viernes, 6 de julio de 2012

Más allá del mar - Capítulo 25


Por lo poco que conocía a Taylor, Dean había dado por supuesto que a los tres minutos de comenzar película la chica estaría sentada sobre él y besándolo desesperadamente, pero se equivocaba. Todavía no se había dado cuenta del verdadero ser de la rubia, competitivo y manipulador.
Lo que ocurrió en realidad fue todo lo contrario: la muchacha se tomó muy a pecho la competición de ver cuánto conseguía soportar lejos de Dean y, puesto que no estaba dispuesta a desaprovechar la oportunidad de acabar enredada en las sábanas del deportista, llevó al chico a su terreno.
Al principio fue todo muy sutil, tan solo lo suficientemente evidente como para que él se diera cuenta. Suspiros dulces, sus dedos recorriendo el vientre desnudo del chico, un tirante de su sostén resbalando por sus hombros… Su estrategia continuó con más alcohol. Con tan solo cuarenta minutos de película, ya había convencido al deportista para que sirviera unas cuantas copas más y brindaran con ellas.
Conforme el tiempo iba avanzando, pudo comprobar como Dean se hallaba más y más tenso. La miraba de reojo, se mordía el labio con disimulo mientras ella lo acariciaba y resoplaba sin motivo aparente.
Sin embargo, el movimiento más arriesgado no llegó hasta pasada la mitad del largometraje.
-Tengo calor –murmuró con voz seductora la muchacha, al mismo tiempo que se recogía la larga melena con las manos y dejaba al aire libre su cuello.
-¿Quieres que baje la temperatura del aire acondicionado? –propuso él, a lo que la chica negó con la cabeza.
-No, gracias. Si lo haces, mañana me despertaré con la garganta tomada. Aunque… si no te importa… -le hizo ojitos y antes de terminar la frase, se quitó la camiseta, quedando a la vista del chico el sujetador de encaje negro casi transparente que llevaba puesto.
Dean observó el torso de la joven y deslizó su mirada sobre su pecho, pero no dijo nada.
Diez minutos más tarde, la escena volvió a repetirse.
-Buf, sigo teniendo mucho calor –con cara inocente señaló la falda-. ¿Te importa?
-No, para nada –respondió Dean antes de tragar saliva.
-¡Tengo miedo! –chilló la chica poco después, justo antes de abrazar a su compañero de sofá.
El deportista estaba rígido, y no precisamente porque uno de los malos de la película acabara de aparecer en escena de forma inesperada. Sentirla tan cerca, por más que no quisiera, cuando tan solo le tapaba una toalla ya mal enrollada y casi suelta era una perdición.
Cuando las letras que indicaban el fin de la película aparecieron en la pantalla de la enorme televisión, ninguno de los dos se dio cuenta. El chico había sucumbido a las armas de mujer de Taylor.
Tras una apasionada lucha de cuerpos en el sofá, medio borrachos y aturdidos por la mezcla de alcohol y esfuerzo físico, pidieron unas pizzas. A la llegada del repartidor, la rubia abrió la puerta de la casa del deportista y recibió las dos cajas de cartón calentitas y desprendiendo un deliciosa aroma sin más ropa encima que la sábana que había arrancado poco antes de la habitación de Dean.
La cena transcurrió entre risas y, aunque el chico pretendía parar de beber en ese momento y pasar al agua de forma que al día siguiente estuviera espabilado y rindiera a tope en el entrenamiento, terminaron por acompañar las pizzas con unos vasos de vino tinto que había llevado su padre a casa al volver de un viñedo en Francia.
-La pizza estaba deliciosa –señaló la rubia, chupándose los dedos de forma pícara.
-No tanto como el postre –respondió el joven al tiempo que se ponía en pie y regresaba a la cocina sin dar más explicaciones.
Poco después, volvió a aparecer en el salón y lo que llevaba en las manos provocó una sonrisa en los labios de Taylor.
-¡Chocolate!
Dean se acercó a ella, dejó el bote de Nutella sobre la mesita y pidió a su acompañante que se tumbara en el sofá. Esta no se hizo de rogar.
-Voy a darte un masaje con el que vas a alucinar.
-¿Con Nutella? –preguntó la muchacha mientras giraba la cabeza asustada.
-Claro, para endulzar un poco el asunto, ¿no? –le guiñó el ojo el chico.
Taylor se incorporó en el sofá con gran rapidez.
-¿Y por qué no jugamos a un juego?
El deportista, que creía que aquella se trataba de una insinuación para volver a enredarse entre la piel de la joven, le lanzó una mirada de superioridad.
-Bueno, eso puede esperar un poco. Primero el masaje, luego lo que surja –al percatarse de que ella no parecía muy conforme, añadió algo más-. No ofrezco mis magníficos servicios de masajista todos los días, así que deberías aprovecharlos.
La rubia resopló.
