domingo, 4 de marzo de 2012

Más allá del mar - Capítulo 3


Querida mamá:
Tal como prometí, apenas ha pasado una semana desde que llegué a París y aquí estoy escribiéndote mi primera carta. Aunque hablemos por teléfono casi todos los días, hay muchas cosas que no soy capaz de describirte de ese modo tan frío y dudo que pueda incluso hacerlo por escrito.
París es maravilloso. Desde el primer momento en que pisé suelo francés, me enamoré de esta ciudad. El acento del taxista que me recogió en el aeropuerto, el olor a crepe de la calle donde está mi apartamento, la exquisita moda de escaparates y aceras… Eso sin hablar de la imponente Torre Eiffel alzándose en el cielo entre césped y nubes, los campos Elíseos tras la lluvia o las impresionantes escalinatas del Sacre Cour. Sin duda, cuando me diste la oportunidad de estudiar mi primer curso de universidad en la ciudad de la luz, me hiciste un gran regalo.
Llevo toda la semana haciendo turismo por los diferentes lugares emblemáticos de la ciudad y ninguno de ellos me ha decepcionado hasta el momento.
Sin embargo, hay algo que me preocupa y no consigo sacarme de la cabeza: ¿conseguiré seguir las clases en la Sorbona con mi mediocre nivel de francés? Se que estarás pensando que llevo toda la vida estudiándolo y que no lo hablo tan mal, pero siendo realistas hemos de reconocer que jamás lo he puesto en práctica en la vida real. Por ahora he salido del paso en los restaurantes y comercios que he visitado, ya que en todos tienen precios y productos recogidos en algún catálogo o menú. ¿Qué será de mí cuando los profesores empiecen a hablar deprisa y no consiga tomar notas? 
No quiero adelantarme a los acontecimientos, pero cada vez que me paro a pensar, estoy más segura de que no debería haberme cegado por la belleza de Francia. Tendría que haberme marchado a Roma, a casa de los abuelos. Allí me conozco las calles de memoria y el idioma no es ningún problema. Solo que la idea de comenzar una nueva vida por mi cuenta, lejos de la influencia de ser quien soy y que la gente lo sepa, me atraía tanto… Además, cuando Sienna vino a Nueva York también lo hizo sola y le fue muy bien. ¿Por qué no debería ocurrirme lo mismo?
Intentaré no ser pesimista y enfrentarme a cada día con ilusión, como me enseñaron en la clínica. Cada día es un tesoro y debo esforzarme por acostarme cada noche habiendo aprendido algo nuevo.
Espero que todo vaya genial por casa y que estés disfrutando con Christian esas tan merecidas vacaciones. Eso sí, espero que la próxima vez vengas a visitarme, ¿de acuerdo? Me encantaría poder hacerte de guía y llevarte a ver mis lugares preferidos de esta ciudad.
Un beso muy grande. Te quiero,

