domingo, 22 de julio de 2012

Más allá del mar - Capítulo 28


Sin saber cómo había ocurrido, Sienna se encontró sacando fotos bajo la tela negra de aquella antigua cámara, con su cabeza separada por unos escasos centímetros de la del chico de gafas de pasta. Cansada de esperar la llegada de Abby, había aceptado la oferta del muchacho de echarle una mano en su trabajo nocturno, por lo que cuando su amiga volvió a entrar en el recinto, caminando junto a Nathan, decidió continuar charlando y haciendo compañía a Zach, el fotógrafo. Ignoraba qué habría pasado entre los dos durante su paseo por los puestos del mercado medieval, pero tenía clara una cosa: pensaba darle vía libre toda la noche y esperar a que fuera Abby quien corriera a buscarla para contárselo todo.
No obstante, tras un buen rato compartiendo risas y comentarios jocosos con su nuevo amigo, Sienna miró el reloj. Había transcurrido más de una hora y media desde su llegada a la fiesta y ninguna de sus compañeras había dado señales de vida. Respecto a su mejor amiga, confiaba que aquella fuera una buena señal. En cuanto a Yuri, Brooke y las demás jóvenes de la hermandad sospechaba que ni tan siquiera la habían echado en falta.
El muchacho debió de percatarse del vistazo rápido que le había lanzado al reloj, porque apoyó las manos con calma sobre la parte posterior de la cámara, la miró con semblante serio y le hizo una pregunta que la descolocó por completo.
-Te aburres conmigo, ¿verdad?
-¡Qué va, para nada! ¿Por qué dices eso? –le dedicó una mirada enfadada, como la que una madre le echa a su hijo cuando este acaba de decir que nadie lo quiere-. ¡Si no he dejado de reírme contigo ni un minuto?
El fotógrafo soltó su máquina y se dejó caer sobre la silla que tenía al lado.
-No sé, como mirabas el reloj, me ha dado la sensación de que querías marcharte.
Sienna le reprendió.
-¡Pues te equivocas! Me lo estoy pasando genial. Es solo que hace un montón de rato que no sé nada de ninguna de mis amigas y no sé…
-¿Estás preocupada por ellas? –quiso saber el chico.
-En parte sí, aunque al mismo tiempo pienso que si no ha venido ninguna a buscarme debe ser por algo. Estarán muy ocupadas conociendo al amor de su vida o bailando hasta caer rendidas.
La tristeza que la había embargado tras leer el mensaje de Matthew parecía haber desaparecido unos minutos antes. Sin embargo, en ese momento atacaba de nuevo, incluso con más fuerza.
-Si quieres echamos un vistazo por la zona VIP para ver qué están haciendo –sugirió el fotógrafo, con una sonrisa pícara en los labios.
-Es que no quiero molestarlas –repuso ella-. Seguro que…
-¡Venga, no seas quejica! –le respondió el chico-. Ven conmigo y vamos a ver qué hacen.
Sin esperar a que Sienna contestara, echó un vistazo alrededor para comprobar que no había nadie y que su cámara no estaría en peligro durante el tiempo que pasaran lejos de ella, cogió a la joven de un brazo y la arrastró al interior de la zona VIP.
-Pero…
-¡Nada de peros! Sígueme.
Pasaron por detrás de un grupo de altísimos chicos de hombros anchos, probablemente deportistas, que jugaban al beer pong con sus vasos de cerveza, y junto a unas chicas de una hermandad que Sienna no conocía y que la miraron de arriba abajo, como si la reconocieran. La española agachó la cabeza para esquivar aquellas miradas y se apresuró a seguir al chico, que la guiaba hacia el centro de la pista de baile.
-Mira, ahí está Mulán –le escuchó decir.
Dirigió la vista hacia el punto que señalaba y reconoció en ese mismo lugar a Yuri bailando sin parar, con las mejillas rojas por la fatiga, y el pelo despeinado de tanto salto, giro y abrazo.
-Lo dicho, ni se acuerdan de mí –gritó Sienna para que Zach la escuchara a pesar de caminar a unos pasos por delante de ella.
-¡Pesada! –le contestó él-. Vamos a buscar a la otra chica, venga.
-¡Abby! –chilló ella de nuevo.
-¿Qué? –el fotógrafo paró en seco y giró la cabeza para escuchar bien que le decía.
-¡Que se llama Abby! –explicó ella.
Zach sonrió.
-Busquemos a Abby entonces.
Siguieron caminando entre la multitud, que había aumentado una barbaridad desde que Sienna había abandonado la pista de baile para refugiarse en los lavabos y en la compañía de aquel peculiar muchacho al que parecía conocer de toda la vida. Era tal el gentío que la chica apenas alcanzaba a verse los pies, además de sentir un gran agobio al verse rodeada de tantas personas, mucho más altas que ella en su mayoría, por lo que decidió clavar la vista en el suelo y no volver a alzarla hasta no salir de aquel desagradable tumulto.