-Es que no me apetece mucho que me cubras de arriba abajo en chocolate, que si no me limpias bien me voy a quedar pringosa. En cambio, con el juego que te propongo endulzamos el ambiente pero sin pasarnos.
Como el chico no respondía, se pegó contra su pecho con mirada inocente y tras ponerle morritos suplicó.
-Por favor…
-Venga… vale –terminó por aceptar él.
Se sentía decepcionado por no haber conseguido convencerla para descansar un poco, que era lo que necesitaba para calmar los ánimos y asegurarse dormir las horas de sueño necesarias esa noche, pero debía reconocer que desde el momento en que la atrevida estudiante de la universidad de Columbia había entrado en su vida no había logrado persuadirla para hacer de nada que ella no quisiera de antemano.
-Verás, el juego es muy sencillo –comenzó a explicar la joven al mismo tiempo que empujaba con delicadeza a Dean y lo tumbaba en el sofá boca arriba-. Voy a escribir letras en algunas partes de tu cuerpo y tienes que adivinarlas. Si aciertas, te doy un beso, pero si te equivocas… sufrirás las consecuencias.
El deportista soltó una carcajada al contemplar el intento de gesto aterrador de la chica que se había sentado a horcajadas sobre él.
-De acuerdo, acepto –respondió, ofreciéndole la mano derecha y estrechándola con la de la joven.
Con una enorme sonrisa de satisfacción en los labios, Taylor se echó hacia delante y comenzó a trazar una letra en el cuello del muchacho.
-Esa era muy fácil; la T –resolvió Dean segundos antes de ser premiado con un corto beso en los labios.
El dedo índice de la rubia se hundió en el bote de chocolate para untar y después se dirigió hacia el final del cuello, casi a la altura de los hombros.
-La D –otro beso cariñoso demostró que había acertado.
El siguiente dibujo fue un poco más abajo, en el pectoral izquierdo.
-Eso no era una letra, ¿verdad?
-¡Ah! –contestó ella, que no pensaba dar ni una sola pista con la que el chico pudiera robarle un beso.
-Juraría que era un corazón.
-Y así era –reconoció, depositando el chocolate que había quedado en su dedo sobre sus labios y dándole un beso muy dulce al neoyorquino- Ahora vamos a hacerlo un poco más difícil, ¡que si no me ganas siempre!
El chico aceptó la propuesta, dispuesto a adivinar siempre lo que Taylor escribiera.
-Esta vez en vez de una letra, voy a poner una palabra. En caso de acertarla una vez he terminado de escribirla, recibirás un beso, pero si la adivinas antes, tu premio será aún mayor.
Dean alzó el cuello y la miró con los ojos muy abiertos.
-¿Cómo de mayor?
-Todo lo que tú quieras.
La tensión entre los dos se palpaba en el aire.
-Muy bien, pues empieza cuando estés preparada.
La muchacha dejó que su dedo recorriera el abdomen del chico en varios trazos hasta terminar una palabra.
-¿”Luna”? –probó él a suertes, poco convencido.
-No, nada de “luna”. Era “luz”.
Puesto que no había descubierto el mensaje, Taylor lamió el chocolate de aquella zona y volvió a escribir encima.
-¿”Sol”? –creyó identificar Dean.
-¿Cómo que “sol”? ¡Si pone “siempre”! Vaya, vaya… parece que no das una.
Picado, el joven se prometió no fallar ni una vez más, aunque para conseguirlo debiera hacer trampas.
-¡Esta no puedo equivocarme! –exclamó Dean emocionado después de haber subido un poco el cuello para poder leer qué escribía la chica-. ¡Pone “estrellas”!
Taylor, que se había dado cuenta de que su compañero estaba incumpliendo las normas del juego, le regañó empujándole de nuevo contra el sofá.
-¡Eh! ¡No puedes leerlo! Si vuelves a intentarlo, perderás definitivamente y tendrás que cumplir todos mis deseos y caprichos, y ya te aviso de que tengo muchos, así que cuidado con lo que haces.
-Venga, no te enfades –intentó excusarse él, atrayéndola hacia su cuerpo con sus musculosos brazos-. Te prometo que no volveré a hacer trampas. Pero ahora dame mi beso, que sea como sea he acertado.
Esta vez fue ella quien se rió a carcajada limpio.
-¿Dices que has acertado? ¡Para nada! No ponía “estrellas”, sino “estrella”. Lo siento, pequeño.
Enfurruñado porque ya hacia mucho rato que no daba una, Dean dejó caer su cabeza de nuevo sobre el sofá y cerró los ojos para concentrarse al máximo en lo siguiente que escribiera sobre él. Esta vez pensaba adivinarlo, y no cuando hubiera terminado de formar la palabra, sino antes. De ese modo se aseguraba tenerla bajo su control y poder pedirle que durmieran un rato para que la cogorza de tanto cóctel y vino se le pasara del todo.
C… I…
-“Cindy” –murmuró ensimismado, mecido por el suave roce de los dedos de Taylor sobre su piel.
-¿Qué? –preguntó esta, con la voz rota; el nombre que había escuchado la había dejado paralizada.
-“Cinco” –corrigió él en cuanto abrió los ojos y vio el rostro impávido de la muchacha.
-No, no has dicho eso. Repite lo que has dicho.
