domingo, 8 de abril de 2012

Más allá del mar - Capítulo 9

Abrió los ojos de golpe al escuchar por tercera vez el despertador. En las dos ocasiones anteriores, se había limitado a darle un golpe al aparato y continuar durmiendo a pierna suelta. La cabeza le daba vueltas. Estaba mareado, hecho polvo y con una desagradable sensación de angustia en el estómago. De haber sido mujer, habría pensado que estaba embarazada. En su caso, supo que el alcohol y descontrol de la noche anterior llamaban a su puerta para pasar factura.
-Mierda –exclamó cuando vio la hora que era destellando en la brillante superficie del reloj que descansaba en su mesita; aquella mañana tenía el primer entrenamiento con el equipo y llegaba tarde.
Se puso de pie de un salto con la intención de echar su equipación dentro de la bolsa de deporte, meterse a la ducha para espabilarse un poco y arreglarse lo mejor posible para salir corriendo hacia el entrenamiento, pero algo se enredó en sus brazos y frenó su carrera. Un brazo pálido y delgado que lo había tenido agarrado por la cintura gran parte de la noche.
Quieto, miró el cuerpo desnudo que dormía en su amplio lecho de matrimonio en un intento de recordar qué había hecho la noche anterior y quién era su compañera de cama. No pudo ver la cara de la joven, puesto que esta se encontraba de espaldas a él. Lo único visible de un simple vistazo era la larga melena dorada que llegaba hasta la cintura de la desconocida. El cabello, revuelto a causa de los juegos apasionados que habían compartido la noche anterior, trajo un único nombre a la mente de Dean.
-¿Cindy? –preguntó, atónito.
¿Qué demonios hacía la chica allí? ¿No se suponía que había dejado la ciudad y que estaba estudiando en París? A pesar de haber cortado el contacto tras su desencuentro en la fiesta de fin de curso que celebraron en el Queen of Pop II, las noticias habían acabado por llegar hasta él por medio de sus amigos en común.
En la cama, el cuerpo se movió. La muchacha giró sobre sí misma y estiró a su lado el brazo que poco antes había acariciado a Dean, buscándolo. La melena se apartó de su rostro y dio al joven la respuesta que estaba buscando.
No, aquella mujer desnuda en su cama no era Cindy. Su primera reacción fue suspirar aliviado. Después, cuando los recuerdos comenzaron a regresar a él, no pudo evitar proferir otra maldición.
-Mierda –repitió.
Aquel primer cóctel compartido en una de las barras móviles de la fiesta de presentación había dado paso a otro más, a otro, a diez más. Antes de darse cuenta, se encontraban en el centro de la pista bailando a escasos milímetros el uno del otro la última canción de LMFAO. Los atrevidos contoneos de la rubia y sus insinuantes movimientos había provocado lo inevitable: acabaron besándose con furia en el cuarto de baño.
-Llévame a casa –le había pedido ella, con la respiración entrecortada tras varios minutos de besos interrumpidos.
Él no lo había dudado.
Riendo sin parar, salir del recinto y montaron en la limusina que los esperaba fuera para llevarlos a la otra punta de la ciudad. No había visto a sus compañeros de equipo ni había conocido a ningún otro alumno de su clase, pero no lo importó. Esa noche era de ellos dos.
Y después… pasión desatada, juegos, risas, cosquillas en el vientre desnudo, más bebidas y alcohol. Una noche muy larga que había causado estragos en el estado físico del deportista.
Antes de que Taylor se despertara, Dean corrió hacia el cuarto de baño y se desnudó por completo para meterse en la ducha. Abrió el grifo mientras se desvestía para que el agua se calentara y, pese a estar en verano todavía, se dejó bañar por el agua cuando de esta salía un vapor ardiente.
-Buenos días, sexy –dijo alguien a su espalda.
Con el telefonillo de la ducha en la mano, se giró de golpe, sobresaltado. Como era de esperar, se trataba de Taylor que, sin más ropa que la sábana en la que se había envuelto, lo contemplaba con una sonrisa pícara en los labios.
-¿Quieres compartir ducha conmigo? –sugirió, juguetona.
-Tengo mucha prisa –regruñó él, sin dejar de pensar en la dura mañana que le esperaba-. Tal vez más tarde.
-Claro –sonrió ella; instantes después, salió del baño y cerró la puerta tras de sí.
Durante el resto de tiempo que el joven tardó en ducharse, arreglarse y peinarse a la perfección, la muchacha no volvió a asomarse al lavabo. Curioso, asomó la cabeza hacia su cuarto y encontró la habitación vacía. Taylor se había marchado.
Cuando fue a coger la bolsa de deportes, vio una nota sobre ella:
¿Comemos juntos? Te llevaré a probar las pizzas más ricas de la ciudad mientras tú seas mi postre.
Y, debajo, un número de teléfono, su nombre en hermosas letras redondas y un corazón.