De pronto, notó cómo chocaba contra algo. Pese a que no le hacía falta mirar adelante para saber que había golpeado a Zach, levantó la cabeza para ver el motivo por el que el muchacho había parado en seco de caminar.
Frente a ella, el número de personas que festejaban aquella primera fiesta del curso escolar había decrecido, por lo que no tardó en detectar qué miraba el chico con la boca abierta.
-¡Abby! –gritó, aunque su chillido quedó ahogado por la canción que sonaba, estridente, por los altavoces que rodeaban aquel recinto.
Su amiga, a unos dos metros de ella, no se giró a ver quién la llamaba. No la había oído.
Ahogó el siguiente grito que amenazaba con escapar de su garganta al ver cómo el fotógrafo la miraba con mala cara.
-No le cortes el rollo –señaló, mientras señalaba a la otra chica, vestida tan dulcemente con el hermoso vestido blanco, que besaba empujada por una pasión irreprimible a un chico alto y de pelo rubio.
La española no supo qué hacer ni qué decir. ¿Quién era aquel chico al que Abby besaba como si no hubiera mañana? Desde donde estaba, no alcanzaba a verlo bien. ¿Era Nathan?
Su amiga se separó de su pareja un poco, quien giró hacia el lado contrario al que se encontraban ellos dos, impidiéndoles reconocerlo. El muchacho cogió a la neoyorquina de la mano y, sin decirle nada, la arrastró hacia el interior de una puerta que tenían a su lado: el cuarto de baño de chicos.
-Vaya, cuando la vi hace un rato no tenía pinta de ser tan lanzada –se burló Zach, suponiendo qué se disponían a hacer esos dos dentro de los aseos.
-¡Es que no lo es! –rechistó Sienna-. Abby es una niña muy buena y nunca la he visto hacer algo así. No me puedo creer que de verdad quiera hacer lo que estoy pensando…
Su gesto de agobio y malestar no pasó desapercibido al chico, que dejó de bromear de inmediato.
-Entonces, tal vez no quiera…
-¿Cómo que tal vez no quiera? –preguntó ella, algo perdida con toda aquella asombrosa situación.
-Pues eso, que igual no quiere hacerlo. A lo mejor no es consciente de que acaba de meterse en los baños de una fiesta con el frat boy de turno y que este espera más de dos besitos de ella. Puede que se le haya ido la mano con los chupitos y esté un poco borracha.
-¡Pero si Abby nunca bebe!
-Bueno, tampoco se mete en aseos con desconocidos y acaba de hacerlo. No deberíamos descartar nada ahora mismo, ¿no crees?
Sienna se quedó blanca como una sábana. Pese a ser un bromista nato, el chico le había dicho muy enserio aquellas últimas palabras y en cierto modo tenían sentido. ¿Y si su amiga estaba bajo los efectos del alcohol o de alguna droga y dejaba que hicieran con ella algo que no deseaba?
-¿Qué hacemos? –preguntó, con un nudo de angustia en la garganta.
-Lo que tú quieras –contestó el chico al mismo tiempo que se encogía de hombros-. Aunque si Abby es tal y como la describes, si ella fuera mi amiga, no la dejaría acabar lo que está comenzando ahí dentro.
* * * * *
-Bésame, preciosa –le pidió el muchacho mientras le lamía el cuello y jugueteaba con el escote de su vestido.
Estaba mareada, muy mareada. Apenas podía mantener los ojos abiertos. De vez en cuando conseguía centrarse y abrirlos durante unos segundos, pero todo se movía tanto a su alrededor que nunca lograba ver la cara del chico al que estaba besando.
Al sentir los labios de este bajando hacia su pecho, sus manos se dejaron guiar por un impulso irracional: el de apretarle la cabeza contra su cuerpo para que no se separa de ella jamás y disfrutar del momento.
-¡Eh, tú, fuera de ahí! –escuchó decir poco después de oír abrirse la puerta de aquella habitación de golpe.
A pesar de no ver quién había formulado esas palabras, la reconoció de inmediato por la voz.
-¿Sienna? –balbuceó.
Al subir la cabeza deprisa, sintió cómo se mareaba aún más.
 -No la toques –dijo una voz masculina.
-¿Quién eres tú para impedírmelo? –respondió otra vez de hombre.
Un empujón la tambaleó y la hizo caer en los brazos salvadores de Sienna.
-¡Zach, vámonos, por favor! –la oyó gritar, con un claro tono de temor en sus palabras.
Más golpes y ruidos que no supo cómo interpretar a su alrededor. Al otro lado de sus ojos abiertos, solo oscuridad.
-¡Vamos! –chilló la española, empujándola fuera del aseo y agarrando a alguien del brazo.
Después de eso, música en la lejanía. Una voz que podría ser la Rihanna, Beyoncé o Shakira, distante, meciéndola en una nana interminable. Y tras ello, silencio.
* * * * *
