domingo, 15 de abril de 2012

Más allá del mar - Capítulo 10


-Venga, cuéntame cómo os conocisteis –insistió Yuri por enésima vez.
Para aprovechar las últimas horas de luz de aquel día tan largo, Sienna, Abby y su nueva amiga habían decidido dar una vuelta por el terreno de la universidad y así conocer un poco más el lugar donde pasarían los siguientes meses.
En ese momento, se encontraban en el medio de una de las numerosas laderas de verde césped que separaban las diferentes facultades. A su alrededor, entre enormes y frondosos árboles de grandes hojas, paseaban muchos otros jóvenes. La mayoría de ellos caminaban despacio, con los ojos abiertos de par en par, atentos a cada pequeño detalle de su nuevo hogar. Otros, sin embargo, se cruzaban con ellas sin dirigirles una sola mirada, muy concentrados en llegar a algún lugar específico que las tres chicas jugaban a adivinar.
Aunque la coreana había intentado morderse la lengua para no preguntar por Matthew desde que se había puesto como una loca en la puerta de la habitación, no pudo aguantar más y acabó por hacer la pregunta a la que venía dándole vueltas en la cabeza todo el rato.
Sienna sonrió, tímida, antes de comenzar a hablar.
-Nos conocimos en el avión cuando viajaba de España a Nueva York –explicó mientras se apartaba un mechón de pelo de la cara-. Nunca antes lo había visto en la prensa ni en la televisión, ya que por aquel entonces aún no era famoso en España, así que cuando se sentó a mi lado y empezó a darme conversación me molestó un poco.
-¿Cómo pudo molestarte eso? –preguntó Yuri, asombrada-. ¡Si es guapísimo! Si un chico como él se sentara junto a mí y me prestara un poco de atención, me volvería loca.
-No estaba pasando un buen momento y lo pagué con él, supongo… -se excusó Sienna, bajando la voz.
No tenía ganas de hablar de Matthew. Pese a que le encantaba contar la historia de cómo se conocieron y rememorar sus aventuras juntos hasta aquel precioso primer beso en el recibidor del hotel Plaza, en ese momento, a miles de kilómetros de distancia del muchacho, pensar en él le hacía mucho daño. Llevaban algún tiempo sin verse y lo echaba mucho de menos. Por suerte existían las videollamadas, el MSN y mil formas más de estar en contacto, pero de todas formas no podía dejar de añorarlo.
Yuri había contemplado a la española atentamente mientras esta hablaba, intentando analizar cada uno de sus gestos en busca de aquello tan especial que había enamorado al cantante más deseado del momento. Su piel de porcelana, sin una sola peca, grano o imperfección, la hacía hermosa, aunque lo que más le llamaba la atención era el color de su pelo. Castaño clarito, como si se hubiera dado un baño de color para imitar el tono de los rayos de sol. Cuando hablaba de Matthew, sus ojos grandes brillaban de una forma especial y no podía parar de mover las manos. Era muy guapa, eso era cierto, pero no logró ver en ella nada que no pudiera encontrar en mil chicas más.
Había estado tan pendiente de la joven que no le pasó inadvertido el rubor que apareció en sus mejillas segundos antes de callarse. Vio cómo se mordía el labio y cómo agachaba la cabeza y supo sin necesidad de ninguna palabra que la chica estaba pasándolo mal, por lo que decidió darle un poco de tregua y cambiar el rumbo de la conversación.
-¿Y tú, Abby? ¿Has dejado algún corazón roto en Nueva York? –preguntó, a lo que la aludida se echó a reír.
-¿Quién, yo? –soltó una carcajada desenfadada-. Qué va. Como no sea el mío…
-¿Y eso? ¿Alguien te ha hecho daño? –quiso saber Yuri, curiosa.
-Hace mucho tiempo que no me enamoro. La única vez que creí sentir algo por alguien me vi metida en un triángulo amoroso que no acabó nada bien y no tengo ganas de repetir –comentó Abby, pensando en Dean.
-Menuda tontería –apuntó la coreana-. Nadie es dueño y señor de sus sentimientos, así que por muy mal que te fuera en el pasado, no me creo que hayas cerrado tu corazón para siempre y que te vayas a negar una oportunidad en el futuro.
Agradecida por el giro que había dado la conversación, Sienna también se animó a hablar.
-Claro que no es verdad. ¡Si no llevamos ni un día aquí y ya le ha echado el ojo a alguien! –al escuchar esas palabras, Yuri se volvió hacia Abby sorprendida.
-¡No puede ser! ¿De verdad?
-¡No! –chilló Abby a la vez que lanzaba una mirada severa a Sienna-. Es un chico muy guapo pero no estoy enamorada. Además, él está muy por encima de mis posibilidades. Nathan jamás se fijaría en mí….
-Vaya, si hasta tiene nombre –bromeó la coreana-… y un nombre bastante sexy, la verdad. Estoy segura de que ese Nathan tiene que ser un bombón.
-Lo es, créeme –dijo Abby, con voz soñadora.
Las tres chicas rieron al unísono.
-¿Por qué dices que no estás a su altura? –se interesó por saber Yuri-. A mí me pareces una chica muy guapa.
