domingo, 27 de mayo de 2012

Más allá del mar - capítulo 17


Las nueve y diez. Comprobó la hora en su carísimo reloj por enésima vez y soltó una maldición que quedó acallada por el bullicio de turistas y transeúntes que plagaban Times Square esa tarde de finales de verano. Llevaba más de diez minutos esperando y la chica seguía sin aparecer.
Se había planteado en varias ocasiones mientras aguardaba a que Taylor llegara marcharse sin más. A fin de cuentas, había sido ella quien había insistido en cenar con él. Dean no tenía ningún interés por compartir con esa chica nada más, por lo que le resultaría muy fácil desaparecer entre el gentío y no volverla a ver más. Sin embargo, el recuerdo de la mirada amenazante y sospechosa que le había lanzado el entrenador lo retenía. No podía poner en juego su futuro como deportista de elite.
La aguja larga del reloj de la céntrica plaza acababa de alcanzar el tres dibujado en su esfera cuando la vio aparecer a lo lejos. Despampanante como ella sola, la impresionante rubia esquivaba a los curiosos que merodeaban por la famosa intersección de calles subida a unos altísimos tacones de aguja negros como la noche. Para esa ocasión, había escogido un look más discreto que para la fiesta de bienvenida a la universidad, pero ni siquiera así pasaba desapercibida y levantaba muchas más miradas que ninguna otra chica. Sus vaqueros blancos le estilizaban las piernas y el corpiño gris con lazos plata a la espalda realzaban unas curvas en ella que Dean no recordaba de su noche de pasión.
-Hola, Dean –dijo ella con una sonrisa en los labios y alargando la última sílaba como si se deleitara pronunciando el nombre del chico.
Conforme llegó a su lado, sin esperar a que él reaccionara, se acercó al muchacho y le plantó un beso en los labios. El deportista, asombrado, se quedó quieto como una estaca.
-¿Junior’s? –sugirió la joven.
El chico asintió de forma tácita. Aquella sería probablemente la primera vez que comiera en aquella hamburguesería a espaldas de Times Square, aunque había oído hablar mucho y muy bien de ella, pero siempre había preferido lugares más selectos y caros. En ese caso, no obstante, no le importaba dónde ir. Lo único que le interesaba era que la noche llegara a su fin y pudiera despedirse de Taylor, con suerte para siempre.
* * * * *
 Las enormes hamburguesas con bacon y queso que les sirvieron acompañadas de aritos de cebolla tardaron un buen rato en desaparecer de los platos, lo que permitió a la rubia disponer de una gran cantidad de tiempo con el que tentar a Dean. Mientras conversaban, una vez rompió el hielo sacando a colación el tema del deporte, las cervezas corrieron una tras otra hasta acabar con más de media docena cada uno a sus espaldas.
Para terminar, compartieron un brownie de chocolate con una nuez pecana encima y un montón de nata montada con una guinda decorando el postre. Cuando el chico rebañó las últimas migajas de pastel con su cuchara y se las ofreció a Taylor, esta sonrió complacida, ignorando que en realidad la alegría que se pintaba en los ojos de su acompañante no se debía a la grata compañía sino a encontrarse en la parte final de la cita.
-Lo he pasado genial contigo –reconoció la muchacha al mismo tiempo que se levantaba de la mesa que les habían dado en el exterior del establecimiento.
Frente a ellos, la gente formaba una interminable cola a la puerta de un teatro para ver la obra protagonizada por el crecido actor de Harry Potter. Había oscurecido y las luces de los numerosos edificios brillaban en la oscuridad convirtiendo a la Gran Manzana en el mágico mundo que cualquiera imaginaba al pensar en el sueño americano.
-Yo también –respondió el chico.
No mentía. Había disfrutado de su encuentro con la guapísima rubia. Habían hablado de fútbol, de la universidad, de su época de instituto. Incluso mencionaron a antiguos amores. La joven contó cómo antes del final de curso había roto con su novio, un tal Hayden. Sin darse cuenta, Dean se encontró describiendo los años pasados junto a Cindy y su repentino distanciamiento. El nombre de Sienna no apareció en la conversación, puesto que él no pensó en ella ni un instante, y aunque Taylor insistió en conocer los motivos por los que terminó su historia con la ex animadora del St. Patrick’s, él no dijo nada.
-¿Qué tal si repetimos más a menudo? –propuso ella-. Podríamos quedar un par de veces a la semana, cenar juntos y dejarnos llevar por la noche.
Le guiñó un ojo, picarona.
El deportista continuó caminando, con la chica cogida de su brazo izquierdo, mientras buscaba las palabras más adecuadas con responder.