Cindy

La americana dejó su pluma sobre el escritorio de pino de su cuarto y metió la misiva en un sobre que había permanecido a su lado mientras redactaba el mensaje para su madre. Pasó la lengua sobre la solapa del sobre para cerrarlo, escribió en un lado la dirección de la cantante en un lado y la suya propia en el otro. Nada más hacerlo, cogió su bolso negro, dejó caer la carta dentro y se miró en el espejo.
Un año antes, la imagen que encontró en la superficie pulida la habría sorprendido y habría asegurado que esa no era ella. No obstante, esa vez le hizo sacar una sonrisa.
Su rostro, pálido y más delgado de lo habitual, demacrado, no se encontraba oculta bajo una gruesa capa de maquillaje y colorete. Llevaba su larga melena rubia recogida en una coleta con una goma del pelo fucsia y su atuendo, lejos de sus hermosos vestidos de marcas carísimas, se resumía a unos vaqueros desgastados y un jersey de punto color crema que terminaba a media manga.
Se aplicó un gloss rosado sobre los labios y culminó su look con una graciosa boina de lana negra que contrastaba con sus ojos y su cabello. Contenta con el resultado, salió del pequeño apartamento y bajó las escaleras del edificio a gran velocidad.
Saludó a la vecina del segundo, que barría su portal como de costumbre, y se cruzó en el último tramo con los niños de la pareja del quinto, que se disponían a regresar a casa llenos de barro con un balón de fútbol en la mano.
Cuando se vio en la calle, no tuvo dudas de hacia dónde dirigirse. Como todas las mañanas, emprendió el paso hacia la orilla del Sena.
Desde su llegada a París, había paseado por esa zona cada día y había disfrutado de los rayos del sol que se reflejaban en el río. La primera vez se había acercado allí porque el Sena, con sus barcos y sus turistas fotografiándose en cualquier parte, le recordaba al Hudson y a Nueva York, aunque pronto había encontrado un motivo diferente. Los pintores. Le encantaba pasear bajo los árboles de la orilla derecha y contemplar los retratos de turistas, los paisajes y los sueños que aquellos artistas callejeros recogían en sus lienzos.
Pese a no tener prisa, se percató de que caminaba a un ritmo más veloz de lo habitual, lo que la hizo sonrojarse. ¿A qué se debían esas carreras?
Intento reducir la velocidad y disfrutar de la calma de aquella mañana de agosto. Los pajarillos piaban entre las ramas de los árboles, los niños jugaban con sus amigos en el césped y las parejas compartían arrumacos y caricias en las mesas de cualquier café. Aquel día sería perfecto.
Pasó de largo a los primeros pintores tras detenerse unos segundos a contemplar sus obras y es que, aunque intentara negarlo, tenía un objetivo muy concreto.
Un poco más allá, entre el hombre de larga barba blanca y el kiosco de prensa, estaba él: Lucas.
Nada más verlo, una sonrisa se pintó en sus labios.
El chico, un joven de no más de veinte años, parecía muy concentrado en la imagen que trazaba con su brocha: Nôtre Dame, su enorme rosetón, las dos torres y la interminable aguja que surgía tras él.
Cindy se quedó quieta a unos metros de él y lo observó en silencio. Sus largos cabellos castaños recogidos en un moño despeinado al mar puro estilo latino le habían resultado muy curiosos la primera vez que se encontraron. Los ojos, del mismo color, brillaban ilusionados ante el dibujo que salía de sus manos, con una chispa de magia en ellos. Probablemente esa magia fue la que hizo que se fijara en él.
El joven debió notar que alguien lo miraba, puesto que volvió la cara hacia Cindy en ese mismo momento. Al verla, también él sonrió, mostrando unos dientes blancos y brillantes.
-¡Bonjour, Cindy! –exclamó en francés con su voz profunda y masculina, como la de Dean.
La americana se mordió el labio instintivamente al pensar en su antigua pareja. ¿Por qué cada día encontraba un motivo para acordarse de él? En la clínica le habían dicho que debía distanciarse de él, romper cualquier tipo de contacto o relación, puesto mientras que no superara su crisis del todo, el chico no haría más que recordarle su problema una y otra vez. Había creído que sería fácil, pan comido, pero con el paso del tiempo fue dándose cuenta de que no era posible borrar de un día para otro el amor de toda una vida.
Por suerte había conocido a Lucas. Cuando el muchacho le dirigió la palabra durante su tercer día en la ciudad, Cindy calculó mentalmente que era la tercera persona con la que hablaba en francés desde su llegada a París. En concreto, antes que con él, solo había charlado con el casero que le arrendó el piso y con la panadera de la esquina.
Habían comenzado a hablar de pintura, de cuadros, artistas y museos, y habían acabado intercambiando sus nombres y teléfono. Y, a partir de ahí, habían empezado a verse a diario. Se podría decir que el joven pintor era su primer amigo francés.
-Bonjour, Lucas –respondió ella, notando como las mejillas le quemaban.
-¡Qué alegría que hayas venido hoy tan pronto! –señaló él, dejando reposar el pincel sobre la paleta de colores.
-¿Alegría por qué? –quiso saber la rubia, coqueta.
-Llevo toda la noche pensando en ti –le contestó el pintor.
Cindy se sonrojó aún más y agachó la vista para conseguir calmarse sin que esos ojos marrón chocolate la devoraran.
-Se me ha ocurrido una cosa, una sorpresa para ti, y tenía ganas de comentártelo para poder empezar con ello hoy mismo –explicó; la chica lo miró con curiosidad-. ¿Qué me dirías si te pido que me dejes pintarte?

3 comentarios:

  1. ¡Ya me he enamorado de Lucas! xD Espero que no sea tan imbécil como Dean pero parece muy amable ^^ Y además los franceses suelen ser muy... bah, no sé explicarme. Pero en ¿sabes que te quiero? de Blue Jeans era muy majo. No sé si sabes de quien hablo xDD Espero que Cindy sea feliz porque, pobriña, ya sufrió bastante... :S
    ¡Un besazo y espero que subas pronto! :3

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    1. Sí, te refieres a Adam, ¿no? A mí ese personaje que caía bien aunque al principio era un poco asquerosillo.
      A Lucas lo iremos conociendo poco a poco y ya podrás decidir si se parece a Dean o no jajaja.
      En cuanto a lo último, sí, Cindy se merece ser feliz :)
      Un besito y gracias por leerme ^^

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  2. Ooooh! (L) I love Lucas!
    Me alegra ver como ha cambiado Cindy para mejor y yo también espero qeu sea feliz :D
    Por otra parte, con respecto al capítulo anterior, yo tampoco sabía que San Diego era una ciudad tan grande jaja Espero que a las chicas les vaya bien... y saber pronto algo de Matthew! :$

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