miércoles, 7 de marzo de 2012

Más allá del mar - Capítulo 4


El destartalado taxi que había recogido a las dos chicas a la salida del aeropuerto redujo progresivamente la velocidad hasta estacionar frente a un precioso edificio níveo de aspecto antiguo.
A primera vista, Abby lo habría descrito como el claustro de una iglesia cristiana, aunque para Sienna aquella visión significó mucho más: fue un viaje a través del mar, de regreso a España y su clima cálido. Las fachadas blancas de las casas de la costa, la calma del ambiente y la paz de los pájaros que revoloteaban por el cielo azul al son del romper de las olas en la lejanía… Esos pequeños detalles le hicieron recordar Javea.
Suspiró antes de levantarse del asiento trasero del coche y pisar por primera vez el suelo de la universidad que se convertiría en su hogar durante los siguientes cuatro años. Cuatro años para explorar, experimentar y, siendo realista, para cometer errores, cambiar de opinión y aprender lecciones que nunca pensó que necesitaría aprender.
-Todo esto tiene un aspecto tan familiar… -dijo al fin, mientras sacaba unos billetes del interior de su cartera y pagaba con ellos la mitad del viaje hasta allí.
Abby le sonrió.
-Es increíble, ¿verdad? Todavía no me puedo creer que vayamos a vivir en este paraíso.
Intercambiaron un par de frases al tiempo que se alejaban del vehículo con las maletas tras ellas y se encaminaban hacia el impresionante inmueble de fachada marmórea en cuyo portón rezaba “Camino & Founders”.
Conforme se adentraron en él, vieron al gran número de personas que se apelotonaba en el hall esperando su turno. Jóvenes de su misma edad charlaban animadamente unos con otros en la cola hasta el mostrador de la derecha. Algunos se mordían las uñas o miraban de un lado a otro sin parar, muestra evidente de su nerviosismo. En todas partes, con una enorme sonrisa en los labios, chicos y chicas un poco mayores que ellas se paseaban entre el gentío ofreciendo su ayuda.
Puesto que desconocían dónde debían dirigirse a continuación, se disponían a colocarse al final de la cola más larga cuando escucharon una voz masculina tras ellas.
-Hola, chicas. ¿Puedo ayudaros?
Las dos se dieron la vuelta para descubrir quién se había ofrecido a echarles una mano.
Cuando vieron al chico, Abby abrió los ojos de par en par y por unos segundos se olvidó de respirar.
Ante ella, un joven que rondaría los diecinueve años les sonreía con unos preciosos dientes blancos y cuidados. Lucía su cabello, de un tono castaño casi dorado, arreglado de un modo que a simple vista podría parecer despeinado pero que con más atención delataba haber sido cuidado con mucho esmero para conseguir ese aspecto informal y juvenil. Sus ojos eran verdes con pequeñas pintitas doradas y sus labios finos y varoniles. En pocas palabras, era la imagen mental que Abby tenía de su chico ideal.
Sienna se encargó de responder a la pregunta del muchacho de forma que no se produjo un incómodo silencio entre ellos.
-La verdad es que sí. Acabamos de llegar y estamos un poco perdidas. Según la carta que recibimos, teníamos que venir aquí para que nos indicaran dónde queda nuestra residencia de estudiantes.
-¿Puedo echarle un vistazo a esa carta? –pidió él.
Ambas le ofrecieron el papel para que lo comprobara. El joven tomó entre sus manos primero la carta de Abby, que notó cómo sus mejillas se sonrojaban.
En las hojas, junto a la perorata de bienvenida, constaban sus nombres completos y el centro de estudios de procedencia.
El agradable desconocido se disculpó de ellas y se marchó tras el mostrador, donde con su encantadora sonrisa consiguió convencer a la chica que atendía a los recién llegados para que le dejara usar el ordenador.
Pocos minutos después, regresó junto a ellas.
-Ya está todo arreglado –comentó, sin dejar de sonreír, al mismo tiempo que les devolvía las cartas-. Sienna Davis, Founders Hall, segunda planta, habitación 11.
Le entregó una llave enganchada a un clip desnudo antes de volverse hacia la otra chica y señalarle donde viviría a partir de entonces.
-En cuanto a la señorita Abby Middleton… mismo edificio, misma planta, pero unas cuantas habitaciones más para allá. Dormitorio 25 –la llave que le tendió tenía el mismo aspecto que la otra. 
-¿No podemos compartir habitación? –preguntó Abby una vez que logró recuperar el habla.
-Lo lamento pero no. Sé que es un rollo, pero la universidad no aloja a estudiantes del mismo instituto juntos para favorecer el desarrollo personal de cada uno y esas cosas –explicó él-. De todas formas, no vais a estar muy lejos la una de la otra, ya veréis. Si queréis os acompaño a vuestros cuartos, os enseño un poco a manejaros por aquí y de paso os echo un cable con las maletas.
Ninguna de las dos jóvenes rechazó la oferta. Las maletas pesaban demasiado y necesitaban descansar un poco, además de que la compañía de aquel bombón no les era para nada desagradable. En especial Abby parecía estar muy contenta por semejante ofrecimiento.
-Seguidme por aquí –dijo el muchacho, levantando sin esfuerzo el equipaje de mano de las chicas-. En realidad ya estamos casi. Founders Hall está dentro de este mismo edificio, al otro lado del puente. Por cierto, se me olvidaba presentarme. Soy Nathan, Nathan DeFilippo.

3 comentarios:

  1. Me parece que Nathan va a ser algo famoso jejejeje Y espero que se fije en Abby y no le complique la vida a Sienna... Está muy bien ;)

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  2. Que alegría me has dado al publicar! Nada mejor para despejarme tras una dura tarde de estudio que un nuevo capítulo de Más allá del mar :D
    Decirte, que me ha encantado, como siempre... y que tengo un buen presentimiento respecto a Nathan y Abby
    Y a ver que tal les va a las chicas con sus compañeras de habitación!
    Un beso (L)

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  3. Me da a mi que las cosas se van a complicar un poco con Nathan por ahí jajajaja
    Ya estoy esperando a que publiques el siguiente capitulo, por ahora la historia me gusta tanto como la primera parte, lo que significa muchiiiisimo!^^

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