-He dicho “cinco”.
-Eso no, lo que has dicho antes.
-No he dicho nada, solo “cinco”.
-No intentes tomarme el pelo, Dean. Sé perfectamente lo que he escuchado.
El deportista se llevó una mano a la cara y se cubrió con ella los ojos, deseando que cuando la apartara aquel desagradable momento hubiera terminado. Sin embargo, cuando lo hizo Taylor continuaba sentada sobre él, mirándolo con cara de odio y esperando una respuesta. Y, lo peor de todo, es que el nombre y el rostro de su ex novia seguían sin haberse borrado de su mente. ¿Por qué demonios le pasaba eso?
-Si lo sabes, ¿para qué preguntas? –atinó a decir al fin, con poco acierto.
Impresionada por el poco tacto del chico, la joven se levantó de un salto y le golpeó con uno de los cojines en la cara.
-¿Cómo puedes tener tanto morro? Has dicho “Cindy”, el nombre de tu ex novia, y no te atrevas a negarlo –las palabras escapaban de su boca envenenadas de odio.
-No lo niego. Lo he hecho, o más bien mi subconsciente lo ha hecho. Ya está. No es para tanto.
-¡Sí es para tanto! Me dijiste que la habías olvidado y no es cierto. Sigues colado hasta las trancas de esa niñata.
De haberse encontrado en pleno uso de sus facultades mentales, Dean habría visto el cielo abierto con aquella discusión: aquel nombre pronunciado en el momento más inesperado, con una guapísima pero infatigable rubia desnuda sobre él, era la excusa perfecta para quitarse de encima, y nunca mejor dicho, a la hija del entrenador. Sin Taylor, recuperaría sus horas de sueño. Se acabarían las noches locas de fiesta y alcohol sin ningún control. Podría cambiar las interminables horas de sexo por encuentros esporádicos con distintas chicas con las que no tuviera ningún tipo de relación. No obstante, verla tan enfadada y molesta le hizo recordar a Cindy y le pareció revivir una de tantas discusiones de pareja en las que ella le echaba en cara que no la quería, él le juraba que sí y acababan arreglándolo. Por ello, aunque en ese momento fuera lo que menos deseara, se vio irremediablemente enredado en aquella pelea.
-¡No es ninguna niñata! Cindy fue mi pareja durante mucho tiempo y la única persona que me ha querido de verdad. Se merece un respeto.
-¿Respeto? ¡Pero de que hablas! ¿Llevas varias noches acostándote conmigo sin importarte nada ni nadie y ahora te acuerdas de ella?
-No te enfades, anda, que no ha sido para tanto. Solo ha sido un desliz, nada más. Ni me acuerdo de ella, ni los recuerdos del tiempo que pasamos juntos me quitan el sueño. Desde que lo dejamos, no he pensado en ella ni una sola vez, así que no entiendo qué me ha pasado –mintió, consciente de sus actos.
-Pues que sigues queriéndola, eso es lo que te pasa –espetó la muchacha.
-¿Cómo voy a seguir queriéndola? Si hace muchísimo tiempo que ya no la tengo aquí –se señaló el corazón en un dramático gesto que, junto a lo ridículo de la escena, los dos desnudos, borrachos y manchados de chocolate, logró arrancar una sonrisa a Taylor.
-¿Entonces ya no la quieres? –preguntó, poniendo vocecita de cordero degollado.
-Claro que no, tonta. Ahora solo me importas tú.
En cuanto hubo dicho esas palabras, Dean se arrepintió. ¿Pero qué estaba haciendo? Había mantenido tantas veces conversaciones como aquella en las que tenía que convencer a Cindy de que ella era la única mujer de su vida que no se había parado a pensar que aquella chica no era Cindy y que no le debía nada.
Taylor sonrió al fin.
-Gracias, pequeño. Necesitaba oírte decir que te importo.
Lo abrazó con cariño y él la apretó fuerte contra su pecho, de forma que la joven pudo notar el rápido latir de su corazón.
-¿Entonces me perdonas? –atinó a decirle él al oído.
-Por supuesto. Además, ¡si lo mejor de las discusiones son las reconciliaciones! –bromeó ella mordiéndole el lóbulo de la oreja muy despacio.
Llevado por aquel alud de emociones que le habían venido encima sin aviso alguno, el deportista no pudo soportarlo más y se dejó caer en el sofá con la chica atrapada entre sus brazos.
-Sí, vamos a reconciliarnos –susurró.
Sin necesidad de más palabras, los dos sabían qué buscaban y qué iban a encontrar. Más besos hambrientos, más sábanas empapadas y uñas marcadas en la espalda.
Otra noche más de sexo sin sentimiento que no podía ser sino el preludio de otro terrible entrenamiento en el que Dean no rendiría como debía.

1 comentario:

  1. No puede ser, Dean sigue enamorado de Cindy y creo que Cindy sigue enamorada de el. Quiero ya el siguiente. Me ha gustado, largo como me gustan los capitulos.

    ¿Que tendria pensado hacer Taylor? Como Dean no ha acertado ninguna palabra no se que tenia pensado hacer.

    Espero el siguiente yaaaaaa

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