Abby se sonrojó. No estaba acostumbrada a recibir cumplidos por parte de desconocidos y mucho menos a creérselos. Nunca había confiado demasiado en ella misma en aspectos más allá de los académicos y le costaba creer que alguien la considerara guapa. Aún así, aunque su compañera de cuarto lo dijera en serio, dudaba mucho que Nathan compartiera su opinión.
-Cuando lo veas, lo sabrás al instante –explicó-. Más allá de lo físico, por todo. Es mayor que yo, así que para él no soy más que una niñata.
-Somos –la interrumpió Sienna.
-¿Cómo que niñatas? –dijo Yuri, indignada-. ¡Somos universitarias! A estas alturas, un año más que menos no supone ninguna diferencia.
A unos metros de ellas, dos chicas con una camiseta rosa decorada con letras griegas se fundieron en un cariñoso abrazo. Al verlas, Abby continuó hablando.
-Aparte de la diferencia de edad, está en una hermandad. Seguro que trata a diario con chicas mil veces más interesantes que yo. Solo por el hecho de estar en una hermandad queda claro que oportunidades no le deben faltar para tener novia. Con las pedazo de fiestas que se montan… Únicamente nos ha dirigido la palabra porque éramos su acto de caridad del día.
-Bueno, tampoco será para tanto –intentó animarla Sienna-. Se ha acercado a hablar con nosotras entre un montón de chicos y chicas más, así que algo especial debe haber visto en nosotras, ¿no?
-Dirás en ti, porque lo que soy yo, no creo que tenga nada que quite el hipo desde lejos.
La española abrazó a su amiga con cariño a la vez que la regañaba al oído por ser tan pesimista.
-No seas tan quejica –dijo Yuri; aunque hacía escasas horas que se habían conocido, ninguna se sorprendió al escucharla hablar así, puesto que desde el primer momento había mostrado su carácter abierto y dinámico-. Yo sí que no tengo nada de especial a simple vista. Para la mayoría de los americanitos, soy una asiática más, igual a otros mil chinos, japoneses y coreanos. Aunque he nacido en Estados Unidos, por tener padres coreanos muchas veces me he encontrado con gente que me ha despreciado. Y, aún así, llevo a mis espaldas alguna que otra historia –guiñó un ojo mientras lo decía-. Si yo he conseguido enamorarme y ser correspondida, tú también lo lograrás cuando te quites de encima esa coraza que tú sola te has puesto.
Las tres caminaron en silencio observando los pabellones que iban encontrando a su paso. Muchos de ellos tenían un aspecto similar a aquel al edificio donde se encontraba su residencia de estudiantes: blancos, de aspecto español y con enormes fuentes delante. Sin embargo, también había otros de aspecto rococó que parecían haber servido de iglesia antes que de universidad.
En ese preciso momento, pasaban junto a una fuente de piedra. En el borde de la misma, con los pies descalzos sumergidos en el agua, una pareja charlaba animadamente sin soltarse de la mano.
-En cuanto a lo de la hermandad –siguió hablando la coreana-, no deberías preocuparte por eso ya que dentro de poco también tú formarás parte de una de ellas.
La contundencia con la que formuló aquellas palabras provocó que sus dos acompañantes se pararan en seco.
-¿Qué? –preguntaron a la vez.
-¿Qué? –las imitó Yuri antes de sacar la lengua de forma burlona-. Lo que habéis oído. Que tú, señorita Abby, vas a formar parte de una hermandad conmigo. Y tú, señorita Sienna, estás invitada a unirte a nosotras en la búsqueda de la hermandad perfecta.
De nuevo, risas.
-¡Estás loca! –exclamó Sienna.
-¿Cómo que loca? ¿Es que no os dais cuenta de lo genial que va a ser? Nuevas amigas, fiestas, chicos –miró a Abby y le guiñó un ojo-… ¡No podemos estudiar en la universidad y dejar de unirnos a una hermandad! Esa ha sido desde siempre la ilusión de mi vida.
-Pues qué ilusión más rara –repuso su compañera de cuarto, contagiada por la ilusión de Yuri-. Aunque estás en lo cierto, sería muy divertido, sobre todo si estuviéramos las tres juntas. También nos vendría bien para adaptarnos del todo a la vida universitaria
Miró a Sienna para ver qué tal había recibido la idea.
-No sé –respondió esta.
-Piénsatelo, ¿vale? –pidió la asiática, con su característica sonrisa en los labios-. Pero no mucho que dentro de un par de días hay que formalizar la inscripción para empezar el proceso de selección.
-Bueno, aparte de unirte a una hermandad, hay alguna otra cosa que también te haga especial ilusión –esta vez fue Abby quien hizo la pregunta.
Yuri no tardó en contestar.
-Hace un año, al inicio del último curso de instituto, empecé a pensar en qué universidad quería estudiar y desde el primer momento supe que escogería la de San Diego. Esa misma noche hice una lista con mis metas para mis años universitarios, así que tengo muy claros mis objetivos.