No le importaría nada repetir esa cena ni la noche que pasaron juntos en su casa, pero tenía que ser consciente de que Taylor no era una chica como las demás. Era la hija de su entrenador, la persona más decisiva en ese momento de su vida. Si las cosas salían mal entre los dos (y tenía la total convicción de que antes o después todo se destrozaría), aquella situación le afectaría a nivel profesional.
Y es que, aunque en ese momento le diera la impresión de que la rubia solo quería pasar un par de noches de pasión y nada más… ¿cómo podía estar seguro de que dentro de unas semanas o un par de meses no le pediría fidelidad y una relación estable? Por mucho que le atrajera la cara de muñeca y el impresionante cuerpo de la joven, sabía que no podía prometerle eso. En varias ocasiones mientras estuvo con Cindy intentó ser el novio perfecto, no engañarle con otras ni hacerla sufrir, pero antes o después acababa pecando y traicionándola. Si con Cindy, a la que a su pesar había considerado en algún momento la mujer de su vida, no había funcionado… ¿sería capaz de guardar celibato por una mujer a la que acababa de conocer?
No, definitivamente sus encuentros debían terminar allí.
-No sé –se excusó, andando sin dirección ninguna-… no creo que sea una buena idea.
La joven paró en medio de la calle y le obligó a hacerlo también él.
-¿Por qué no? –preguntó, fingiendo indignación, aunque muy divertida en el fondo; adoraba aquellos juegos, cortejar y ser cortejada, poner a los chicos en aprietos y jugar con ellos sin piedad-. Tú y yo nos complementamos genial en todos los sentidos y conectamos como pocas personas en la cama. ¿Qué tiene de malo que sigamos pasándolo bien juntos?
Dean echó mano a una vieja excusa que había utilizado en anteriores momentos pero que sabía que con Taylor no iba a funcionar.
-Tú acabas de salir de una relación hace relativamente poco y, por mucho que pienses lo contrario, probablemente no hayas superado lo que pasó con Hayden. Y yo… bueno, hace más tiempo que lo dejé con mi novia, pero hemos pasado muchos años juntos… A veces pienso en ella y… no sé, no puedo prometerte que la haya olvidado. 
La chica lo miró con ojos tristes.
-Pero no es por ti, ¡eh! No eres tú, soy yo, que soy un idiota y no puedo superar el primer amor ni siquiera con un bombón como tú.
Ante esa alabanza, Taylor sonrió de nuevo y se aproximó más a él.
Le rodeó el cuello con los brazos y pegó sus labios a los del chico, con una separación entre ambos de escasos milímetros.
-No te preocupes, Dean, yo te haré olvidar –su voz sonó seductora y confiada-. Además, me encanta esa faceta tuya romántica que tanto te empeñas en ocultar con tus aires de machito orgulloso. ¿Ahora que me la has enseñado me la piensas arrebatar sin que la pueda disfrutar?
Le besó un par de veces en el cuello y fue subiendo su boca hasta mordisquearle el lóbulo de la oreja. Estaban en el medio de la calle y algunas personas les miraban, pero no le preocupaba. Quería divertirse y el resto del mundo sobraba.
-Para –pidió él, con los ojos cerrados y la voz rota.
Ella no hizo caso a la petición y le acarició la nuca despacito con la punta de los dedos.
-Para –repitió Dean, a lo que ella se negó dándole un suave beso en los labios.
Tras eso, el deportista no se controló. En cuanto sus labios rozaron los de Taylor, la apretó contra su cuerpo y comenzó a besarla con furia, como si quisiera devorarla y hacerla suya para siempre.
Se besaron durante un buen rato hasta que un grupo de niños de unos doce o trece años pasó por su lado y les silbaron mientras aplaudían y le daban ánimos.
Taylor se separó del chico y sonrió.
-Vamos a llevar esto a un lugar más íntimo, ¿no? –ofreció, mientras sacaba las llaves de su apartamento del bolso.
Dean asintió y la cogió de la mano.
Así, cuando el día siguiente amaneció, el sol lo encontró en una casa distinta, en una cama distinta, pero con la misma chica.
Esa noche, el joven no durmió. Durante su segundo encuentro con Taylor, intentó olvidarse de todo y disfrutar, pero cada vez que la besaba y la acariciaba, veía en su mente la cara del entrenador mirándolo iracundo.
Por más que se esforzara por conseguirlo, estaba seguro de que jamás dejaría de ver a Taylor como un obstáculo en su carrera.

2 comentarios:

  1. No ha estado mal el capitulo, pero no me gustan los capitulos de Dean. Es un poco tonto. Me encantan los capitulos de Paris, son los mejores. La parejita de Paris es la mejor. No dejes de escribir sobre Paris. Me gustaria solo un libro sobre Paris y la parejita ;)

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  2. Creo que la autora tiene un poco de libertad para escribir lo que quiera, no? Cierto es que los capítulos de París son muy bonitos, pero en la vida hay más cosas que el amor perfecto y súper romántico! Lu, nos vemos pronto, eh?!

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