Dean soltó una carcajada, aunque no estaba muy contento. Sí, lo había pasado bien con aquella chica tan atractiva, pero en ningún momento había pretendido que llegaran a nada más, y creía habérselo dejado muy claro entre cubata y cubata en la fiesta. ¿Por qué pensaba que iba a querer comer con ella?
Bueno, al menos ya se había marchado. Si no la llamaba, tal vez lograra librarse de ella un tiempo.
Corrió hacia el lugar de entrenamiento con su bolsa colgada al hombro. No tardó demasiado en recorrer la distancia que separaba su casa del campo de fútbol donde el equipo de fútbol americano de la universidad de Columbia iniciaba esa mañana las primeras sesiones de entrenamiento antes del comienzo de la liga.
Había ido a practicar por su cuenta unos días antes, por lo que no perdió ni un segundo paseando por el estadio, buscando el camino o admirando el impresionante edificio. Sin entretenerse, se dirigió a los vestuarios, dejó la bolsa de deporte y, una vez que hubo comprobado que llevaba todo lo necesario para el entrenamiento, salió al terreno de juego.
Sus compañeros se hallaban calentando alrededor del campo.
-Buenos días, bella durmiente –gritó el entrenador, de rostro adusto y serio.
Se habían conocido unos meses atrás, cuando lo había seleccionado entre miles de deportistas del país y había decidido abrirle las puertas a una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Su primera impresión había sido la de hallarse ante un hombre seguro de sí mismo, orgulloso y duro; el tipo de entrenador que necesitaba un equipo de calidad para destacar sobre los demás. En ese momento, pudo comprobar que no se había equivocado, puesto que en las simpáticas palabras que le había dedicado notó un tono amargo. Sin decir nada, le estaba regañando por llegar tarde.
-Disculpe mi tardanza, señor Alpert, pero me ha surgido un imprevisto y…
El hombre lo cortó a media explicación.
-Nada de excusas, jovencito. Quiero verte corriendo junto al resto de tus compañeros antes de que cuente hasta tres. Ya hablaremos al fin del entrenamiento.
Dean no se atrevió a rechistar.
Apenas había entrado en calor tras unas diez vueltas al campo cuando el señor Alpert explicó la siguiente actividad del calentamiento. Tras ella, comenzaron a practicar tiros, estrategias y placajes.
Aunque estaba acostumbrado a machacarse al máximo, aquella sesión de entrenamiento fue la más dura que Dean podía recordar en toda su vida. Además, la alocada noche que había pasado con Taylor lo había dejado con las pilas descargadas y estaba muy cansado. Quiso creer que todos los demás se hallaban en las mismas circunstancias, pero cuando miró a sus compañeros, ninguno mostraba signos de estar apunto de morir de agotamiento.
Como si no hubiera tenido bastante con darse cuenta del bajo estado físico y mental en que se encontraba, el entrenador aprovechó lo últimos cinco minutos del entrenamiento para criticarlo ante los demás y dejarlo por los suelos. Dean, acostumbrado a ser la estrella de ese equipo, no había caído en la cuenta hasta ese momento de que a partir de entonces estaría rodeado de los mejores jugadores de la nación, a su nivel o incluso mucho mejores que él.
-Espabila o empezarás la temporada chupando banquillo –le amenazó el hombre antes de despedirse de sus pupilos sin esbozar la más ligera sonrisa y permitirles marcharse a los vestuarios para darse una bien merecida ducha.
Dean resopló enfadado, aunque no le respondió. Sabía que no ganaría nada teniendo una actitud chulesca.
A mitad de camino entre el centro de campo y los vestuarios, mientras oía charlar animadamente a sus nuevos compañeros, se relajó un poco. Todo el mundo tenía un mal día, ¿no?
Ignoraba que lo peor estaba aún por llegar.
Y es que, en el campo de fútbol, una hermosa chica rubia había hecho acto de presencia y se había acercado a saludar al entrenador Alpert con una sonrisa y un beso. Taylor.

6 comentarios:

  1. Que cortito... Pero esta muy bien, y ya espero al siguiente con ganas :) Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Los capítulos de Al otro lado del mar siempre tenían esta longitud, 3 páginas de word.
      Un beso a ti también y espero que te gusten los próximos capítulos aunque sean cortitos ;)

      Eliminar
  2. Taylor va dar mucho q hablar, ya espero el siguente. Quiero a Lucas y Cindy, son adorables

    ResponderEliminar
  3. Es genial *___* Aunque si que me parece corto :S A mí Taylor me da mala espina...u.u
    ¡Un besito!

    ResponderEliminar
  4. ¡A mí me dan todos mala espina! Y quiero saber más sobre Sienna y su compañera de habitación... Bueno, ¡y de todo en general! Jajaja
    Un besuuuu :D

    ResponderEliminar
  5. Juas, juas! Vendetta! :) Espero que Dean sufra, no se merece ser feliz tras dañar tanto a Sienna, Abby y sobre todo Cindy (de la cual quiero tener noticias pronto)
    Un beso y publica pronto (L)

    ResponderEliminar