-¿Y cuáles son? –preguntó la española.
Para su sorpresa, la coreana sacó un pequeño papelito del bolsillo de su pantalón, lo desplegó y comenzó a leer:
-Punto número uno: quiero hacer nuevos amigos, pero especialmente, quiero encontrar a esas personas con las que quedarme despierta toda la noche para hablar, a las que poder contarle cualquier cosa y compartir con ellas todo y a las que visitar en sus ciudades de origen cuando acabe mis estudios.
En sus palabras, sus dos nuevas amigas intuyeron cierta emoción oculta. Cualquiera de ellas deseaba lo mismo de esa nueva etapa en sus vidas y habían acabado juntas paseando por los diversos rincones de la universidad. ¿Habrían encontrado tan pronto a esas compañeras inseparables?
-Punta número dos: unirme a una hermandad.
-¡Qué raro! –bromeó Sienna.
Yuri la ignoró y continuó enumerando intenciones.
-Punto número tres: sacar sobresaliente en todas las asignaturas… y, por último, quiero aprender a moverme por todo San Diego sin tener que usar el TomTom.
La idea provocó las risas de las otras dos chicas.
-¿Y vosotras? –les preguntó.
Sienna se encogió de hombros. Había estado tan ocupada adaptándose a convivir con su madre de nueva y apurando al máximo los últimos momentos con Matthew, que no se había parado a plantearse qué pretendía obtener de ese nuevo período en su vida. Su mejor amiga, sin embargo, sí lo tenía claro.
-Más o menos lo mismo que tú, aunque añadiría una cosa más. Quiero ser parte del club Alcalá.
-¿El club Alcalá? –Sienna no sabía a qué se refería; en ninguna de las conversaciones que habían tenido antes de viajar a San Diego, su compañera había mencionado ese nombre.
-Es una organización secreta que reúne a los alumnos más prometedores de la universidad. No sé sabe con certeza si existe, pero quienes lo creen, aseguran que todos los miembros de ese club salen de la universidad con un puesto de trabajo asegurado –comentó, con un tono de voz misterioso.
-Pues sí que nos has salido exigente… ¡y yo que pensaba que pedía mucho al desear tener todo dieces! –señaló Yuri, entre risas-. Bueno, ¿qué os parece si volvemos a la residencia y buscamos por allí al lado algún sitio donde cenar? Comienza a oscurecer y mis tripas me están recordando que hace un buen rato que no he comido nada.
-Claro –aceptó Sienna; las tres giraron en redondo y echaron a caminar en dirección contraria a la que habían llevado todo el tiempo-. Solo que hay un problema… ¿alguna de las dos está segura de cuál es el camino más corto para regresar a casa?
Una vez más, las tres amigas compartieron risas. Se habían perdido, pero no pasaba nada puesto que estaban juntas y de ese modo se sentían protegidas.
Tras deambular un buen rato entre edificios de fachadas impolutas y cuestas fatigantes, llegaron a su destino y cenaron juntas en el comedor de la residencia. Las hamburguesas y patatas no eran ni por asomo las más ricas que habían probado, pero no les importó. En su paseo por la universidad habían visto un par de locales con muy buena pinta donde planeaban comer y cenar en los posteriores días.
Se despidieron en la puerta del dormitorio de Sienna.
Abby y Yuri pasaron gran parte de la noche charlando sobre hermandades e imaginando cómo debía ser formar parte de una de ellas. Sienna, en cambio, pasó toda la noche despierta y pensativa, en silencio. Intentó un par de veces hablar con su compañera, que estaba ya acostada en su cama cuando volvió a su cuarto. Cassie no dijo nada. Por algún extraño motivo, a la española le dio la sensación de que su compañera de cuarto no la tenía en gran estima, especialmente después de que Yuri gritará a diestro y siniestro que era la novia de Matthew Levine. ¿Sería Cassie una de esas detractoras acérrimas del cantante y por eso le tenía manía o simplemente creía que Sienna quería ser protagonista y que la trataran como una estrella?
Fuera como fuese, faltaban menos de un par de horas para que amaneciera cuando al fin dejó de pensar y se durmió. Ya había trascurrido un día. Un día más separada de Matthew, un día menos para su reencuentro en Navidad.

2 comentarios:

  1. Que simpática es Yuri! :) Me encanta el personaje y Abby... aspira muy alto pero yo creo que lo conseguirá!
    Por otra parte la compañera de Sienna... no me termina de caer muy bien, ya descubriremos que tiene en contra de nuestra prota! :D
    Un beso (L)
    P.D.: Quiero volver a tener noticias de Paris (L) *_* ¿He dicho alguna vez que el pintor francesito me encanta? jajaja :$

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  2. Q bonito, Yuri es muy maja, pero la otra no me gusta. Como Maria dijo yo tambien quiero noticias de Paris, quiero saber q pasa con la parejita parisina ;) Quiero ya el siguiente

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