viernes, 20 de julio de 2012

Más allá del mar - Capítulo 27


La pluma que había comprado en una pequeña librería del Barrio Latino rasgaba el folio en blanco a gran velocidad, imprimiendo en él palabras en un extraño idioma mezcla de inglés y francés. En el centro del gran anfiteatro, de cúpulas doradas y decoración clásica por medio de estatuas de mármol de antiguos rectores y artistas que pasaron por la universidad, el profesor de economía charlaba despreocupado, sin importarle que la mayoría de los alumnos miraran los altos techos medio adormilados mientras que el resto sudaba a mares para intentar tomar nota de todas sus palabras.  Como gran parte del claustro de la prestigiosa universidad francesa de la Sorbona, aquel hombre se dedicaba a soltar interminables peroratas para llenar la hora de clase y a pedir cuantos más deberes mejor para el día siguiente, como si de esa manera, los alumnos pudiesen compensar haber pasado toda la sesión en el aula escuchándole hablar de fórmulas matemáticas que jamás llegaban a utilizar.
Tras más de media hora anotando sin descanso, la mano de Cindy comenzó a resentirse. Sus dedos, enrojecidos, pedían a gritos un parón, una pausa de unos minutos para no entumecerse o terminar sangrando. Pese a no querer dejar de copiar, consciente de que la información que no escribiera se perdería para siempre en la gran sala, debió obedecer a su cerebro y parar. Dejó la pluma en la mesa, sobre la madera para no manchar los apuntes que con tanto esfuerzo estaba tomando, y dirigió la mirada al ventanal que tenía enfrente, a la altura de un segundo piso tras la mesa del profesor.
 Microeconomía, macroeconomía, déficit, gasto público, producción. ¡Qué tostón! ¿En qué momento se le había pasado por la cabeza inscribirse en esa asignatura? ¿Para qué perder el tiempo con problemas, ecuaciones y reflexiones sobre temas tan irrelevantes para ellas cuando contaba con tantos problemas propios?
A ojos de sus nuevos compañeros de clase, Cindy podía parecer feliz y sosegada. Como le había recomendado el psicólogo, se esforzaba por sonreír cada día y por relacionarse con la gente con la que coincidía en las aulas y en los pasillos, pero ni siquiera con toda su fuerza de voluntad conseguía estar totalmente bien.
Tenía días buenos, en los que paseaba con calma por el bosque de Bolonia o por los campos Elíseos y el sol que le quemaba los brazos la cargaba de energía. Tenía noches buenas, sobre todo si Lucas hacía acto de presencia y hacía temblar su mundo. No obstante, los momentos menos buenos comenzaban a amontonarse. Con el comienzo de las clases, los paseos por el Sena y los desayunos entre risa con el francés habían llegado a su fin. Además, por las tardes no podía verlo tanto como desearía, puesto que desde el primer día les había cargado de deberes y tareas para casa que se había propuesto llevar al día, así que con frecuencia se encontraba llamando al chico y disculpándose por no poder ir a la cafetería a verle. En otras ocasiones, como el día posterior a la misteriosa ausencia del pintor en la Rendez-vous des Amis, era este quien la dejaba plantada, y en varios casos sin tan siquiera avisarla.
La segunda vez que Lucas faltó a su encuentro en el tranquilo café donde siempre quedaban, Cindy volvió a caer en el error de bombardearlo a llamadas al móvil, desesperada y angustiada por saber de él. Sin embargo, ni con esas logró que él diera señales de vida. De nuevo salió del local, dándole vueltas a la cabeza y sintiendo como el corazón le latía presuroso y asustado. Caminó hasta el piso del chico y lo encontró vacío. A diferencia del primer día, en esa ocasión Lucas no respondió a sus llamadas desde el portal, pero ella no desistió en el intento y siguió marcando el mismo número sentada en el escalón del portal. Lo hizo hasta que cayó la noche y los vecinos del pintor comenzaron a mirarla con mala cara. Cuando el joven apareció, ya había pasado la medianoche y ella continuaba allí, con la vista fija en la punta de sus bailarinas plateadas y los ojos empapados de lágrimas. “¿Dónde estabas?”, preguntó sin gestos cariñosos, abrazos o sonrisas. El francés reconoció en su rostro el enfado y se acercó a besarla, pero ella rechazó el beso. “He quedado con el cliente que me llamó ayer para enseñarle el cuadro?”, fue su excusa. “¿Y dónde lo llevas?”, le interrogó Cindy, señalando a sus manos vacías. “Ya me lo ha comprado. Ahora mismo debe de estar en la casa de aquel ricachón, colgado de una hermosa pared repleta de obras de arte”. La sonrisa murió en sus labios al ver que la chica no le correspondía. “Me iba a dar un cheque. Ya lo tenía firmado y todo, pero cuando ha echado mano a la cartera se ha dado cuenta de que lo había olvidado en casa y he tenido que acompañarlo a recogerlo, por eso se me ha hecho tan tarde”, explicó. La rubia seguía molesta, aunque intentó confiar en las palabras del chico. No obstante, su sospecha volvió a aparecer cuando el artista la abrazó y le dijo que agradecía que hubiera estado esperándolo, pero que estaba destrozado tras un día tan largo y quería descansar. Ni siquiera la invitó a subir al piso, por lo que se tragó las ganas de estar con él y se marchó, defraudada. ¿Qué les estaba pasando? ¿A qué se debía el distanciamiento que había comenzado aquella tarde y que no hacía sino agravarse con el paso de los días?
Al otro lado de la ventana del aula, una paloma blanca sobrevoló el edificio, libre y despreocupada, devolviéndola a la realidad. Cindy suspiró, dolida. Por más que le doliera, la ilusión y la magia del principio empezaban a desaparecer. Demasiado pronto, cuando más falta le hacía para terminar de recuperarse de su enfermedad y de la tristeza y soledad que sentía al hallarse tan lejos de su madre y de sus amigas.
Se había precipitado. No había más. Debería haber esperado un poco antes de embarcarse en una nueva historia de amor. Tendría que haberse asegurado de que lo que sentía por Lucas era amor y de que ese sentimiento era recíproco.
Mordisqueó la parte trasera de la pluma y volvió a mirar sus apuntes a medio tomar en aquel trozo de papel. No le apetecía seguir copiando, y más ahora que había perdido el hilo de la explicación anterior del profesor. Suspiró otra vez, desanimada.
-¿Sabes por dónde vamos? –susurró la chica que había sentada a su lado.
Cindy giró la cara para fijarse por primera vez en ella y se encontró con dos límpidos y agradables ojos marrones enormes.
-No –confesó.
-Si quieres te dejo mis notas –se ofreció su compañera.
La americana sonrió.
-Gracias –murmuró, al mismo tiempo que tomaba entre sus manos los folios que aquella desconocida de ojos chocolate y corto cabello moreno.
Conforme hubo guardado las hojas de su compañera en una cuidada carpeta rosa para fotocopiarlos nada más acabar la clase, volvió a coger la pluma e intentó anotar lo que el huraño y aburrido profesor decía en ese momento. Sin embargo, sus pensamientos seguían actuando con libertad, llevándola a pensar en Lucas, en la distancia que había últimamente entre los dos y buscando una forma de romper ese hielo entre ellos para hacerles tener tantas ganas de estar juntos como unas semanas atrás.
¿Y si, sin avisar, se presentaba en la casa del pintor y le sorprendía con un atuendo picante? Con Dean esas cosas funcionaban. Aunque Dean y Lucas eran tan diferentes…
Bueno, al menos lo intentaría. Pensaba poner toda la carne en el asador para hacer salir adelante esa relación. Le habían roto el corazón una vez y no pensaba volver a repetir esa experiencia.
Sí, iba a hacer una locura, una idea que llevó a cabo un par de años atrás para otro chico distinto y con la que obtuvo buenísimos resultados. Un plan que requería pocos materiales: un conjunto de ropa interior bonito, como todos los que tenía, una gabardina larga, unos tacones de vértigo y la llave de repuesto que había visto esconder al chico en la parte superior de la puerta. Con eso, tenía el éxito asegurado.