-No me puedo creer que ese sinvergüenza intentara propasarse con ella teniendo en cuenta el estado en que se encontraba –dijo Sienna, con el cuerpo apoyado contra la puerta del dormitorio de su amiga, donde esta descansaba, gimiendo de vez en cuando que se mareaba y llorando en sueños.
-Al menos no pasó nada. Los interrumpimos antes de que fuera demasiado tarde –señaló Zach, con una tímida sonrisa.
-¿Tú crees? –preguntó ella, evocando el momento en que abrieron la puerta del cuarto de baño y vieron al chico, con la cremallera bajada, remangando el vestido de su amiga.
-Sí, estoy seguro. Hemos llegado justo a tiempo.
La muchacha suspiró, esforzándose por creer en las palabras del fotógrafo.
-¿Estás segura de que no necesitas nada más? –se ofreció él, servicial.
-No, gracias. Ya has hecho bastante por hoy. Ahora sólo me queda esperar a que despierte para echarle una bronca por acabar como ha terminado. Pero eso vendrá mañana, y mañana será otro día –sonrió también con timidez.
-Buenas noches entonces –dijo el chico al mismo tiempo que daba un paso al frente y besaba la mejilla de la española.
-Buenas noches y gracias de nuevo –repitió ella, mientras una lágrima escapaba de sus ojos.
Para que no la viera llorar, giró sobre sí misma, entró en la habitación y cerró de un portazo. Al otro lado de la puerta, escuchó los pasos del chico de las gafas alejarse a paso lento por el largo camino de la zona femenina de Camino & Founders. En la escalera, probablemente, se encontraría con la vigilante de la planta, que lo acompañaría hasta la calle para cerciorarse que se cumpliera el tope de tiempo de cinco minutos que le había permitido pasar dentro de aquel ala de la residencia de estudiantes.
-¿Qué he hecho, Sienna? –oyó sollozar a su amiga, tumbada en la cama y con los ojos anegados en lágrimas.
-Tranquila, Abby, no has hecho nada –se forzó a mentir, puesto que desconocía qué se había perdido de toda aquella historia.
-Salí a pasear con Nathan y apareció Sophia y -rompió a llorar desconsoladamente-… Son pareja. No pude soportarlo y me derrumbé en la barra. Ese chico me invitó a algo. Parecía muy simpático al principio, tanto que me animé a jugar a “beso, atrevido, verdad” con él. De pronto, aquella copa se convirtió en otro, y otra más, y tras eso no recuerdo nada más, sólo que me besaba, me tocaba y…
Se sobrecogió.
-¡Dios, cómo he podido dejar que me tocara así! Menos mal que estabas ahí tú para rescatarme.
-No te preocupes, cariño, no ha sido nada –la consoló Sienna, acostándose sobre su amiga y fundiéndose con ella en un tierno abrazo-. Además, te lo debía después de cómo me protegiste tras mi primera fiesta en Nueva York y el desmadre posterior a mis siete minutos en el paraíso.
Al decir las últimas palabras, sonrió.
-Me piropeó. Me dijo que mi vestido era precioso, pero que no tanto como yo –siguió explicando la americana-. Después del disgusto al descubrir lo de Sophia y Nathan, necesitaba escuchar algo bueno y le creí. Confié en que no lo decía con dobles intenciones, en que lo pensaba de verdad y lo decía sin maldad.
-Olvídalo, Abby, de verdad. Ese tío no merece que sigas pensando en él.
-Solo quería darle envidia a Nathan y demostrarle a Sophia que yo también podía conquistar a un chico guapo. Solo quería… -murmuró, aún entre los brazos de la española.
-Ya pasó, Abby. Si tú estás bien, todo está bien. Olvida a ese tío. Es más, cierra los ojos y duérmete. Mañana cuando te despiertes lo verás todo de otra manera. Te lo prometo.

5 comentarios:

  1. Ufff pobre Abby, menos mal que ha llegado Sienna a tiempo!!
    Me ha gustado mucho el capítulo, esperaré el siguiente ansiosa :)
    Verónica C.Z

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  2. Me has dejado de piedra, no creia que Abby fuera asi. Sienna ha sido muy maja al ayudarla, quiero ver como se encuentra Abby al dia siguiente. Es que no me puedo creer que se besara con un desconocido solo por saber que Nathan tenia novia. Bueno, espero el siguiente ;)

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  3. Capitulo emocionante!
    Pobre Abby, espero que Nathan se entere y cuide de ella o algo asi!
    En cuanto a Sienna, creo que Zach y ella podrian tener algo, no como lo de Matthew y Sienna pero algo!

    Esperare el tiempo que haga falta para otro capitulo!
    XOXO

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  4. OMG! Pobre Abby :( Menos mal que ahí estaba Sienna y la ha salvado, sino...
    Muy buen capítulo, como siempre.
    Besos (L)

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  5. Sube un nuevo capitulooooooo!

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