donde se encontraba Dean y agarró su copa-. Que gane el mejor.

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