4 comentarios:

  1. Despues de tiempo me ha gustado leer capitulo, me ha gustado saber sobre Cindy. Aunque cada vez son mas sosos, cada vez los capitulos de Paris son menos romanticos y ahora con las clases menos.

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    1. No quiero ser borde, pero no se de dónde te tomas tantas confianzas para decir lo que dices. Creo que tú también escribes, y dudo mucho que te guste que te digan las cosas que tú dices. Es su historia y la contará como la quiera contar. No es todo amor perfecto y situaciones románticas... En fin. Un beso, Lu.

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  2. Me ha gustado leer este capitulo, ha sido interesante saber que alomejor Cindy tiene una nueva amiga y tambien me ha puesto curiosa para el siguiente capitulo de Paris!
    Espero que te queden unos cuantos capitulos por subir.
    Un abrazo muy fuerte!!!!

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  3. Hola! Estamos grabando una película y nos gustaría que te pasaras por nuestro twitter @SummerParadiseF y canal de youtube http://www.youtube.com/user/summerparadisefilm?feature=mhee

    Aquí te dejo la sinopsis: Este verano, las vacaciones traerán muchas sorpresas.. 5 amigas. 1 destino. Y una serie de acontecimientos que cambiará sus vidas.

    Muchas gracias, hasta pronto :)

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